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CEOE: un presidente en el ojo del huracán

    El gallego Gerardo Díaz-Ferrán llegó a la presidencia de la CEOE desde una trayectoria no sólo vinculada a la muy activa creación de empresas, con clara preferencia por el sector turístico y todo lo relacionado con el mismo, sino también siempre interesada por el asociacionismo empresarial, a través del que se articula la participación de los empresarios en la vida colectiva del país. En sus comparecencias públicas no ha vacilado en manifestarse expresamente liberal, comprometido por ello con las virtudes del mercado y de la libre empresa, y convencido de la utilidad del diálogo entre todos los actores de la vida económica y con todos los niveles del poder político. No eran situación ni tarea fáciles, cuando llegó a la presidencia de la CEOE, suceder a un líder empresarial tan emblemático y duradero como José María Cuevas, que tanta impronta ha dejado en la vida social e incluso en la vida política española. De ahí que, al tomar posesión, proclamase que no iba a “escatimar tiempo ni trabajo para poder estar a la altura de mi predecesor en la defensa de los intereses empresariales de este país”.

            Díaz-Ferrán considera necesario que la actividad empresarial “sea valorada como el motor económico de nuestro país”, y entiende que para conseguirlo hace falta que la CEOE muestre unidad, independencia frente a cualquier tipo de poder y un trabajo en equipo que sea fruto de que las organizaciones territoriales y sectoriales tengan, en los órganos de gobierno de la patronal, verdadera prioridad en las decisiones.

            Como expreso partidario de fomentar y profundizar el diálogo social, el gallego Díaz-Ferrán ha acudido con espíritu abierto a todas las convocatorias efectuadas por La Moncloa a las organizaciones empresariales y sindicales, y ha sido de los primeros en mostrar su permeabilidad a la hipótesis de unos nuevos “pactos de La Moncloa”que, como ha reclamado con insistencia Josep Antoni Durán i Lleida, y a semejanza de los impulsados hace tres décadas por Adolfo Suárez en momento crítico para le economía española, permitieran aunar todos los esfuerzos políticos y sociales para afrontar y superar la actual grave y generaliza crisis económica, subrayando, eso sí, que la eventual iniciativa corresponde necesariamente al actual inquilino de La Moncloa. Hipótesis, por cierto, que empieza a abrirse camino, como parece indicar el anuncio público por el presidente Rodríguez Zapatero de que va a convocar al líder de la oposición a La Moncloa “para hablar de economía”, y la rápida respuesta de Mariano Rajoy de que siempre ha estado disponible para ese diálogo, como por cierto puede comprobarse en innumerables declaraciones suyas de los últimos meses.

            Gallego militante, Díaz-Ferrán siempre estuvo de manera activa en el asociacionismo empresarial de su lugar de origen. Fue uno de los impulsores de la Asociación de empresarios gallegos en Madrid (AEGAMA) y recibió el primer Premio Victoriano Reinoso a la mejor trayectoria empresarial. Pero al mismo tiempo es un empresario profundamente identificado con la Comunidad de Madrid. Expresa sin rodeos su doble militancia: “Galicia y Madrid son economías pujantes, ambas con excelentes empresariados con capacidad de innovación, esfuerzo y diálogo. Son dos economías con profunda vocación exportadora, ambas con situaciones estratégicas, la primera, en la euroregión Galicia y Norte de Portugal abierta al espacio atlántico, y la segunda, en el centro del territorio nacional. Galicia y Madrid cuentan con sectores relevantes que abarcan toda la actividad empresarial y hacen una fundamental contribución al crecimiento económica español”.

            Los que le conocen bien saben que Gerardo Díaz-Ferrán es un hombre de carácter, muy duro incluso, pero sería absurdo pretender que no le hayan afectado las tensiones internas en la organización de la CEOE, que afloraron de manera muy notaria en las semanas recientes. Le disgusta profundamente que se diga o piense que, al fijar su propio estilo, desmonta o reduce la obra de su predecesor José María Cuevas, por quien siente y manifiesta admiración y respeto. Así lo declaró de forma expresa a poco de ser elegido: “Es un gran honor y una enorme responsabilidad suceder a quien ha presidido tan acertadamente esta Confederación y ha luchado tanto por el asociacionismo empresarial. Todos los empresarios tenemos una deuda de gratitud con José María Cuevas, porque sin su esfuerzo y dedicación CEOE no estaría en condiciones de prestar relevantes servicios al progreso de la economía”. Y concluyó prometiendo que no regatearía tiempo ni trabajo “para poder estar a la altura de mi predecesor en la defensa de los intereses empresariales de este país”.

            Los muy serios problemas de Aerolíneas Argentinas, complicada además su resolución por los peculiares métodos del matrimonio Kirchner, han llevado a que algunos acusen a Díaz-Ferrán de plegarse a las conveniencias políticas de La Moncloa para recibir el apoyo de Rodríguez Zapatero ante las autoridades políticas argentinas. Ahondando en ese argumento, algunos llegaron a decir que pretería los intereses generales de CEOE a sus intereses empresariales particulares, acusación de tal entidad que no puede seriamente lanzarse sin pruebas inequívocas. Lo curioso es que, a pesar de ser gallego, o quizá por ello, no ha aceptado el envite y ha rehusado entrar a una pelea que a nadie sensato podía beneficiar.

            Es verdad que Díaz-Ferrán ha conseguido –por cierto, al igual que Cuevas con los anteriores inquilinos de La Moncloa– buenas relaciones con el actual presidente del Gobierno, lo que cualquier entiende que debe ser un objetivo razonable del máximo dirigente empresarial, pero también es verdad que son igualmente buenas sus relaciones con dos presidentes tan antagónicos como la presidenta liberal de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, y el presidente socialista de Galicia, Emilio Pérez Touriño. Quizá porque todos, el empresario y los políticos, entienden que, como dejó escrito Ludwig Erhard en su estudio sobre el valor permanente de la economía de mercado “es un deseo justificado de todo empresario el ocuparse de la orientación de la política económica (…) por ello, el empresariado intentará siempre mantener una relación lo más inmediata posible con las instancias legislativas y ejecutivas de la política (…) el empresario no se lanzará a las barricadas, sino que querrá hacerse valer mediante conversaciones o por influencia individual sobre los partidos”.

            El actual presidente de CEOE sabe perfectamente que no puede ignorar ni minusvalorar los problemas internos surgidos en la Confederación, pero también está convencido de su capacidad para reconducir la situación y de su derecho a utilizar sus propios modos y estrategias en la difícil tarea de defender, promocionar y expandir los legítimos intereses del empresariado español. Sucede además que, en tiempos de crisis como los que atraviesa la economía, nadie, y en su puesto él menos que nadie, puede permitirse la frivolidad de tirar la toalla cuando es tanto y tan importante lo que urge hablar, negociar y hacer.
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