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¿Sin soluciones liberales?

¿Sin soluciones liberales?

Ni dentro de España, ni en el contexto global, mejoran las perspectivas, sino todo lo contrario. La crisis económica es probable que tenga un largo recorrido por delante, y todo apunta a sucesivos rebrotes de la crisis financiera internacional, que está lejos muy lejos de haber sido superada, o ni siquiera digerida. El relativo optimismo abierto en los mercados por la polémica decisión de la Administración Bush de rescatar los llamados activos tóxicos del sistema financiero, se ha revelado fugaz. De hecho, las fuertes recuperaciones en las Bolsas que siguieron al anuncio, se han recortado a lo largo de la semana, no sólo por las dificultades de sacar adelante la decisión, sino también y esto es más importante, por las serias y cada vez más extendidas dudas sobre su eficacia.

Como es bastante raro que un gobierno teóricamente liberal utilice recursos intervencionistas, es lógico que la rebeldía se haya producido en las propias filas republicanas. Naturalmente, esto ha servido para demostrar una vez más, a quien le quedasen dudas, que “neocon” no es lo mismo que liberal, e incluso puede llegar a ser antiliberal. En economía y en tiempos de dificultades, los conservadores tienden a ser por lo menos tan poco liberales como los socialistas. Nunca se repetirá bastante que el liberalismo es, por su propia naturaleza conceptual, infragmentable, o si se quiere, en terminología clásica, radical, es decir, que no cabe ser liberal en lo económico y no serlo al mismo tiempo en lo social y en lo político. Por ceñirse a Estados Unidos, Reagan era ciertamente liberal, pero no lo es Bush.

Así que, tras la euforia inicial en torno al sorprendente plan concebido por el singular Henry Paulson, secretario del Tesoro, el presidente Bush maniobra denodadamente para sacarlo adelante en unas Cámaras legislativas que son por lo menos escépticas y en las que se perfila, sobre todo en el Congreso, un importante y creciente “frente opositor”. Y es que los demócratas, de la mano de la audaz y decidida Pelosi, han aprovechado bien la incongruencia interna del proyecto, apoyándolo en base a una política y electoralmente inteligente fórmula extensiva. De acuerdo, dicen, con el rescate financiero, pero siempre que también se rescate a las familias con dificultades para afrontar sus deudas. Aún así, las noticias de este domingo indican que se ha alcanzado el principio de acuerdo en torno al “plan Paulson” y que por tanto, saldrá adelante. Es bueno para los mercados, pero no cambia el trasfondo de la situación.

En términos de rigor económico y administrativo, todo esto es un disparate que evidencia el agotamiento de la Administración Bush y puede tener letales consecuencias electorales para el candidato republicano McCain, tanto que éste ha optado por poner el acento de su campaña en marcar distancias con su hasta ahora jefe de filas. Y es que nadie podía esperar que, ante la magnitud de la crisis política abierta en torno al plan de rescate financiero, el máximo argumento del presidente Bush se redujera a la pataleta infantil de “necesitamos el plan, porque tenemos un gran problema”. ¡Vaya si lo tenemos! La cuestión es si el plan Paulson es parte de la solución o puede llegar a ser parte añadida del problema. De momento, una vez que se haga expresa su aprobación, se pondrá en funcionamiento y será el momento de ver lo que sucede, no en el corto, que sin duda reactivará los mercados, sino a medio y largo plazos.

Además, mientras en Washington seguía el tira y afloja, se producía la quiebra nada menos que de Washington Mutual, para entendernos, algo así como la mayor caja de ahorros de Estados Unidos, aunque con JP Morgan acudiendo rápidamente al salvamento. Con la compra de los activos, depósitos y sucursales de Washington Mutual, JP Morgan salta, a precio de baratillo, a las posiciones estrella de la banca comercial. Suma y sigue. Ni siquiera es seguro que el plan Paulson despeje de basuras tóxicas la economía financiera internacional, ya que no pocas de ellas se encuentran tan sucesivamente “empaquetadas”  que resulta todavía difícil por dónde, en cualquier lugar del planeta, incluso en Bancos puramente comerciales y minoristas, pueden aparecer las emanaciones tóxicas.
 
Y lo que más nos importa, que es naturalmente el curso de la crisis económica en nuestro país, ofrece escasas esperanzas y ninguna alegría. Afirma la oposición que el gobierno de Rodríguez Zapatero ha tirado la toalla y se ha sentado, en términos de política económica, a verlas venir, tras la sorprendente y un poco patética gira neoyorquina del presidente. Desde luego, los Presupuestos presentados por Solbes para el 2009 no son precisamente para tirar cohetes. Hay al respecto división de opiniones, pero en el sentido cáustico del dicho popular, que podría traducirse en algo así como “unos se acuerdan de ZP y otros de Pedro Solbes”.

El original galimatías montado por Solbes en torno a proclamados “recortes de gasto” que serán compatibles con mayores alegrías en las prioridades de gasto, mientras sigue la confusión en torno al modelo de las balanzas fiscales entre autonomías, es ciertamente delicioso, pero quizá poco prudente en los tiempos que corren. En 2009 afrontaremos el temido “año del paro”, en el que habrá destrucción neta de empleo y la previsión oficial del 12,5% de desempleados sobre población activa puede quedarse muy corta, porque analistas muy solventes vaticinan ya incluso por encima del 20%, esto es, entre cuatro y cinco millones de españoles en paro cuando finalice el próximo año. 

Claro que si el muy neocon presidente Bush no ha vacilado en impulsar o respaldar una asombrosa decisión intervencionista, lo que algún liberal con sentido del humor ha descrito como “un rescate con modos de Unión de Repúblicas Socialistas Americanas”, el pulcro funcionario socialista Pedro Solbes ha pasado varios largos a cualquier neocon con el asombroso argumento de que el descenso del empleo habilitará un positivo “excedente de parados” para cuando llegue la recuperación. Nada, nada, que se enteren los parados: en posición de firmes para cuando sus servicios sean requeridos. Sangrante sentido del humor al margen, algo se está haciendo rematadamente mal y empieza a cruzar la frontera desde la incompetencia culpable hacia la perversión moral. Eso sí, con los votos del navarro Miguel Sanz. No es ejemplar, pero es coherente.

Comprobado que la crisis no va a desaparecer por mucha terquedad que Rodríguez Zapatero ponga en negar su existencia, y ante la probabilidad de que ni el pasotismo de Solbes ni el intervencionismo de Paulson formen parte de la solución, será inevitable preguntarse si es que ya no son posibles, en términos de política económica, soluciones liberales. La respuesta es que sí, que hay soluciones liberales que son verdaderas soluciones, pero que, precisamente por serlo,  necesitan honradez y coraje para ser instrumentadas, adoptadas y aplicadas.

Honradez ya sabíamos que faltaba, pero también faltan, en la vida pública, esos que alguien tan poco conservador como el presidente John F. Kennedy llevó al título de un excelente libro político, dedicado a la inolvidable Jacqueline y prologado por Allan Nevins: Rasgos de Valor. Sí, rasgos de valor, porque, como recupera de John Bright, “los hombres no llegan a ser grandes estadistas simplemente porque lleguen a ocupar puestos importantes, sino que deben presentar mejores títulos, uno de los cuales es el valor”. El cargo viste al hombre, pero es el hombre el que da valor al cargo. No estaría de más que alguien se lo explicara a nuestros altos cargos –ya que no líderes– políticos.
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