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Losantos: amarás al prójimo como a ti mismo

Yo soy católica. Nadie es perfecto. Y como tal me he tenido que enfrentar varias veces a las rígidas normas que la Iglesia Católica impone a los que deciden entrar y practicar. Aunque debiera no tengo vocación de santa. ¡Qué le vamos a hacer! Me tomo realmente en serio lo que dice la Iglesia, como parte de ella, pero sobre todo como ciudadana que observa una institución que puede decir muchas cosas y de hecho las dice y como periodista que ve la actualidad de una manera más crítica.

España es un país laico en teoría. En la cotidianeidad de las cosas vemos que lo religioso lo impregna todo, más por una cuestión de costumbre que de creencia. Lo hemos visto recientemente en el funeral por las víctimas de Spanair (ceremonia católica), lo vemos en los nombramientos de los ministros (juran con un crucifijo)… Hay muchos ejemplos que demuestran que la Iglesia Católica está más presente en nuestra vida diaria de lo que imaginamos. Nada que objetar. En el ejercicio de la libertad de cada uno está aceptarlo, protestar, rechazar, ignorar o lo que a uno le venga en gana. Y en ese ejercicio de libertad entran las críticas a una Institución que peca de lo que más predica.

El arzobispo de Madrid, monseñor Rouco Varela acaba de finalizar un desayuno de prensa de los que amablemente organiza Europa Press. Ha hablado de casi todo. De la ley de memoria histórica (que considera innecesaria), de política, pero hay una cosa que ha pasado muy por encima y de la que a mí me apetece, y mucho, opinar: la COPE. Y muy especialmente de Jiménez Losantos. Rouco Varela considera que la gestión de la emisora no es un tema pastoral. Claro. E, imagino yo, como no es pastoral entonces dejemos hacer. De todos los principios en los que se basa el cristianismo (y son unos cuantos) hay uno que habla de la caridad (cristiana para más señas, como si hubiese otra islámica, otra judía, otra atea…) y otro que habla del amor al prójimo por encima de todas las cosas (lo de la famosa mejilla….). Bien, pues todo esto Jiménez Losantos se lo pasa por el forro. Y la Iglesia, chitón. Claro, no es un tema pastoral, así que hay que obviarlo. Entonces entramos (al menos yo) en la duda siguiente: si la Iglesia me dicta las normas morales por las que yo como católica me tengo que guiar y esa misma Iglesia las obvia para según qué conveniencia, ¿yo cómo me guío? ¿En dónde me fijo? ¿Cómo lo justifico y, sobre todo, cómo lo defiendo?

A mí me encantaría que alguien me lo explicara. Me encantaría que me dijeran el motivo por el que se sigue consintiendo que un periodista en nombre de su libertad de expresión insulte todo lo que quiera en una cadena propiedad de la Iglesia Católica que pregona a los cuatro vientos el amor a los demás como una de sus máximas principales. Me temo que el motivo es la pasta que esos insultos generan porque hay mucho cabreado que se siente muy respaldado conectando con este señor cada mañana. Uno va más relajado al trabajo si encuentra a alguien que en medio del atasco le da la razón de todo cuanto, internamente, piensa.

La Iglesia tiene todo el derecho del mundo a opinar. Faltaría más. Sale un debate sobre el aborto, la Iglesia opina, no matarás dice el mandamiento. Acerca de la aprobación de los matrimonios homosexuales: se acaba la familia. Lógico y normal. Estos ejemplos van en contra de sus principios. Pero, qué lástima, de la verborrea insultante de Jiménez Losantos no dicen ni pío. No va con ellos. O sí. Porque a más insulto, más oyentes y más oyentes, más publicidad y por lo tanto más pasta.

Todo esto en el fondo tiene mucha gracia porque si uno practica el catolicismo va a misa, escucha lo que dice el cura en la homilía, hace acto de contrición y piensa: Jo, pues me he pasado en esto y lo otro. E intenta mejorar. Pero claro, si luego haces una mínima reflexión sobre los que te dan las directrices y te pones pelín impertinente a cuestionar que si tú lo dices y lo pregonas ¿por qué no me das ejemplo?, entonces llegas a la conclusión de: A Dios rogando con el mazo dando. Y así nos va. Digo 'nos' refiriéndome a los que nos declaramos abiertamente católicos, que en cuantito que lo sueltas te fríen a críticas sobre las incoherencias de la Iglesia. Y entonces te tienes que callar y mirar al suelo porque sabes que tienen más razón que un santo.

Y en esas estamos. Y en esas seguimos. Y, mientras tanto, aquí se sigue haciendo caja, no se sabe muy bien para qué. Igual para hacer carteles que digan: Amarás al prójimo como a ti mismo.

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