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Las vergüenzas del Canal

Los Teatros del Canal se inauguraban precipitadamente este martes con dos espectáculos: uno dentro, artísticamente lamentable, por Nacho Cano, y otro fuera, contra la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre.
A las ocho de la tarde ya se habían reunido frente a los Teatros del Canal centenares de manifestantes con un grito unánime y quejoso: ‘No a la venta del Canal Isabel II’ y un ‘Fuera, fuera’ a la llegada de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, que este viernes decidió privatizar el 49 por ciento del capital de la empresa.

Cientos de personas convocadas por CNT, UGT y CSIT esperaban con pitidos y abucheos. A este descontento se suma, desde hace días, la queja de algunos medios de comunicación y el Partido Socialista Madrileño, indignados por el derroche que ha supuesto la celebración de este acto –apto sólo para personajes VIP de la política (véase Aznar y su Botella), los negocios y algún que otro del mundo de la cultura-, y por el “autobombo” de Aguirre con la presentación de los teatros a meses de su puesta en marcha para el resto de los mortales.

En la confluencia de las calles Cea Bermúdez y Bravo Murillo se levanta, con cuatro años de retraso, un edificio amplísimo (35.000 metros cuadrados), diseñado por el arquitecto Juan Navarro Baldeweg, con dos salas de representación y un centro coreográfico. Ésta será la sede de las artes escénicas de la región, en sustitución al Teatro Albéniz.

La inauguración comenzó en la sala más grande, con la representación del último musical de Nacho Cano, titulado ‘A’ y dedicado al agua para conmemorar el 150 aniversario del Canal Isabel II. El auditorio estaba repleto, pero las alabanzas fueron escasas. No sin razón. La voz en off definía la obra como ‘una historia de amor de nuestro planeta, un viaje para nuestros sentidos…’ pero la representación ni reflejaba ni despertaba simpatía.

Una mezcolanza de personajes, músicas y escenografías desconcertante, una jauría entre popera y lolailo, la deficiente interpretación de los protagonistas que conjugaba a la perfección con sus no tan agraciadas voces y un sonido que no dejaba seguir las letras de las canciones; el vestuario, hortera, conglomeraba un popurrí de estilos desfilando al mismo tiempo por el escenario: desde el estilo g.i.joe hasta el traje de volantes más chabacano.

Pareciera que Nacho Cano utilizara 'A' como excusa musical para mirarse el ombligo –que mostraba entre la camiseta escasa y el pantalón militar- y vuelve con su imagen de costumbre, sentado con su órgano a un extremo del escenario, con facha despreocupada. Las pantallas gigantes tendidas del techo le retransmitían muy a menudo en directo y para rematar el evento, un par de canciones de Mecano y Nacho en solitario. Quizá, lo mejor de la escena.

El gasto público de más de un millón de euros culminó con los canapés, sabrosos, abundantes y variados, y el regalo a la salida del teatro (no para todos personalizado): una bolsa con un panfleto y un pisapapeles.
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