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Los riesgos ambientales y la percepción pública

Los riesgos ambientales y la percepción pública

El medio ambiente es algo que compartimos todos los que vivimos en este planeta. Por consecuencia los asuntos ambientales son un tema sensitivo que afecta a toda la población mundial. No obstante, al investigar los temas ambientales en su plenitud vemos que la gente responde de una manera muy diversificada a los asuntos individuales. En parte, esta respuesta diversificada tiene su origen en como perciben diferentes grupos los problemas ambientales que les rodean y que importancia atribuyen al medio ambiente.

Entre la multitud de los temas relacionados con el medio ambiente, se destaca el de la gestión de los residuos y los riesgos ambientales que resultan de ellos.

Hoy en día la democracia y la integración de la población en las decisiones políticas tiene más importancia práctica que antes, dado que ha aumentado el interés público por el medio ambiente durante las últimas decadas. También ha incrementado la percepción de los riesgos para la salud pública resultando incluso de los centros de tratamiento de todo tipo de residuos - sean municipales, comerciales o industriales. Uno de los desafíos más grandes de la industria es disminuir la imagen negativa de los residuos y de los establecimientos donde aquellos sean tratados. Muchas veces la terminología para referirse a estas instalaciones se usa con mucho cuidado y mucha diligencia (como “recuperación de energía térmica” en vez de combustión o “vertedero controlado” en vez de basurero municipal, etc.).

En cuanto al medio ambiente en general y al tratamiento de los residuos en particular, hay que diferenciar entre varios grupos de personas que abordan ese tema de una forma muy distinta según su propia percepción y su propio interés: por un lado tenemos los llamados “expertos”, que suelen evaluar los riesgos ambientales de una manera científica y poco emocionante; por otro lado tenemos los políticos, cuya vista es más o menos limitada por el período de su cargo político que, como ellos saben, terminará en un futuro no lejano; y por último tenemos el público que suele acercarse a los asuntos de riesgo ambiental con mucha más emoción que los anteriores (aún más si no sea adecuadamente involucrado en los procesos de toma de decisiones a nivel político).

A lo largo de la historia, siempre ha habido controversias sobre las diferentes tecnologías de tratar los desechos que todos seguimos generando cotidianamente; pero lo que ha cambiado hoy en día es la profundidad de percibir el riesgo que resulta de ese tratamiento. Vivimos en un mundo donde el riesgo penetra todo aspecto de nuestra vida diaria. Eso en parte explica el fervor con que las comunidades expresan su miedo y su inseguridad ante la incertidumbre que las rodea. La gente no quiere vivir con poco riesgo – quiere vivir sin riesgo alguno (es nuestra una sociedad del “riesgo cero”). Dependiente del país y sus agendas, eso puede manifestarse en solicitar “emisiones cero”, “contaminación cero”, etc. En Austria, por ejemplo, en los años setenta y ochenta, predominaba una desconfianza en usar ciertos materiales sintéticos, incluso el PVC. Así fue difícil, por ejemplo, justificar el uso de este material en los hospitales aunque en ciertas partes simplemente no había y aún no hay buenas alternativas (o sea, alternativas relacionadas con un riesgo inferior).

El papel de los medios de comunicación

Los medios de comunicación tienen gran importancia como distribuidores de cualquier tipo de noticias, sean buenas o malas, y por consecuencia ellos también funcionan como multiplicadores de los riesgos ambientales. Es en la lengua inglesa que existe la locución “only bad news is good news” (sólo malas noticias son buenas noticias). Para los periodistas, las noticias de los riesgos humanos tienen todo lo que sea necesario para publicar una buena historia – aspectos trágicos y de progreso, peligro y alivio. Además, dado que el riesgo humano es un fenómeno que occurre cada día, también es una fuente inagotable y fiel para los medios de comunicación. Al otro lado, son también ellos que con sus reportajes producen un efecto de saturación a veces contraproducente; el cambio climático, por ejemplo, ha devuelto en un cliché antes de que las medidas elegidas hayan podido surtir algún efecto.

Por otra parte, hay riesgos que no llegan a la opinión pública, porque no son noticia. Aquellos riesgos preocupan más a los técnicos y suponen amenazas mayores y mucho más reales que las que se suelen publicar en la prensa o en la televisión. En estos casos falta un adecuado "análisis de riesgo" para saber cómo actuar.

El enfoque físico del riesgo

Uno de los aspectos esenciales del los riesgos ambientales modernos es que son difusos y en muchos casos difíciles o imposibles de percibir por el público, que por consecuencia suele concentrar su atención en aquellos lugares donde estos riesgos se manifiestan. Esos, por ejemplo, pueden ser centros de tratamiento de residuos hospitalarios así como los propios hospitales donde esos residuos vienen generados. No es entonces ninguna sorpresa que aquellas instalaciones representan o reflejan los riesgos, inseguridades y complejidades de nuestra sociedad moderna y así se transforman en un enfoque físico del riesgo.

Amplificación social del riesgo

Cuando se establece una instalación de tratamiento de residuos se producen también controversias o incidentes trágicos. Seguramente van a presentarse grupos activistas que vienen desenterrando incidentes semejantes de tratamiento inadecuado en el pasado y empieza el reportaje amplificado de la prensa. Todo eso resulta en lo que Roger Kasperson llama la “amplificación social del riesgo”. Este fenómeno envia señales muy fuertes al público y les hace sospechar que las cosas podrían ser peores de lo pensado. Este proceso de alarma puede resultar en una serie de efectos secundarios – los llamados “risk ripples” (rizados de riesgo) – que producen ultraje público sobre la mala gestión en una planta, provocan la estigmatización de la misma, inician rumores sobre la protección inadecuada de los empleados y obreros trabajando allí, disminuyen el valor de los terrenos que confinan con la instalación, y mucho más. En algunos casos estas reacciones secundarias producen un efecto aún más pernicioso que el resultado directo a la salud y al medio ambiente.

Tipos de riesgo
En general hay que distinguir entre dos grupos de riesgos: riesgos reales y riesgos percibidos.
Los riesgos percibidos no siempre son reales y los riesgos que percibe el público no son automáticamente los riesgos más graves. Mucho depende del punto de vista y de la emoción.

Diferencias en las percepciones del riesgo

Hay diferentes perspectivas entre los grupos de interés, y las percepciones que existen desde diferentes ámbitos. Muy a menudo son las que ciertos grupos quieren tener, algo que también se llama "visión túnel". No se deja comunicar con este tipo de percepción. Pero por conveniencia, los diferentes grupos de interés siguen utilizando esta "visión túnel" ya que sirve favorecer sus propios intereses.
Por un lado tenemos el público, que trata los riesgos desde una perspectiva más o menos emocionante ya que no tiene el conocimiento científico para poder evaluar los riesgos de una manera objetiva.
Los expertos a su vez identifican los riesgos a base de datos estadísticos y experiencias técnicas. Además, tardan en ofrecer información cualificada y honesta por no causar confusiones y también por no saber comunicar la información de una manera más apropiada.
A los políticos, siendo menos profesionalizados y especializados que los expertos, les falta el rigor técnico y les gusta negar que haya problemas por tener miedo a la transparencia y a enfrentarse a las crisis ante la ciudadanía; tratan de tapar los problemas, responden lentamente y tardíamente, u ofrecen información incompleta, lo que evidentemente termina agravando la situación.
Pero con la mala comunicación y el ocultamiento de datos siempre se multiplican los problemas en situaciones de crisis, alertando a la población y produciendo unas consecuencias que son muy difíciles de resolver.

El experto estadounidense Peter Sandman y su equipo han identificado varios “factores de ultraje” que pueden tener influencia sobre nuestra percepción de los riesgos. Explican por qué los seres humanos se preocupan más de las emisiones industriales que de los ingredientes químicos en su champú diario, por dar un ejemplo. Muchos expertos ambientales resisten la presión de tener en cuenta el ultraje al tomar decisiones relacionadas con la gestión de tales riesgos. Insisten en que únicamente “los datos”, no el público “irracional”, deben determinar las decisiones políticas. Pero echando una ojeada a las experiencias de muchos decenios, hay que preguntarse por qué tantos expertos y políticos siguen pasando por alto estos factores (y también siguen sorprendiéndose por la reacción de indignación del público), siendo ellos por fin quiénes se comportan irracionalmente.

Conocer algunos de estos factores de ultraje puede ayudar mucho a reducir la distancia entre las evaluaciones del riesgo públicas y expertas y fomentar un cambio político para mejorar la situación del medio ambiente a un nivel global.

Factores de ultraje

Un factor importante es la novedad. Nosotros, como seres humanos, solemos reaccionar de una manera más fuerte a riesgos nuevos que a riesgos tradicionales que hemos venido a aceptar como parte de nuestra vida. Aceptamos vivir al lado de un basurero municipal que ha existido ya desde hace medio siglo, pero nos oponemos a la construcción de un nuevo vertedero, aún sea de tipo controlado y moderno, en nuestro alrededor.

También solemos oponernos a riesgos que no tienen sentido para nosotros. Si se trata de un riesgo que nos puede servir de una forma u otra y el objeto del cual podemos comprender, estamos mucho más dispuestos a aceptar tal riesgo.

Otro factor de ultraje muy importante es la voluntariedad. Estamos dispuestos a aceptar un riesgo voluntario porque no genera ultraje, pero no aceptamos un riesgo forzado. No tenemos dificultades en aceptar el riesgo que pone el fumar cigarrillos o el conducir un coche para la salud, pero un riesgo forzado como la instalación de un nuevo centro de tratamiento de residuos hospitalarios en nuestra comunidad, sobre todo si no estamos involucrados en el proceso de decisión, nos suele ocasionar problemas.

También nos resulta menos difícil aceptar un riesgo que pensamos poder controlar. El público suele reaccionar como ultrajado cuando se siente sin experiencia, sin información, sin control. La globalización de nuestras economías nos ha “regalado” el transporte de los residuos a otras partes del mundo. Por consecuencia, la gestión de los residuos ha dejado de ser una responsabilidad local y se ha convertido en una cosa tratada a un nivel global. Eso resulta en un sentimiento de pérdida de control sobre cosas tradicionalmente controlables. También tenemos miedo de sufrir una distribución inadecuada de las ventajas. El sindrome NIMBY (“Not in my backyard”) también es un resultado directo de esta pérdida de control percibida.

Es también un fenómeno natural que las personas que deben soportar riesgos mayores que sus vecinos, sin recibir a cambio mayores beneficios, se sienten agraviadas. Los gobiernos en muchos paises han entonces adoptado la costumbre de ofrecer compensaciones a comunidades donde quieren instalar un nuevo vertedero. Pero hay que tomar en cuenta de que esa forma de justicia no siempre es gran ayuda en resolver el problema a nivel social. Dado que el comportamiento de los seres humanos es tal que atribuyen más importancia a lo que pierden que a lo que ganan, a veces haría falta una compensación excesiva que limita la viabilidad de un proyecto desde el punto de vista financiero. Además, en ciertas partes aún lo consideran como una forma de soborno.

En nuestra sociedad también tenemos cosas que no sólo se consideran como malas pero “inmorales”. Y así es que varios decenios después de haber leído por primera vez sobre el SIDA en la prensa, y de saber mucho más sobre los riesgos reales de esta enfermedad adquirida, a gente sigue considerándola como algo místico y condenable. No sólo pueden morirse del SIDA las personas HIV positivas – es también una enfermedad que carece de moralidad y por eso es un “riesgo inaceptable”.
 
El público se preocupa mucho más del riesgo obtenido de las instalaciones de combustión de residuos hospitalarios, por ejemplo, si no sabe nada de la tecnología moderna empleada. La deducción analógica es que la gran tecnología resultará en un gran riesgo. Por otro lado, la gente tiene muy pocos problemas con los riesgos conocidos y familiares. Fuman su paquete de cigarrillos cada día totalmente dejando totalmente de lado el riesgo de enfermar de cáncer pulmonar, o el estrés que tienen cada día en su puesto de trabajo, así aumentando el riesgo de un ataque cardíaco.
Es interesante observar a los obreros trabajando en los centros de tratamiento de residuos peligrosos, para quiénes la gestión de tales residuos es una rutina diaria y, por consiguiente, muy a menudo no suelen prestar atención a los peligros a los cuales están expuestos. Muchos de ellos echan al olvido las instrucciones de seguridad, como el requerimiento de llevar guantes protectores o de no fumar en zonas explosivas.

Un accidente memorable, como el de Chernobyl, hace que el riesgo sea más fácil de imaginar y por eso parece ser más arriesgado. Un símbolo potente, como una cabeza de muerto en el lado de un depósito de residuos peligrosos, puede tener el mismo efecto.

Algunas enfermedades como el SIDA o el cáncer, suscitan más terror que otras. La indetectabilidad de la mayoría de los carcinógenos y la evidente consecuencia de muerte del SIDA aún aumentan el terror.


¿Cómo se puede abordar el problema de los riesgos ambientales y su percepción?

El cambio climático con sus peligros globales, como la contaminación del aire y de las aguas, ha crecido en una amenaza ya bastante difícil de controlar. Nos damos cuenta de que algo está “sucediendo”, pero el riesgo es demasiado abstracto y “lejos” de nuestra vida diaria, así que nos ponemos más o menos indiferentes ante el desarrollo obvio y los futuros efectos. Ignoramos nuestra capacidad y responsabilidad en combatir estos efectos y “corregir” este terrible desarrollo.

Investigaciones y encuestas en muchas partes del mundo han revelado que algunos paises parecen tener más problemas con la percepción de los riesgos ambientales que otros, y también dentro del mismo país pueden existir diferencias entre los sectores diversos en cuanto a la gravedad del problema. Mucho de eso se debe a la estructura diferente de los sistemas de tratamiento de residuos y de servicios humanos (p.e. de salud pública) en aquellos paises. En vista de las raíces profundas de ciertas costumbres culturales y sociales, resulta bastante dificil cambiar la percepción pública de los riesgos ambientales, o sea solamente a largo plazo.

Desde un punto de vista lógico, el primer paso sería reducir a un mínimo los riesgos reales dedicándose a la “mejor práctica” (o en inglés: “best practice”), que es la única medida de establecer confianza. La “mejor práctica” consiste en ofrecer una formación adecuada a los empleados y obreros en las instalaciones de gestión de residuos. De esa forma se logra eliminar o al menos reducir los accidentes que resultarían de un tratamiento inadecuado de tales residuos.

No obstante en muchos paises, incluso en los europeos, es una cuestión de dinero el procurar buenos servicios de formación y precaución. Los gobiernos nacionales y regionales, con sus presupuestos limitados, suelen establecer una jerarquía de prioridades de inversiones y en ella, la formación del personal muy a menudo figura en último lugar. Debido a la insuficiente formación,. el personal de plantilla no dispone de los instrumentos que serían necesarios para protegerse a si mismo contra los riesgos potenciales en su puesto de trabajo o evitar que los demás también sufran por consecuencia de sus acciones.

Proactividad en la gestión de los residuos

Ya que el público responde más al ultraje que al peligro, los gestores de riesgos deben tratar de comunicarselo al público que los peligros graves merecen ser más ultrajantes mientras que los peligros moderados lo merecen menos. Campañas contra la conducción bajo los efectos del alcohol y la prohibición de fumar en edificios públicos ofrecen dos modelos de iniciativas llevadas a cabo con éxito para aumentar la preocupación pública por los peligros graves alimentando el ultraje.
De modo análogo, para poder reducir la preocupación pública por los peligros moderados, hay que tratar de disminuir el ultraje. Cuando se trata a las personas con justicia, honestidad y respeto por su derecho a tomar sus propias decisiones, es menos probable que sobreestimen los peligros pequeños. En este sentido, la comunicación adecuada puede ayudar a explicar el peligro. Pero en el caso de que las personas no sean tratadas con justicia, honestidad y respeto por su derecho a tomar sus propias decisiones, poco puede hacer la comunicación para impedir que expresen su ira abiertamente.

Los gestores de riesgo también tienen que establecer y mantener buenas relaciones con la prensa y los medios de comunicación en general. .Aunque la industria de los residuos podría ofrecer cientos de páginas de evidencia científica de un tratamiento responsable de los residuos peligrosos en los hospitales, basta con una sola historia de contagio de hepatitis C en la prensa para fomentar el miedo público de que podrían ser maltratados los pacientes. En Austria eso fue el caso en 2002 cuando la prensa informó sobre tres casos de contagio de hepatitis C en el Hospital General de Viena. Debido a la inmediata reacción de los responsables al reportaje negativo y al comunicarse activamente con la prensa, pudieron mantener el alto nivel de confianza en los servicios prestados.
De la misma manera que la fuerza de imaginación puede producir ultraje en el público, también puede ser muy útil en establecer connotaciones y pensamientos positivos.

Información y comunicación

La única manera de crear una percepción de los riesgos ambientales más adaptada al estado real es ofrecer más información. Claro, ofrecer transparencia e integrar al público en decisiones políticas no siempre garantiza que los conflictos puedan ser eliminados, e ironicamente más información a veces puede llevar a una peor amplificación social del riesgo. Pero, como dije anteriormente, tratar al público con justicia, honestidad y respeto por su derecho a tomar sus propias decisiones ayuda a disminuir el miedo y establecer confianza.

Se recomienda a los expertos ambientales de:
•    admitir que haya un riesgo
•    explicar que tipo de actividades sean tomadas y que planes hay para combatir incidentes negativos
•    aclarar que no existe nada como un tratamiento perfecto y que es más importante perseguir un mejoramiento progresivo

Kasperson, Golding y Tuler han identificado cuatro dimensiones de crear o destruir confianza:
•    Compromiso: la confianza del público emanece de su percepción de que hay un “compromiso sin compromisos” a favor de una tarea (como es la protección de la salud pública). Esa percepción de que se asume un compromiso a su vez se basa en la percepción de objetividad y fiabilidad.
•    Competencia: al presenciar fallos repetidos por parte de los responsables y al descubrir que los así llamados expertos o aquellos en carga carecen de competencia, el público muy probablemente perderá su confianza. Es imprescindible para los responsables mostrar competencia técnica en su ámbito de responsabilidad.
•    Interés: cuando un grupo de individuos depende de otras personas con más autoridad, es importante comunicarle que los responsables tienen un verdadero interés en su bienestar.
•    Predicabilidad: para establecer confianza es importante que el público vea sus expectativas cumplidas y puede confiar en un comportamiento consistente por parte de los responsables. Expectaciones continúamente violadas siempre resultarán en desconfianza.

La importancia de repetición

La información del público y la comunicación de los riesgos ambientales deben ser un proceso permanente que no se acaba después de haber lanzado las primeras campañas. Originando en los métodos básicos de la educación infantil, los esquemas repetitivos se dejan también usar en las otras etapas del desarrollo humano (incluso entre los muy mayores). Cuanto más un hecho se establece en la memoria de las personas, tanto más lo aceptan como parte integral de su vida. La explicación científica es que el cerebro tiene la capacidad de almacenar recuerdos a través de las neuronas y escuchando o viendo algo frecuentemente hace que las acciones repetidas se conviertan en una costumbre.

Todo tiene su lado bueno y malo…

Al fin y al cabo, sería muy útil motivar a los expertos ambientales de reexaminar su propia opinión frente a la percepción del riesgo. El ultraje público también se puede considerar como un desafío muy positivo y un incentivo para mejorar la situación. En unas partes, la oposición pública ya ha contribuido a que los responsables se dediquen más a la reducción de los residuos y al reciclaje y pongan más énfasis en el tratamiento sostenible y en la formación adecuada del personal.

Hacia el futuro

Lo que debemos comprender es que en el camino hacia el cambio existen obstáculos culturales, sociales y políticos. Mucho depende de cuanto se desea este cambio y de la consistencia y del compromiso del público así como de los individuos. Una educación adecuada y una mejor comprensión son los instrumentos más sostenibles para cambiar y reestructurar nuestro futuro.

Sandra Schopf
 Fue jefa del grupo de trabajo sobre comunicación y asuntos sociales en la Asociación Internacional de los Residuos Sólidos (ISWA) desde 1997 hasta 2002.
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