El llamado de atención del rey Juan Carlos al presidente Hugo Chávez en la Cumbre de Santiago de Chile, podría aplicarse a otros líderes que brillan por su locuacidad y, la mayoría veces, falta de urbanidad y tacto. Incluso cuando van de visita a casa ajena, y no tienen empacho en hacer desplantes a sus anfitriones.
Durante su visita a México, al presidente Correa se le pudieron anotar varios de estos deslices, pero tal vez el más notable se produjo cuando candorosamente exaltó el “respeto” del coronel-presidente a los problemas internos de sus vecinos latinoamericanos. Una defensa que nadie le pidió, y que en muy corto tiempo Chávez le devolvería con un desplante.
¿Olvidó el otrora académico la injerencia de Chávez en las elecciones peruanas, o el insólito reclamo que hizo a Chile de una salida al mar para Bolivia, o el sospechoso maletín venezolano con dólares que escandalizó a la opinión pública argentina durante las últimas elecciones en ese país?
Chávez, tal vez mirando con suspicacia la popularidad de Correa en el continente, fue el primero en darle un abrazo conciliatorio a Uribe en República Dominicana, y en reestablecer las relaciones diplomáticas con Bogotá.
En realidad, si importante fue el triunfo ecuatoriano, mucho más lo fueron los logros de Venezuela y Nicaragua.
Para colmo, ahora Chávez descoloca a nuestro Presidente con la siguiente afirmación: “Hubo un tercer intento de liberación, yo le pedí a Rafael Correa que lo hiciéramos por Ecuador. Esa fue la razón por la que el portavoz de las FARC fue a territorio ecuatoriano”. ¿Para qué enemigos, si en los momentos más difíciles contamos con “amigos” tan eficientes? La exigencia del rey Juan Carlos, sin dudas, conserva su vigencia.
Si (
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