Diez perversos años y un desfile de sucesos históricos cuyo carácter común ha sido la ruina del país: "¡Váyanse todos!". Aludiendo a los médicos, vociferó el culpable de la destrucción. Ahora los hospitales no tienen médicos, especialistas, neonatólogos ni anestesiólogos y aún continúa condenando. 700 mil millones de dólares -¿cómo se cuenta eso?- nos hubiera situado a la cabeza de Latinoamérica, pero optó por la vía cubana, decadente, creadora de miseria y autómatas que lamen manos de carceleros. Condenados nuestros hijos a similar destino...
Hordas famélicas de pan, educación libre y amor, preñez a edad de jugar con muñecas, un Barrio Adentro dispendioso que ni siquiera cubre la totalidad de estas embarazadas ignorantes, curiosamente avalado por la OPS, también fiadora de las estadísticas forjadas de Cuba. Los adelantados prometen la versión 3 con equipamiento que nunca llega y sin médicos capaces porque a los buenos ya los hicieron ir. El control prenatal es como la vacunación, de cobertura universal, pero diez años no son suficientes. ¿Quién prescribirá un placebo a esas madres y a tantas otras que a diario pierden sus hijos en medio de la violencia tolerada desde el alto Gobierno?
Pero surgirá una generación de crisis; una de renovación universal irreprimible, una que aspire a una Venezuela en la que se aúnen las libertades cívicas, las jerarquías y su independencia, el decoro moral, el fervoroso cultivo de la inteligencia y la eficacia técnica, y sin ser o querer ser conspirador, todo hombre o mujer que sienta viva en su alma el deber de promover y orientar la conciencia histórica de nuestro pueblo, tiene la obligación inajenable de hacerlo... Nuestra deuda con Dios es la muerte. Y no somos nosotros los que fijamos el día y la hora del pago, sino Él.
Rafael Muci-Mendoza
Médico venezolano
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