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El problema del agua

La sequía cuartea Cataluña y deja en cueros al ejecutivo de Montilla

La sequía cuartea Cataluña y deja en cueros al ejecutivo de Montilla

La sequía provoca en Cataluña un verdadero cataclismo político. La falta de agua amenaza con causar restricciones en la zona metropolitana de Barcelona en un par de meses si no llueve. Ante esta perspectiva se han encendido todas las alarmas y las luces rojas afectan especialmente al gobierno de la Generalitat que preside José Montilla.
La zona metropolitana de Barcelona se abastece de agua procedente de la parte oriental de Cataluña. Básicamente de los ríos Ter, que pasa por Girona y Llobregat, un río con menos posibilidad de aprovechamiento por su alto nivel de contaminación.

El otro sistema hidráulico catalán es el que se basa en el río Segre, afluente del Ebro y por ende adscrito a su confederación hidrográfica. Legalmente las cuencas que afctan sólo a una autonomía dependen de esta y las que pasan por más de una, como es la del Ebro, tienen administración estatal.
Ante la posibilidad de restricciones en el gobierno catalán hace meses que se han puesto en marcha mecanismos que estimula en ahorro de agua. En Cataluña el consumo se ha reducido en un 8% en los últimos meses. ¡pero no es suficiente!

La consejería de Medio Ambiente está en manos de ICV-EUIA, una coalición equivalente a Izquierda Unida en lo conjunto de España. Este grupo lideró durante la anterior legislatura la oposición al trasvase del Ebro.  El consejero se llama Francesc Baltasar y en esta crisis ha cometido errores que le pueden costar la cabeza.

La consejería planteó diversas alternativas a la falta de agua. Una de ellas ya es conocida, la compra de agua procedente de la desaladora almeriense de Carboneras. Pero otra era conseguir agua de otros lugares que no son las cuencas del Ter y Llobregat. El error de bulto de Baltasar fue actuar con oscurantismo de forma que justo después de las últimas elecciones se supo que la Generalitat había marcado diversas fincas que hacían posible enviar agua desde la cabecera del Segre hasta la cuenca del Ter y desde allí el líquido elemento llegaría a Barcelona.

El agua del Segre nutre una de las zonas agrícolas más importantes de España, el llano de Urgell. Los agricultores al saber que desde la Generalitat se planteaba el envío de agua a Barcelona han mostrado su opinión. La ley deja claro que el agua de boca es prioritaria. Pero también es cierto que el agua del Segre, si se envía a Barcelona irá a todos los usos, boca, industrial y agrario, sin posibilidad de discriminación.

Hasta aquí el problema técnico. Día a día los pantanos ven disminuir su capacidad y la necesidad apremia. Por primera vez desde hace mucho tiempo, Cataluña se muestra dividida territorialmente. La zona leridana se opone a quedarse sin agua para cederla a Barcelona y, también la zona de Tarragona, altamente sensibilizada desde la lucha contra el trasvase del Ebro, no quiere ni oír hablar de ceder agua a Barcelona.

La Generalitat insistió en conseguir ragua del Segre, pero lo hizo con cierta vergüenza ajena. Llegó incluso a negar con vehemencia que lo que propone es un transvase.

En los territorios que deberían entregar agua el movimiento en contra se extendió y afectó a los partidos políticos que apoyan al tripartito. Así, en ayuntamientos como el de Lleida, con mayoría absoluta del PSC se han votado mociones contra el trasvase. E incluso un consejero de origen leridano se opuso inicialmente a la extracción de agua hacia Barcelona, aunque luego requerido por Montilla, rectificó.

El gobierno catalán, por motivos que no se conocen, obvió que el agua del Segre es competencia estatal. Una vez conocida la intención de realizar el trasvase Baltasar insinuó que había pactado no hablar de tema hasta después de las elecciones del 9 – M. Fue desmentido desde Madrid.

La Generalitat, siempre celosa de sus competencias empezó a contradecirse. Si dar agua a los más de 5 millones de habitantes de Barcelona es su competencia, al no recibir el apoyo de Madrid tornó el argumento y exigió que fuera el gobierno central quien diera alternativas. En Madrid la posición ha sido no entrar de nuevo en el debate de los trasvases y insinuar que la Generalitat compre agua a los regantes del sur del Ebro y que la envíe a Barcelona.
En el tripartito, el PSC tiene como política oficial “buscar la solución esté donde esté”, ICV calla o no sabe que decir y ERC ha decidido oponerse al transvase.

¿Y la oposición? Pues tampoco es muy clara. CiU con su feudo leridano se opone a enviar agua de Lleida a Barcelona y en contrapartida arguye una antigua posición que es otro trasvase, esta vez procedente del río francés Roine, lo que implicaría unas obras también monumentales.
La Generalitat está atrapada en sus propias contradicciones. Con luchas territoriales que dividen los partidos y sin poder acusar a Madrid del problema, aunque quizás el gobierno catalán estaría ahora contento si pudiese traspasar la solución al ejecutivo central.

La situación puede empeorar porqué Cataluña es una zona turística y en época veraniega el consumo de agua se multiplica. En Barcelona, se ven venir las restricciones que quizás ni los barcos puedan solucionar,. Incluso el año que viene, con la puesta en marcha de una desaladora en Blanes (Girona) tampoco estará asegurado el suministro, y eso que en Barcelona es donde el agua es más cara de toda España. Así, que no extraña que el consejero de Medio Ambiente mire cada día al cielo e incluso, agnóstico declarado, haya admitido que se encomienda a la virgen de Montserrat para pedirle que llueva.
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