Bermejo, mejor sólo en funciones

Lo del ministro -en funciones- Fernández Bermejo, a la sazón titular -en funciones- de la cartera de Justicia, es la historia de una serie de despropósitos que, si bien se anunciaban ya desde su nombramiento, no sólo no ha defraudado a nadie de los que sabían de sus "peculiaridades" sino que se ha agrandado y hasta ha sorprendido a casi todos. 

Si ya algunas declaraciones y posicionamientos del entonces fiscal Bermejo parecían a amplios sectores algo extremadas, su actividad como ministro ha superado las expectativas más optimistas. Así cuando decía en el 2003: "Luchamos en su día contra los papás de los que nos gobiernan y no tenemos ningún temor a los hijos" siendo el señor Bermejo de familia más bien de derechas y franquista; así cuando se opuso al Pacto por la Justicia, cuando dijo que Mariano Rajoy (entonces ministro del Interior) era un xenófobo, cuando afirmó que la ley para acabar con la kale borroka  era "un disparate" y acusó al Parlamento de "regresar al modelo dictatorial de Primo de Rivera" o cuando se enfrentó con el ministro Michavila, al que llegó a demandar. Cuando quiso ser fiscal jefe de Madrid, el Consejo Fiscal no le dio un solo voto; ni siquiera consiguió los de sus compañeros de la Unión Progresista de Fiscales, un Consejo que tampoco le encontró capacitado para acceder a la Audiencia Nacional, ni para el Tribunal Supremo.

Pero fue ministro y entonces llegaría la historia de la famosa reforma del pisito y dos casos que han puesto los pelos como escarpias a la sociedad española: el asesinato de Mari Luz y la absolución por parte del Supremo del "grapo" Martín Ponce. En el caso Mari Luz, Bermejo guardó un silencio nada tranquilizador mientras España lloraba y maldecía; en el caso del asesino Martín Ponce, cuando se ha visto casi obligado a hablar por las preguntas de los periodistas, ha afirmado algo que, si bien resulta cierto en el fondo, repugna en su forma: "El sistema ha saneado el error" con la absolución de este terrorista que mató por la espalda a un policía nacional. Hombre, desde el punto de vista estrictamente  jurídico, imagino que lleva razón el ministro, pero utilizar el verbo "sanear" para calificar la absolución de un asesino, resulta duro, inapropiado y cruel y por eso el SUP -sindicato al que pertenecía el policía asesinado- califica al señor Bermejo de "socialista de salón", "bronquista tabernario", soberbio, políticamente indecente y moralmente despreciable, entre otras cosas.

Y lo peor es que al ministro en funciones parece no preocuparle casi nada: ni estos escándalos que, insisto, han creado una alarma social importante como no podía ser de otra manera, ni que sus funcionarios, los del Justicia, que llevan en huelga no sé cuánto tiempo, hayan votado masivamente en contra de la propuesta ofrecida por el ministerio. La conclusión a la que llega Bermejo no es que hay que hacer otra propuesta sino repetir el referéndum.

Y así es muy difícil conectar con la gente. Cuando uno está convencido que lleva siempre la razón y los equivocados son los otros, cuando se anda por la vida y por la política perdonando la vida a los demás, compadeciendo su ignorancia y despreciando al adversario, cuando se habla de "sanear" lo que sin duda es la consecuencia trágica de error dramático en lugar de lamentar lo ocurrido y prometer poner todos los medios para que nuestro sistema judicial mejore, cuando todo eso pasa y le pasa a una sola persona y esa persona es, además, ministro en funciones de Justicia, lo único que cabe esperar es que deje esa función cuanto antes, que ya no esté en el próximo gabinete. No va a pasar, pero este pueblo no se merece a un perdonavidas en la cartera de Justicia. Alguien puede decirme que cuando se le conoce, no es así; me da igual. Muchos sabemos lo que oímos a este señor y no tenemos por qué meternos en más honduras. Y lo que hasta ahora le hemos oído, sencillamente, no nos gusta nada.