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La pava saltó la talanquera

La pava saltó la talanquera

 

La vendetta continúa... La caimanera oficialista superará la de la oposición
En política, nada es más pavoso que una derrota. Cuando ocurren, todo cambia irremediablemente. La contabilización de los daños puede consumir un largo tiempo: algunos de ellos se visibilizan de inmediato; otros, en cambio, van apareciendo poco a poco, como un castigo que llega a cuenta gotas, buscando transformar en rectificación la amargura de la experiencia... Entre el momento del fracaso y el de su superación, media un recorrido borrascoso dominado por las tinieblas. La luz se mantiene ausente hasta que el aprendizaje abre paso a las correcciones, que sólo aparecen tras un proceso preñado de sucesivas penurias.

Como un axioma maldito, un traspié importante en política suele ser la antesala de muchos quebrantos posteriores, cada cual más dramático que el original... No hay forma de que los padres de la tragedia logren adelantarse a la complejidad de sus efectos. La imaginación resulta insuficiente cuando tanta gente e intereses están involucrados: por eso, el asunto desemboca siempre en una gran golpiza generalizada, que no deja hueso sano y que, siempre, termina acentuando la descomposición y las causas iniciales del drama... El accidentado nacimiento del PSUV hace parte de la seguidilla de consecuencias del 2D, cuyas peores secuelas hacen cola para emerger en el centro del tablero, una detrás de la otra.

Hace cuatro años, con motivo de los resultados del revocatorio, la oposición vivió un momento similar a éste actual del chavismo. Recordar aquel duro trayecto -del que apenas hoy comienza a recuperarse con dificultad- sirve bien a la comprensión exacta de la agria coyuntura que Chávez tiene enfrente y, peor, de los tantos agobios que aún le restan por sortear... El opaco espectáculo de la creación del PSUV es una nueva confirmación de que las derrotas traen malas sombras y de que, entre ellas, afloran los fenómenos más perniciosos de la política.

Los ajustes de cuenta, las pugnas sectoriales y la búsqueda de los culpables (del 2D), son apenas la punta del iceberg que colisionará de frente con los intentos cupulares de poner un mínimo de orden... El saldo será literalmente rojo, porque el trauma es inevitable, como lo serán también sus corolarios electorales. Nadie podrá controlar la dinámica endemoniada de estos trajines internos: ni siquiera el líder único ha perdido fortaleza para hacerlo. Estos conflictos adquirieron vida propia tras una derrota que es síntoma de la enfermedad estructural del chavismo... La profundidad de las heridas neutralizará la autoridad de la nueva directiva, que ha nacido impugnada por las regiones, justo donde se escenificará el brete decisivo de noviembre. La vendetta continúa... La caimanera oficialista superará la de la oposición. La pava saltó la talanquera. Ni el cariaquito neutralizará sus efectos.

Argelia Ríos
Periodista Venezolana
[email protected]

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