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España, callada ¿por prudencia, por error?

España, callada ¿por prudencia, por error?

La política exterior no ha sido precisamente la estrella en los debates televisivos, tan seguidos, entre Rajoy y Zapatero. Ignoro si es que es un tema que interesa poco a los dos principales candidatos, o si lo que ocurre es que hay cuestiones que interesan más en este período preelectoral. Quién sabe. El caso es que desde el gobierno se insiste poco en la cuestión, quizá porque a Zapatero le gusta más la política interna que la diplomacia, quizá porque el presidente del Ejecutivo español se siente incómodo en un mundo que no acaba de abarcar, que no comprende y en donde, no sólo por cuestión idiomática, no le comprenden. Y desde la oposición apenas saben hacer otra cosa que repetir que el Ejecutivo socialista “no tiene más amigos que Hugo Chávez y Fidel”. Injusticia notoria, por lo demás, y simplificación intolerable, impropia de quien vierte tan esquemáticos conceptos. Pero ya sabemos que tampoco Mariano Rajoy es precisamente Metternich…

Reconozco que la política exterior es tema que, en todo caso, ha apasionado poco en esta recta final, trepidante, de la campaña electoral que colocará a Zapatero o a Rajoy en el despacho presidencial de La Moncloa. Y, así, hemos visto que el gobierno español se mostraba vacilante sobre qué hacer con el reconocimiento de Kosovo --¿seguir la estela de Francia y Alemania?¿no reconocer, como finalmente se hizo, al nuevo Estado?--. Y ahora comprobamos que la voz de España ha estado bastante ausente en el conflicto entre Venezuela y Colombia, con Ecuador por medio. Una crisis muy seria ante la que se pueden mantener varias posiciones, desde la inactividad, para evitar que te acusen de injerencia, hasta un intento de mediación. Se ha elegido lo primero, que era lo más fácil.

La verdad, en todo caso, parece ser que la voz de Madrid llega cada vez con mayores dificultades al otro lado del océano. Quizá porque, a pesar de la flamante secretaría de Estado para Iberoamérica, pese a las ingentes cantidades de la cooperación, por encima de la existencia de una Secretaría general Iberoamericana –encargada de preparar las ‘cumbres’ anuales--, faltan directrices desde La Moncloa. Lo cual es una sensación que comparten no pocos de los importantes empresarios que tienen fuertes inversiones en muchos países de América Latina.

Y ya digo: la campaña electoral ha ayudado poco a potenciar la presencia exterior de España y a coordinar esfuerzos para ayudar a superar la crisis en las relaciones entre dos países tan importantes como Venezuela y Colombia. Claro que, habiéndose deteriorado tanto los lazos entre Madrid y Caracas, ¿qué se podría esperar de un intento de mediación desde España? En el propio Ministerio de Exteriores, que es donde más se padecen los ‘olvidos diplomáticos’ de La Moncloa, consideran que hubiera sido “absurdo” que este país nuestro hubiese tratado de jugar algún papel pacificador en el conflicto.

Son, ay, otros tiempos, que evidencian la carencia de un proyecto sólido en la acción exterior española. Y ello, desde luego, repercutirá en el principal eje de influencia y de acción de la diplomacia de España, es decir, Iberoamérica.
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