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Máscara por miedo

Máscara por miedo

Para la mayoría del pueblo al rey Momo se le cayó la máscara y también la careta
Los romanos para hablar de la máscara que se ponían los actores en el teatro clásico utilizaban la palabra persona y de allí derivó la palabra personalidad. Razón por la cual, al referirse a la personalidad de un individuo involuntariamente se cuele un dejo de suspicacia pensando en todo lo que se esconde detrás de su máscara.

La máscara en algunos seres es extremadamente peligrosa, la utilizan para engañar y crear una falsa identidad que es la cara. Espejo de la mente que a través de miradas, gestos, sonrojo y el mucho o poco sudor que resbale por la frente muestra con sinceridad o más frecuentemente engaña acerca de lo que está vadeándose en la psiquis.

La máscara y la cara nunca han sido confiables. Con la cara se aparenta amistad, bondad, afecto, respeto y en el fondo lo que se busca es beneficio personal. Aprovecharse de los demás, explotar sus ilusiones, maniobrar sus creencias e inclusive adoctrinar las mentes de otros para que poco a poco se conviertan en los esclavos del siglo XXI. Y con la máscara la tragedia es mayor pues se concierta un problema mental de tales dimensiones que se entra al mundo de los trastornos de personalidad.

Se pueden caer las máscaras y lo que se descubre es tan macabro o más que la máscara misma. Se evidencia una cara que se ha utilizado para mentir y engañar a una sociedad y entonces aparece la gran tragedia. Un cataclismo de miedos inunda al pueblo. En algunos con debilidades en el alma, el terror les invade y el único mecanismo psicológico para defenderse es ponerse la máscara de cómplices. Se humillan, se dejan vejar y venden la dignidad por mucho o poco dinero. Con la máscara de lacayos logran participar en un horripilante carnaval en el que ya no pueden gozar, disiparse ni darle rienda suelta a sus deseos ni pasiones ocultas.

La mayoría del pueblo no necesita de mascaras, para ellos al rey momo ya se le cayó la careta y también la cara. Y para el actor principal de este carnaval político, tan dominado por el terror está, que no le alcanzan las máscaras. Desfila todos los días con una diferente: de peleador, mártir, guapetón, salvador, iluminado, trastornado, humanista. Y el día llegó que su propio miedo es tan atroz que tiene que ponerse la única máscara que le queda, su propia cara.

Luis José Uzcátegui
[email protected]
www.gerenciaemocional.com

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