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Cumpleaños…¿feliz?

Cumpleaños…¿feliz?

Puede que aún haya quien crea que la jubilación es cosa de edad, y no de estatus personal, de forma física y moral e incluso de ocupación. El Rey

de España ha mostrado en las últimas horas estar lleno de reflejos políticos, y las encuestas lo presentan casi como irrepetible. Cumplir setenta años, para un Rey en forma –que la forma no consiste en ganar carreras de velocidad, sino en saber aplicar las dosis justas de veteranía allá donde haya que aplicarlas-- , no es nada. Sobre todo, sabiéndose apoyado por un Príncipe que entra en la edad madura –cuarenta años el próximo día 30—y que sabe cuál es su papel como sucesor. Que es donde puede residir el problema, si es que tal problema existe.

A este respecto, pienso que el cumpleaños del Rey no es del todo feliz. Una serie de circunstancias, protestas minoritarias y desencuentros achacables a los factores más diversos han amargado a Don Juan Carlos en los últimos meses. Y las funciones que haya de desempeñar el heredero de la Corona constituyen uno de esos problemas no del todo bien resueltos, a mi entender, y que necesitarían una buena dosis de reflexión por parte de quienes se encargan de que la institución no pierde ni un ápice del esplendor que ha tenido a lo largo de tres décadas.

El Rey ha pilotado bien, con cuantas críticas quieran hacerse a aspectos puntuales de su trayectoria, la nave. Ha sabido llevarse correctamente con los gobernantes de turno, ha jugado el papel moderador entre los territorios del Estado hasta más allá de donde algunos han querido permitírselo y, cuando ha sido imprescindible, no ha dudado en adquirir el protagonismo que la situación requería. No puede pedírsele mucho más a un jefe del Estado cuyas funciones están limitadas por la Constitución.

Me quedo, con todo, con la sensación de que entramos en una nueva etapa, en la que el Príncipe deberá ir adquiriendo gradualmente un papel más importante y, en todo caso, más allá de lo que supone la mera representación de la familia real cuando y donde le toque. Son muchas las monarquías que no han sabido encauzar suficientemente las funciones correspondientes al heredero, muchas veces por culpa del propio heredero. No es el caso de Don Felipe, cuyas cualidades aprecian quienes las conocen. La Corona española, por tantas razones tan afortunada, necesita ahora dosis renovadas de audacia, imaginación y generosidad. Y, como dijo el Monarca en su alocución de Nochebuena, el apoyo de los partidos mayoritarios a las instituciones, comenzando por la Corona.

¿Nos reiterará algo de todo el Rey en su mensaje del Día de las Fuerzas Armadas? A Don Juan Carlos. Últimamente, hay que interpretarlo con suma atención, porque, fiel a su estilo, lanza mensajes sutiles y toda su atención ha de estar puesta ahora en la perpetuación de la Corona en una España, una Europa y un mundo en rápida transformación. Por lo demás, como español que se proclama monárquico, crítico allá donde piense, desde la libertad y la falta de compromiso, que haga falta, quiero aprovechar la ocasión para felicitar muy de corazón a Su Majestad.

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