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¿Regalo navideño o victoria pírrica?

¿Regalo navideño o victoria pírrica?

Si fue pecado retirar el tema de la capitalidad de manera tan torpe del escenario constituyente, fue pecado capital forzar la ahora grosera aprobación en grande de una nueva Constitución Política del Estado. Ahora ya no hay tiempo para penitencias, aunque nunca es tarde para el arrepentimiento. Se anuncia el infierno, la violencia del poder premeditada y sin titubeo. Ya no es desconcertante que, en medio del dolor y la crispación, el propio Presidente haya conminado a que sí o sí se tenga un texto constitucional en diciembre. Su pedido fue parcialmente satisfecho.

¡Y cuánto duele la confusión y el aislamiento de La Paz! Con su ultimátum también contribuyó a darle una estocada a la Asamblea. Cerraron las puertas a un debate en las que tenía las de ganar y no dar pretexto a sectores también radicales del bloque sureño-oriental para entrabar el debate y evitar lo peor: un referéndum que los paceños dicen que no les conviene.

Pero eso ya es historia. Sucre ardió, la gente resistió y se desbordó. Mientras tanto, el Gobierno repite el mismo libreto de otrora gobiernos de turno en similares circunstancias. En la ‘guerra del agua’ y otros momentos de rebeldía y confusión insurreccional, se ‘ningunearon’ las voces departamentales y se subestimaron las explosiones regionales. Los Rada y Quintana de hoy son los Sánchez Berzaín de ayer. Estamos en manos de los duros, de los halcones.

Lo grave es que tampoco hay que subestimar la estrategia que finalmente desveló el Gobierno. El regalo de Navidad que reclamó tan simplistamente el Presidente no será para el pueblo, será para S.E. ¡Estaba tan contento el Presidente al encabezar en La Paz la marcha y darse un baño de multitudes que tanto exalta y le ayudan a olvidar los problemas que lo agobian! ¡Qué consuelo hacerlo cuando similar situación no puede repetirse en una mayoría de las capitales de departamento en el país! El refugio andino lo reconforta.

Ya no importa el dolor de Sucre, que lloraba a sus muertos. Las decisiones adoptadas en cadena, la arremetida contra prefecturas, la renta dignidad y el bono Juancito Pinto, la rearticulación de los movimientos sociales, la manipulación sentimental de pobres y ancianos, la propaganda y gestión electoralista, el refugio en La Glorieta, el “¡ahora es cuando!”, ¿responden a una estrategia para encubrir sus debilidades y aparentar una fortaleza que sentía perdida o un último intento para reagrupar a aquellas fuerzas que pese a su radicalismo se le alejaban? ¿O quizás la mejor manera de librarse de las ataduras que le imponen las leyes de una democracia que le impide coronar su sueño revolucionario? Sueño que, para ser perfecto, debe teñirse de sangre y violencia justificada. No faltan analistas que intuyen una combinación absurda y explosiva de ‘melgarejismo’ y un infantilismo de izquierda trasnochado y de nuevo cuño.

Los bolivianos no quieren violencia, ¿cómo evitarla y pacificar el país ahora que se cruzó la línea de los radicalismos, las paranoias y los prejuicios de uno y otro lado? ¡Lo sucedido no fue un buen regalo de Navidad!, fue una victoria pírrica. Tampoco habrá que festejar un eventual referéndum posconstituyente que selle una parodia,  en la que todavía quisiéramos creer para bien del país si se reconduce y reparan ilegalidades e ilegitimidades. Un referéndum así sería la demostración de la incompetencia en la elaboración de acuerdos, la victoria pírrica de la impaciencia frente a leyes que incomodan. Fracasó la alquimia de la buena política. Parafraseando a Rousseau, parecemos estar condenados a vivir bajo el capricho y el gobierno de hombres y no bajo el imperio de la ley.

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