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De Fernando Fernán Gómez a Paco Candel

De Fernando Fernán Gómez a Paco Candel

Con menos repercusión mediática que Fernando Fernán Gómez, también acaba de morir otro hombre que yo apreciaba: Paco Candel, de profesión, escritor.

El primero, el genial cómico, ha sido una persona paradójica. En una época de saberes fragmentados y, si acaso, especializados, él ha representado todo lo contrario: un personaje renacentista, es decir, alguien con la curiosidad de aquellos hombres del Siglo XVI que querían saberlo todo y abarcarlo todo.

Como gentes con más conocimiento que yo ya han hecho la exégesis del finado, sólo quiero aportar una reflexión personal: la aceptación por unos y por otros del personaje en una hora cainita de exclusiones partidarias. Quizás, mírese por dónde, la explicación radique en el individualismo a veces asilvestrado de Fernán Gómez. Esa rabiosa independencia personal, por paradójica, posiblemente le haya dado la dimensión universal de la que carecen aquellos otros acolchados por alguna facción o bandería.

Pero quiero hablarles de Candel, un ser entrañable, tan distinto del cómico laureado. A él siempre le dio por el compromiso, por jugársela incluso con una escritura que cincelaba mientras la aprehendía, él, el tipo de las Casas Baratas,  xarnego identificado con aquellos inmigrantes que querían integrarse en Cataluña.

Retrató ese mundo marginal y voluntarioso en medio centenar de libros menos leídos de lo que se debiera, orillado por una crítica que menospreciaba su calidad y estilo. Aun así, sus obras Los otros catalanes y Donde la ciudad cambia de nombre estuvieron entre las más vendidas hace cuarenta años.

Él, que se implicaba siempre con los otros, pese al cariñoso reproche de su esposa, Maruja — “Paco, no te metas donde no te llamen—, hasta fue senador, en las primeras elecciones democráticas, en 1977, en la lista de la izquierda, con casi un millón de votos.

Otros se hubiesen aprovechado de ese momio, para continuar viviendo al socaire de la política partidista, pero no él, Paco, el Candel, el de las Casas Baratas. Lo suyo era estar con su gente, quedar en bares de barrio y escribir artículos cada vez más espaciados cuando se quedaba sin un duro.

Ya ven qué dos personajes tan distintos se nos han ido simultáneamente. Pero la valía personal y la calidad humana priman sobre las diferencias de condición, estilo y forma de vida. Por eso sé que yo, como muchos otros, voy a echar de menos a ambos: a Fernán Gómez, por su talento universal, y a Paco, ay, por esa sencillez y afabilidad irrepetibles. 

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