A la cárcel, conductor

Estamos  en profundo desacuerdo con la última reforma del Código Penal, que hace pender la espada de Damocles de la cárcel sobre la cabeza de los conductores. Un exceso descontrolado de la velocidad o hacer bebido en demasía son cosas que le pueden llevar a usted a prisión, tras lo que se supone que sería un juicio rápido. Con lo que los juzgados, ya bastante colapsados, y los recintos penitenciarios, que lo mismo, se podrían, si la teoría impresa en el Boletín Oficial del Estado se hiciese realidad, ver abocados al caos.

Claro que lo que resulta imposible simplemente no se cumple, y eso es lo que va a suceder con esta normativa, sin duda dictada por la buena voluntad de Interior, de reducir bruscamente los accidentes de tráfico, pero también influenciada por esa manía de nuestro actual director general de Tráfico de considerar al automovilista como un homicida en potencia, al que más vale vigilar porque en cualquier momento se puede desmandar.

Y, claro, a ver quién es el guapo  que, en el Parlamento, vota contra este endurecimiento -perfectamente innecesario, por lo demás, porque el Código Penal ya contempla estas figuras delictivas- de las normas, un rigor sin duda bien visto por una mayoría de los ciudadanos: ¡a la cárcel con quien se pasa de la raya!

Claro que hay que sancionar las conductas irresponsables al volante. Pero antes de amenazar con la cárcel a quien, incluso sin provocar daños, conduce a velocidad considerada excesiva -no lo sería en algún otro país, como Alemania- o lo hace habiendo bebido demasiado, se deberían, en mi opinión, haber puesto en marcha otras cautelas: por ejemplo, revisar de una manera realista los límites de velocidad, absurdos y muy difíciles de cumplir en no pocos trayectos. O haber implementado esa siempre deseada comisión interministerial encargada de evitar, desde todos los puntos de vista posibles, la proliferación de accidentes de tráfico. Y hay que advertir que son al menos ocho los ministerios que deberían integrarse en esa comisión, que no solamente con el palo al conductor podremos atajar esa tragedia que, un fin de semana tras otro, puente tras puente, nos encoge el corazón.

Interior, Economía, Industria, Vivienda, Medio Ambiente, Cultura, Educación y hasta Exteriores tienen mucho que decir sobre evitación de accidentes. Y el director general Pere Navarro quizá tenga algo que aprender.