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¿Tienen algo en común Rabat y Santiago de Chile?

¿Tienen algo en común Rabat y Santiago de Chile?

La visita de los reyes a Ceuta y Melilla va a acaparar buena parte de la
actualidad de la semana que comienza, marcada, en todo caso, por la agenda
exterior, ya que, tras el viaje a las plazas españolas en el norte de
Africa, el jefe del Estado, acompañado en esta ocasión por el presidente
Zapatero, se desplazará a Santiago de Chile, para estar presente en la
‘cumbre’ iberoamericana que tiene lugar esta semana en esa ciudad. Son dos
citas que tienen que ver con la política exterior: la primera, aun no siendo
un viaje al extranjero, se relaciona con el ámbito diplomático por el
enfado, sonoro y gesticulante, del régimen alauita ante el viaje del Monarca
español a las dos ciudades esporádicamente reivindicadas por el vecino del
sur. La segunda es la ya tradicional reunión anual en un país
iberoamericano, una iniciativa que partió del Gobierno español en 1992,
cuando se celebró el Quinto Centenario del Descubrimiento, y que ha tenido
resultados desiguales en las diversas convocatorias hasta ahora.

Ambos hitos, el desplazamiento de los reyes a Ceuta y Melilla y la ‘cumbre’
iberoamericana, tienen aspectos comunes, más allá de que ambos se inscriben
en los movimientos diplomáticos de España. Porque tanto Marruecos como
Iberoamérica son objetivos esenciales para la política exterior española, y
a ambos destinos van dirigidas cuantiosas inversiones de las principales
empresas españolas, tanto turísticas como constructoras, bancos o de
telecomunicaciones.

Yo diría, por tanto, que estamos ante dos citas de gran importancia. La
primera, no siendo propiamente un viaje al extranjero, tendrá, no obstante,
que esforzarse por aplacar al régimen de Mohamed VI y, al mismo tiempo,
ponerlo en su sitio: España es ya un país demasiado importante para
Marruecos, en el ámbito económico y en el político –como mediador ante la
Unión Europea—como para que Rabat se permita prolongar desplantes como el
que supone nada menos que la llamada a consultas del embajador y el anuncio
de que no habrá ‘cumbres’ bilaterales con el jefe del Gobierno de España.
Habrá que ver hasta dónde se dosifican los gestos hostiles por la visita del
Rey de España a dos plazas que son españolas.

En todo caso, lo que está claro es que España, que tantos gestos amistosos
ha hecho hacia su vecino del sur, incluyendo variar su posición oficial
sobre el Sahara, no puede enemistarse al tiempo con Argelia y con Marruecos.
Y también es evidente que la diplomacia española, que Moratinos pilota con
la prudencia que no se emplea desde otras instancias, por ejemplo La
Moncloa, tendrá que emplear muy abundantes dosis de paciencia, habilidad y
firmeza para restablecer la situación. Lo que en ningún caso puede hacer es
suspender la visita real a Ceuta y Melilla.

Lo de la cumbre de Santiago de Chile tiene otros registros. España tiene
que lograr potenciar estos encuentros, únicos en su género, tratando de que
sirvan para dar pasos concretos y también procurando que asista la mayor
cantidad de presidentes iberoamericanos que sea posible. La Cumbre de este
año hay que juzgarla, a priori, con los siguientes parámetros, según fuentes
de la Secretaría General Iberoamericana que preside el uruguayo Enrique
Iglesias:

En primer lugar, se espera un alto nivel de presencia de Jefes de Estado y
de Gobierno. Presencia que, en todo caso, mejorará, sin duda, el elevado
índice de ausencias que registró la edición anterior, en Montevideo. Fidel
Castro, lógicamente, no acudirá –en unas ediciones sí estuvo presente, en
otras no--, pero habrá ocasión de debatir ‘en los pasillos’ la evolución de
la situación en Cuba. Para el Foro Empresarial, previo y paralelo a la
Cumbre, habrá récord de participación por parte de los empresarios más
importantes de España y América Latina.

Por otro lado, la ‘Cumbre’ venderá una cosa tan concreta como el Convenio
Iberoamericano de Seguridad Social, que va a mejorar la vida a millones de
ciudadanos, que podrán cambiar de país conservando su pensión y acumulando
sus derechos dentro del ámbito iberoamericano. Habrá también un empujón
notable al programa “Erasmus” iberoamericano, programa que ha sido todo un
éxito en Europa.

Y, además, España tiene en cartera dos cosas: la primera, reforzar (quizá
con una aportación sustanciosa) el Fondo del Agua Potable que se aprobó en
Montevideo, y la segunda, que puede tener mucho recorrido, estimular un
debate entre jefes de Estado y de Gobierno sobre la posible creación, a
largo plazo, de una especie de Fondo de Cohesión Social iberoamericano. No
en vano, la cohesión social es el gran tema de esta Cumbre. Todo el mundo
pensará en los fondos estructurales europeos, que, por cierto, tanto nos han
ayudado a los españoles, pero éste se trata de un fondo que se fía para
largo y que estará, en principio, limitado a las posibilidades que ofrece el
espacio iberoamericano.

Con este panorama, lo lógico es pensar que las aguas interiores se
aquietarán algo esta semana, tras las tensiones vividas entre los dos
grandes partidos a raíz de la publicación de la sentencia del 11-M. Será, en
todo caso, apenas un respiro, porque las elecciones se acercan, imparables.
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