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La vergüenza de nuestras teles

La vergüenza de nuestras teles

Vamos a hablarlo sin demasiados tapujos: el panorama que ofrecen algunos debates de ciertas teles, autonómicas y no tanto, es una vergüenza. Porque no se quiere el debate, sino el espectáculo. Ocurrió ayer en Canal Sur el último de estos espectáculos lamentables, que consisten en poner a ultraortodoxos de izquierda frente a algún histrión de la derecha, confiando en que el enfrentamiento asegure el espectáculo y el ‘share’. No importa el debate sereno, el fomento de la tolerancia y la moderación; eso no vende. Lo que esas teles quieren es leña al mono hasta que cante y, entonces, colocan a Rosa Regás y a María Antonia Iglesias, que no son precisamente un prodigio de contención verbal ni de discusión sosegada, frente al jefe de informativos de la COPE, Nacho Villa, un ultramontano que no duda en llegar al insulto personal a la hora de defender sus ideas, que siempre consisten en atacar al Gobierno, sin más. Y lo que ocurrió fue que Fernando Delgado, Iglesias y Regás casi llegan a las manos con Villa, en medio de un total barullo que derivó en el abandono del plató por parte de los tres primeros.

Quien suscribe ha tenido que  vivir en sus carnes algunas de estas confrontaciones con algunas de las gentes citadas. Curioso que tanto la pugnaz Iglesias, por un lado, como el exaltado Villa, por la otra, se encuentren entre los tertulianos más llamados por las televisiones periféricas y por algún programa de la estatal, como 59 segundos. Ahora, el programa que dirige Alfredo Urdaci ha decidido contratar como intervinientes ‘fijos’ a la mentada Iglesias y a Carlos Dávila, que puede que sea el único que supera a Villa en su parcialidad en contra de cuanto signifique socialismo o gobierno actual. Batalla garantizada, gritos a granell y sensatez que huye.

Es una radiografía más del estado moral de una sociedad. Hay una crispación que los medios televisivos –algunos de ellos, públicos-- no deberían fomentar a base de ‘debates’ artificiales, que no reflejan el pensamiento ni las posturas de la mayor parte de las gentes que se sienten de izquierda o de derecha (o de centro, que no existe en estos programas). En fin, Canal Sur ha logrado que todo el mundo hable hoy de esta televisión cuya calidad no siempre es envidiable. Pero, claro, todo esto ya sabe a poco: mañana, ¿qué habrá que hacer para incrementar el ‘share’? ¿Hasta dónde van a llegar algunos periodistas para que les sigan llamando a las pornotertulias? ¿Al apuñalamiento?
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