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Un cierre de campañas sin sobresaltos

El cierre de campaña en Argentina, para las elecciones presidenciales del domingo, llega sin sobresaltos a la vista y con la candidata oficialista, Cristina Fernández de Kirchner, la favorita en las encuestas, sólida en unos pocos reportajes periodísticos que concedió a última hora, mientras la oposición quedó arrinconada en su ruego al electorado para que le dé la oportunidad de una segunda vuelta.

Ya parecen remotas, en el país de la Plaza de Mayo siempre colmada, esas movilizaciones de cientos de miles de personas detrás de partidos y candidatos, que en esta campaña que concluyó el jueves no encontraron, ciertamente, la forma de entusiasmar a la sociedad.

A despecho del descreimiento que todos los opositores expresaron respecto de las encuestas que preanunciaron un triunfo arrasador del oficialismo, Cristina Fernández afrontó un par de reportajes de los tantos que le reclama el periodismo local sintiéndose la sucesora de su esposo Néstor y navegó con comodidad, sin apremios y con algunos lucimientos que desbarataron el razonamiento facilista según el cual Argentina va camino a vivir una mera sucesión "de alcoba".

La industrialización, la exigencia a los empresarios para que sean responsables en su búsqueda de ganancias, la proclamación permanente de la educación como prioridad, la justicia independiente, en fin, las consignas con las que nadie puede discrepar, dieron el contorno a un propósito en el que Cristina Fernández sí es más explícita que su esposo: el viejo sueño peronista del pacto social, la conciliación entre clases.

En un reportaje por televisión la noche del miércoles, la senadora nacional hizo gala de una batería abrumadora de cifras sobre reactivación, empleo y desempleo, producto interno bruto, inversión extranjera, comercio, presupuesto educativo, pobreza e indigencia, recitadas en un contexto conceptual según el cual en todos hubo mejoras durante el gobierno de su esposo y en todos habrá más con su gestión.

Se permitió inclusive defender las medidas en la medición de precios, el punto en el que el gobierno y por ende su candidatura recibió más ataques hasta el último aliento de la campaña para la votación del domingo, sin correr apremios por más que la sensación que parece extenderse en la sociedad es que hay una distancia peligrosa entre lo que dicen los informes estadísticos estatales y lo que pasa de verdad en los comercios del país.

Es que quienes más atacaron esa debilidad oficial, la segunda candidata con más preferencia según las encuestas, Elisa Carrió, y el tercero, el ex ministro de Economía Roberto Lavagna, están asomando lo que creen es la necesidad de una desaceleración del crecimiento, o un estado más "prudente", menos gastador, figuras que por encima de la voluntad de sus impulsores fueron parangonadas por la senadora con el modelo que llevó a la crisis que estalló en el país después de las políticas de ajuste a ultranza aplicadas durante diez años del gobierno de Carlos Menem, en los 90, y que no atinó a modificar su sucesor, Fernando de la Rúa. Carrió hacía sus últimas intervenciones alertando sobre el peligro inflacionario, Lavagna corría aproximadamente por el mismo andarivel. En suma un discurso que llama a contener, frente a otro, el del oficialismo, que llama a expandir, y a no temerle a esa expansión.

Sin que probablemente una buena parte de la audiencia, el electorado en suma, sea receptor de instrumentos suficientes como para sopesar quién se aproxima más a la política más correcta, el cierre de campaña está dejando la sensación, salvo explosiones imprevisibles de última hora, que Cristina Fernández recogerá en las urnas los frutos de un crecimiento económico de casi 50 por ciento en cuatro años.

No parece que esta campaña haya servido para alertar suficientemente sobre las tensiones que ese proceso contiene, y sobre las injusticias que lo caracterizan, sobre todo en la distribución, tema apenas mencionado por los candidatos principales y arrinconado en el casi solitario clamor de la izquierda que, como siempre en Argentina, va a las urnas muy fragmentada.

Termina la campaña con margen suficiente, inclusive como para que Cristina Fernández no haya dado un solo paso atrás en su visible reticencia a rendirle pleitesía a los medios y a los periodistas que la acusan de esquiva y poco comunicativa, así como a su marido lo tildaron de confrontativo con el "periodismo independiente".

Más aún, profundizó la línea cuando dijo la noche del miércoles, a modo de anuncio: "No haré de la construcción mediática el eje de la construcción política".
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