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Cecilia Albéniz mete un gol a Sarkozy

Cecilia Albéniz mete un gol a Sarkozy

La llegada de Nicolás Sarkozy al Palacio del Elíseo, hizo sonar las alarmas en muchos despachos de la Europa Comunitaria, por su carácter egocéntrico, por su derechismo, por las polémicas leyes que estaba dispuesto a aplicar. También en su entorno familiar temblaron ante la posibilidad de que su vida privada se viera expuesta en los medios de comunicación. Una vida menos idílica de lo que podría pensarse debido a las infidelidades de la pareja.

Al final lo que tenía que ocurrir, ocurrió. El lunes pasado Cecilia presentó la demanda de divorcio, porque no aguanta más. Hay una imagen que vale más que todas las explicaciones que puedan darse sobre las desavenencias de la pareja de moda. Las tomó la televisión el día en que Sarkozy tomó posesión del cargo. En el momento en que él, henchido de satisfacción y orgullo, se acerca al lugar donde se encuentran sus hijos, su madre y su mujer. Hay mucha emoción contenida en los apretones de manos que les da, en los besos, en las felicitaciones, por el triunfo que ha obtenido después de una campaña muy dura, y que ha puesto a prueba el carácter menos amable del presidente francés pero también el más atractivo a los ojos de un electorado decepcionado de los políticos, que espera mucho de un hombre que quiere arreglar el mundo a su manera.

Es una escena que no dura más de un par de minutos, y que quedó deslucida por la heladora mirada de Cecilia a su marido, cuando este se acerca para darle un beso y ella aparta la cara y mira hacia un punto indefinido. Quizá porque la conoce bien es por lo que Sarkozy prefirió dar la callada por respuesta, en un momento en que la gloria le sonreía.

Desde entonces es mucho lo que ha llovido, muchos los desencuentros, aunque el momento más difícil para Cecilia, el más comprometido, fue cuando el presidente francés decide enviarla a Libia, para negociar con Gadafi la liberación de unos médicos que estaban condenados a muerte porque según dijeron habían contagiado el Sida a decenas de niños. Una misión que salió bastante mejor de lo esperado, pero que le valieron muchas criticas, no sólo por el oscurantismo de la negociación, sino porque un tema tan delicado, de tanta trascendencia, lo hubiera dejado en manos de una mujer sin experiencia política ni diplomática, que igual que salió bien podía haber salido fatal.

Es posible que estas críticas y la persecución continua de los paparazzi, hayan sido la gota que colmó la paciencia de Cecilia. Puede ser, también que ella haya encontrado el amor de nuevo, o la pasión, tal y como se comenta en Francia. Lo que no deja de ser una situación incómoda para un hombre tan engreído y orgulloso como es el presidente francés. 

Cecilia no es la única mujer de un presidente europeo -los americanos son otra cosa- que se ha negado a ejercer el papel de co-protagonista, que ha impuesto sus propias normas de convivencia, pero si  la primera que le ha metido un gol a Sarkozy en su propia portería. Sólo por esto merece un monumento.
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