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Ibarretxe da la victoria electoral a Zapatero…¿o no?

Ibarretxe da la victoria electoral a Zapatero…¿o no?

Si Zapatero quisiera, venciendo su inclinación natural a la falta de firmeza, desde este viernes tendría ganadas las elecciones de marzo. Ibarretxe se lo ha puesto en bandeja; ha lanzado un brindis al sol convocando una consulta ilegal. Bastaría con que el presidente Zapatero –que no va a recoger un solo voto entre los nacionalistas vascos, se lo tome como se lo tome— asegurase, de una manera resuelta, que esa consulta no se va a celebrar, porque legalmente no se puede celebrar y hay que cumplir con la legalidad. Solamente con ello, el presidente transmitiría una buena dosis de tranquilidad a una ciudadanía agitada muchas veces artificialmente por detalles nimios, por pequeños chiflados que lo mismo declaran ‘territorio independiente’ un pedazo de terreno en Castellón que implantan la República en un municipio de la provincia de Málaga. Y claro, como España está poblada de gentes dispuestas a asegurar que todo se rompe, que los peligros más espantosos nos acechan, todos estos payasos que implantan la bandera tricolor en el baño de su casa encuentran circos, incluso mediáticos, que los acojan.

     Ese mensaje, como algún otro recordando que el Rey es, según la Constitución, el jefe de las Fuerzas Armadas, y va a seguir siéndolo, por mucho que los ‘socios’ catalanes de Esquerra se empeñen en  otra cosa, está siendo esperado por la ciudadanía como agua de mayo. Porque la actitud que se pide a Zapatero es la de la defensa de la legalidad frente al desmán, frente al despropósito, frente a las llamadas a la insumisión de todo tipo que proliferan en muchos rincones. Para eso le dimos el poder aquel 14 de marzo.

     Claro que lo de Ibarretxe no es lo del municipio castellonense ni lo de la localidad de Humilladero, constituídos en repúblicas de la locura y de las ganas de salir en los papeles. Lo de Ibarretxe es un desafío de esos a los que nos va teniendo acostumbrados, una huída hacia adelante de quien es cuestionado incluso por una parte de los suyos. Y, desde la soledad del marciano –la frase es de un ministro de Zapatero, que conste--, el lehendakari quiere hacernos rehenes a todos los españoles.

     Se ha equivocado Zapatero. Eso sí, con la mejor voluntad del mundo. Creyó ser capaz de arreglar las cañerías de un nacionalismo desviado sin utilizar el martillo  ni el destornillador, y no ha podido. ¿Cómo iba a poder, si el propio Josu Jon Imaz, el propio Duran i Lleida, que salen de las camadas nacionalistas, no han podido con sus propios radicales, con sus visionarios? Mantener a los nacionalismos satisfechos dentro del Estado es tarea complicada; si algunos de esos nacionalistas han sido alentados desde el poder central o, peor, si ese poder ha convertido a los más radicales de entre ellos en sus socios,  la cosa se complica aún más.

     Porque si el nacionalismo es, como algunas veces he repetido, un estado de espíritu, ¿cómo intentar un diálogo desde el raciocinio con alguien a quien, como Ibarretxe, hasta los suyos le llaman ‘el marciano’? O ¿cómo llevar adelante el pacto con un partido que, como Esquerra Republicana de Catalunya, alienta a ‘sus’ jóvenes a quemar retratos del Rey en Gerona?

     Zapatero creyó que, aliándose con Esquerra,  con el Bloque Nacionalista Galego, con Eusko Alkartasuna o con Nafarroa Bai podría llevar a la racionalidad del Estado a estos partidos que bordean los extramuros del sistema. Muy legitimamente, supongo; pero lo que está claro es que tales partidos no pueden gobernar; que lo suyo, su misión en la vida, es la protesta desde una oposición con muy lejanas expectativas de llegar al poder.
 
    No soy quién para dar consejos al presidente del Gobierno, rodeado como está de asesores de todo tipo. Pero creo desde ahora que perderá las elecciones si no cambia el rumbo –como ha hecho por ejemplo respecto e la negociación con ETA, o al introducir el concepto ‘Gobierno de España’ en los mensajes los ministerios—y afronta con un talante más duro las salidas de tono de socios y afines, los desafíos al sistema, que empiezan a proliferar.

     Zapatero dijo que iba a “matar a besos” a sus adversarios en los medios, y ello solamente sirvió para darles alas; creyó, de buena fe, que cediendo terreno frente a ETA acabaría con la violencia que ejerce la banda y los locos de la banda dejaron pasar la oportunidad de tomar la mano tendida; al contrario, la escupieron.

    Ahora, todos aguardamos los próximos gestos del presidente. Porque, desde la oposición, donde se asienta Rajoy, es más fácil anunciar una línea inequívoca de conducta; es desde el Gobierno desde donde queremos ver lo que nos lanzan a los ciudadanos como reacción ante los desafíos de quienes quieren poner a prueba la convivencia. Por supuesto, sigo siendo partidario del sí a la tolerancia, a la flexibilidad, al diálogo, en el ejercicio del Gobierno. Pero existen límites ante los que hay que pararse a reflexionar. Lo de Ibarretxe este viernes ha sido una bofetada educadamente envuelta en una invitación al diálogo que no es tal invitación, sino un trágala; un chantaje, vamos.

     Estoy ansioso por comprobar los próximos movimientos de ZP. En ellos, ya digo, está su victoria o su derrota electoral. ¿Cuál de los dos caminos escogerá el presidente del Gobierno?
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