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Del arte a la perversión

La política es un arte y un servicio. Un veterano socialista me decía hace tiempo que política es “una de las grandes cosas que un ciudadano puede hacer en su vida”. Pero la política puede ser, lamentablemente, otras muchas cosas. Otro viejo amigo, experimentado en asuntos religiosos decía con frecuencia y llevando la crítica a la caricatura: “creo en la Iglesia a pesar de los obispos”. Al fin y al cabo, muchas veces los unos y los otros hacen política, pero pocas veces Política.

Lionel Jospin, un socialista francés de prestigio, ex primer ministro, líder indiscutible, el único que ha conseguido el poder para su partido después de Mitterrand, ha salido de su silencio y en un libro titulado “L’impasse” (el callejón sin salida, el momento en que no se sabe qué hacer) analiza la situación política que vive Francia y vierte duras críticas sobre la derrotada Segolène Royal: “ha convertido la acción política en el arte de comunicar, cuando no de manipular, en detrimento de las ideas... Buena parte de la campaña electoral que hizo terminó reposando en una auténtica perversión demagógica de la acción política...”.  

No me interesa la polémica por el poder en un partido sino el debate sobre las ideas. ¿Dónde están las ideas en el debate político español? La experiencia española de estas semanas, con una catarata de promesas electorales de partido con el dinero de todos los españoles empieza a ser realmente alarmante. Oportunista. No entro en si el dinero prometido a Cataluña para los próximos siete años es o no justo. Sí es, sin duda, no una manera de gobernar, sino de comunicar. Pero esta carrera acelerada de prometer dientes nuevos para todos, rebajas en las hipotecas, cheques-bebés o, la última, esta vez directamente por el presidente del Gobierno y su ministra de Vivienda, de 210 euros mensuales, 600 para la fianza a los jóvenes que alquilan un piso y desgravaciones fiscales, es algo más que un despropósito. Como el PP prepara una batería similar –sólo que, de momento, no cuenta con los Presupuestos del Estado-, esa guerra por el anuncio de medidas entra de lleno en lo que Jospin llama la “perversión demagógica de la acción política”.

Diga lo que diga quien lo diga, aquí no vamos a elegir entre dos programas políticos ni entre dos conceptos de España o del mundo sino entre el folleto del “3 por el precio de 2” de unos y las “Ofertas Aniversario” de los otros.  Hay que ganar “como sea” y, luego, que sea lo que sea. El arte de comunicar a veces se convierte en una perversión de la política.
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