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Los sindicatos, ¿dónde están?

Daba gloria ver a Cándido Méndez, persona a la que por tantos conceptos respeto tanto, asentir contento al ver cómo José Luis Rodríguez Zapatero sacaba un nuevo conejo de la chistera en la localidad conquistada de Rodiezmo. Prometió Zapatero, es de suponer que sin consultar ni a Dios ni al diablo, como suele, una subida importante de las pensiones, como antes, en el debate sobre el estado de la nación en julio, había prometido un pago de dos mil quinientos euros por cada nuevo hijo. Me dicen que Solbes, nuestro sufrido vicepresidente económico, a quien es de suponer que nada de esto se le consulta, se agota advirtiendo que las alegrías pueden no dar para mucho, ni para muchos, dentro de no mucho.

Bueno, mañana ya veremos. Pero ahora toca alegría, que, al fin y al cabo, vienen unas elecciones y no hay como tener el ‘Boletín Oficial del Estado’ y el control de los Presupuestos para hacer mercedes. Lo cual, que, conste, a mí me parece muy bien: si no hubiese precampañas y campañas electorales, aún estaríamos en la era del derecho de pernada.

Lo que a mí me pasma es lo que comentaba al comienzo: que el primer sindicalista de este país se llama José Luis Rodríguez Zapatero, no Cándido Méndez ni José María Hidalgo. ZP les ha quitado todas las banderas y, a este paso, el próximo 1 de mayo saldrán reivindicando ‘cruceros para los obreros’, o alguna otra cosa similar, porque nada les va a quedar por exigir al Gobierno. O, al menos, no parece que se les estén ocurriendo muchas cosas. Si yo fuese un sindicalista de pro, o incluso si fuese de la patronal silente (que esa sí que anda como de crucero por esos mares de Dios), me pondría algo nervioso. Este Zapatero va muy aprisa. ¿Demasiado aprisa? Pregúntenle a Solbes.
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