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Pero ¿cuánto se le prometió a ETA?

Pero ¿cuánto se le prometió a ETA?

Los flecos de informaciones acerca de las pasadas negociaciones con ETA amenazan con convertirse en la serpiente de este verano, sobre el que, por si fuera poco, pesa la amenaza de una acción criminal de la banda terrorista. Recuerdo que algo conté yo en estas misas columnas, hace quizá unos tres meses, acerca de esas conversaciones a tres bandas, entre el Partido Socialista de Euskadi, el PNV y Batasuna, que llevaron a un documento de acuerdo que debería haberse hecho público el pasado 25 de octubre, pero que se frustró dos semanas después por nuevas exigencias inasumibles de Batasuna en relación con la incorporación de Navarra al territorio vasco. 

Ignoro por qué, desde el Partido Nacionalista Vasco, se filtra ahora nuevamente esa información, también recogida por varios periódicos en su momento. Como ignoro las razones por las que ‘Gara’ se decidió a hacer públicos los contenidos básicos de las famosas ‘actas’ de la negociación entre el Gobierno y ETA:¿quizá para hacer que Mariano Rajoy solicitase tales actas en el debate sobre el estado de la nación? Porque las actas, o como quiera llamárselas, existen, de acuerdo con fuentes que considero muy solventes, y están encerradas en una caja fuerte a orillas del lago Leman. De lo demás, incluyendo algunas aseveraciones que aparecieron en el periódico batasuno, ya no puedo responsabilizarme.

Lo que sí compruebo es que la mayor parte de las informaciones que se filtran son desfavorables para el Gobierno de Zapatero. Y, al margen de los errores de comunicación de Zapatero y su circunstancia, es que, claro, cuando uno negocia y lo hace con taquígrafos, aunque sea sin luz, dice muchas cosas que, puestas negro sobe blanco, acabarán perjudicándole a uno, al que más ganas tenga de llegar a un acuerdo.

Y este ha sido, a mi entender, el mayor error por parte del Gobierno en una negociación que pienso que debió acometerse y se acometió: un excesivo deseo, que se notaba, por alcanzar  cuanto antes un pacto de alto el fuego y quién sabe si de desaparición de la banda que ha sido una pesadilla para los españoles durante casi cuatro décadas. Eguiguren, que pasa, entre otros, por ser el negociador en todos los registros, es decir, en la trilateral con Batasuna y en la bilateral con la propia ETA, quizá fue excesivamente optimista sobre las posibilidades de lograr un fin razonable de esa pesadilla, y el personaje al que reportaba, es decir, Zapatero, tenía aún mayores deseos, más prisas y era todavía más optimista que el presidente de los socialistas vascos.

Al ser perceptibles tanto voluntarismo, tanta prisa y tanto optimismo no del todo justificado, la banda, que los propios responsables de Interior reconocen que tiene sus analistas inteligentes, locos quizá, amorales sin duda, pero buenos tácticos, incrementó sus exigencias. Puede que ellos, o una parte de ellos, no tengan tanto afán como Zapatero por llegar a un acuerdo rápido de entrega de armas y cese de la actividad asesina. Lo peor de todo, piensan analistas policiales, es que están encantados del poder que les otorgan los titulares de prensa y los ejecutivos de los partidos nacionales: nada menos que decidir, según coloquen o no artefactos explosivos, quién será el próximo presidente del Gobierno de España.

Por eso me parece que es imprescindible un doble acuerdo nacional: con el terrorismo no puede jugarse de cara a las elecciones. Ahora, bajo la amenaza de las bombas, se está dando una batalla que era obviamente imposible en los tiempos en los que estaba en vigor la llamada tregua y que está incrementando sensiblemente el número de etarras que están presos en las cárceles para muchos años o a punto de estarlo. Es una lucha en la que todos, incluyendo los titulares periodísticos, me parece que debemos estar unidos.

Y, por cierto: no entiendo (o sí) por qué por ejemplo no se destaca, en esas informaciones de ‘Gara’, que el Gobierno ofreció a la banda la aproximación de esos presos a Euskadi, que es algo previsto incluso en la Constitución, y ETA lo rechazó: quería dar la impresión de que era ella, la banda, la que ‘arrancaría’ esta concesión  a sus interlocutores. Y ahí sigue la dispersión de los reclusos etarras. Tampoco dicen, claro, que el Gobierno, con todos los errores de comunicación y de estrategia que ha cometido en este tiempo, no hizo concesiones inasumibles para los ciudadanos y para las víctimas. Pero, por supuesto, tampoco ha sido capaz el Gobierno de Zapatero de convencer a los ciudadanos de eso, y la impresión general que existe entre los españoles, eficazmente inducida, es más bien la contraria.

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