El Gobierno vive momentos de tribulación: en cualquier momento se puede producir un atentado de ETA, dicen altos responsables de la seguridad del Estado. Ya se han desarticulado cuatro intentos. Se indignan estos responsables cuando se le sugiere que ahora hay detenciones y antes no. Antes había tregua, no había actividad de los comandos y, por tanto, no se les podía detener porque no se movían. El que podría llegar no sería un atentado masivo, pero podría ser con víctimas, piensa la policía.
Quedan unos setenta activistas, jóvenes, a algunos de los cuales se les paga un sueldo. Y los dirigentes de la banda, reconocen fuentes policiales, no son el grupo de fanáticos ignorantes que componen los comandos. En la negociación con el Gobierno han demostrado que tienen una estrategia y una táctica.
Eso sí, están completamente enloquecidos en busca de sus tesis imposibles para el País Vasco, añaden fuentes conocedoras de la negociación llevada a cabo por
Eguiguren, Ares, Moscoso y una cuarta persona, catedrático de Derecho ajeno a la política. Y ahora están cortados los puentes, todos los puentes. Y eso es indudablemente malo, aunque quienes saben, o creen saber, esperan nuevas aproximaciones de los etarras a la negociación, porque la banda está agotada y algunos de sus dirigentes saben que todos acaban finalmente consumiéndose en las cárceles; pero pasarán muchos meses, quizá dos o tres años, antes de que eso vuelva a ocurrir.
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