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Memorias de un niño campesino

Memorias de un niño campesino

Xosé Neira Vilas nació en noviembre de 1928 en Gres (Vila de Cruces), Pontevedra. En 1949 emigra a Buenos Aires. Aquí llevará una vida dura donde conocerá diversos oficios. Hace estudios comerciales y también de  música. Paralelamente ejerce el  periodismo y comienza a sentir el placer de lo literario. Como muchos otros, en el exilio toma conciencia de la identidad de Galicia y de la suya. Se vincula con lo mejor de nuestro medio, conoce entre otros, a Luis Seoane, Rafael Dieste, Ramón Suárez Picallo, Lorenzo Varela, Ramón de Valenzuela. Son años de una intensa actividad cultural. Será Secretario Xeral das Mocedades Galeguistas y co-director del periódico Adiante. Participa, además, de la Comisión Organizadora del Primer Congreso de la Emigración Galega. Se casará en 1957 con Anisia Miranda, cubana hija de gallegos. Juntos fundarán la librería-editorial "Follas Novas" para difundir el libro gallego en América.

En  1960 publica el poemario Dende lonxee y en 1961 la novela Memorias dun neno labrego. Esta será la obra literaria gallega más reeditada y vendida, no sólo en su lengua original sino a través de traducciones. Ese mismo año, Neira e Anisia deciden viajar y residir en Cuba. Trabaja con intensidad y fomenta el periodismo literario. En 1969 funda la Sección Gallega del Instituto de Literatura e Lingüística, que dirigirá durante veintidós años.

Junto a su compañera de toda la vida reúne aquello  que se publica sobre Galicia en el mundo. Elaboran catálogos y los distribuye por el continente. Montan exposiciones del libro gallego en Buenos Aires, Montevideo y Caracas. Organizan, además, debates sobre temas gallegos. En Follas Novas nace, en 1959, la Asociación Arxentina de Fillos de Galegos. Luego vinieron los premios, los agasajos, los doctorados, las evocaciones. La obra hacía décadas que ya estaba escrita.

Conocí a Neira Vilas en mi juventud. Me habían hablado de su obra el poeta orensano Xosé Conde, Manuel Fernández Valle, Eduardo González Ananín, Arturo Cuadrado y tantos hombres del exilio gallego. Muchos años después tuve oportunidad de conversar con él, detenidamente, durante una cena en mayo de 1998 cuando estuvo en Buenos Aires. José Martínez Romero tuvo la deferencia de acercarnos. Intercambiamos opiniones sobre Buenos Aires,  La Habana,  la poesía contemporánea,  las nuevas voces líricas en Galicia. Y vinieron los nombres de Valle-Inclán, de Ricardo Carvalho Calero, de Eduardo Blanco Amor, de Manuel María, de Alonso Montero. Una noche donde Anisia participaba con la misma lucidez que su compañero de exilios, luchas y utopías.

Memorias de un niño campesino es una de las novelas que reflejan una realidad inapelable: una literatura vital. Conste que no hablo de una novela gallega, remarco una novela del siglo XX. Si Benito Pérez Galdós hubiera escrito en francés o en inglés sería uno de los autores citados permanentemente por esa crítica vanidosa (que todo lo abarca) que cumple con una rutina académica. Pero su obra fue escrita en castellano. Lo mismo ocurre con Neira Vilas. Es este caso en galego. El mercado, el sistema,  desorienta hacia otras latitudes. Además un problema no fácil de resolver: fue su primera obra. Insuperable, sin dudas. Su obra más seria y sustentada por el amor a la literatura y a la vida. Todo el resto palidece. Sus contemporáneos pasan al olvido. En sus páginas hay emoción virginal pura, lloramos y nos enfurecemos. Una novela que nunca dependió de la corriente estética de un momento. Un libro fundamental que el tiempo no pudo hacerle perder creatividad, originalidad. Magníficamente bien elaborada, muy bien construida, tanto en función de imágenes como de ideas. Al contrario de numerosas publicadas en nuestros días -premiadas y recomendadas por la industria cultural- Memorias… está viva, alejada de teorías semiológicas, lingüísticas o filosóficas. Alejada del oscurantismo, de la verborrea, de corrientes artificiosas.

Sus descripciones, que podríamos llamar “verista”, esta marcada,  sin duda, por la influencia del naturalismo francés y español. Pero sobre todo encontramos en el populismo casi etnológico de este retrato de época ciertas peculiaridades estéticas del lirismo gallego. El realismo histórico y social de Galdós, el fresco histórico de la picaresca, escenas admirables con un lenguaje cinematográfico del neorrealismo italiano.

La he releído por cuarta vez. Se las recomiendo a mis alumnos. Releo el primer capítulo analizando su clima, su prosa, la morosidad del lector apasionado. Ambientada en un mundo pobre, campesino, de situaciones extremas, Neira Vilas pone al descubierto la verdad de los seres humanos. Y la sutileza subterránea de lo que eso representa

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