El Gobierno de Rodríguez Zapatero sigue siendo básicamente el mismo, ya que sus pilares esenciales permanecen en sus puestos y sujetos a las mismas directrices. Esas personas son la vicepresidenta De la Vega, que se encarga del día a día y de coordinar a los ministros; el vicepresidente económico Solbes, que es el hombre más sólido del gabinete; el titular de Interior, Rubalcaba, que sigue gozando de la confianza de ZP para afrontar la lucha antiterrorista, y el ministro Caldera, que tiene en sus manos la potente cartera de Trabajo.
¿Qué es lo que ha cambiado entonces para que se le dé tanto bombo a la crisis del Gobierno del joven presidente? El hecho de que no haya habido cambios de fondo no quiere decir que no pueda haber cambios de formas, hasta lograr de aquí a las elecciones un Gobierno mucho más mediático. En ese sentido, hay dos ministros nuevos que pueden hacer grandes aportaciones: la ministra Carme Chacón, previsible ariete del Ejecutivo -le encanta dar caña y cuando se lo propone puede ser seductora-, y el ministro César Antonio Molina, un periodista muy bien relacionado, sosegado como buen gallego que es y un profundo conocedor de los medios de comunicación. Si esta pareja funciona, aunque no hagan grandes cosas en sus ministerios, el Gobierno de Zapatero elevará su perfil político y, sobre todo, mediático, de modo que pueda compensar ciertas carencias del aparato de la Moncloa.
Bernat Soria es un gran investigador pero está por ver que, desde Sanidad, pueda ser un político del mismo nivel y Elena Salgado, ahora en Administraciones Públicas, tendrá al fin un ministerio con competencias, donde seguramente también se le ocurrirá prohibir o imponer algo. Pero ninguno de los dos tampoco podrá cambiar el curso del Amazonas. En ese sentido, Mariano Rajoy puede estar más tranquilo. No así con Carme Chacón, que le parará los pies a más de uno del PP. Al tiempo.
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