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¿Remonta el vuelo Zapatero?

Ésa es exactamente la pregunta que me parece que se hacen muchos estos días, concluido el debate sobre el estado de la nación. ¿Remonta el vuelo ese José Luis Rodríguez Zapatero que, desde el penúltimo día de diciembre, aparecía casi más hundido que tocado, enclaustrado en sí mismo, semiperdida la sonrisa y el talante, presidente de un Gobierno inactivo y como sin rumbo? Bueno, lo cierto es que, excepto quienes se empeñan en verlo todo del mismo color, parece que existe un cierto consenso en que el inquilino de La Moncloa ganó este debate, más importante ahora porque era el último de la Legislatura y será recordado con mayor facilidad, por tanto, cuando los españoles se dirijan a votar en marzo.

Ganó. Otra cosa es que convenciese, pero resulta muy difícil, a estas alturas, que nuestros políticos nos convenzan. Zapatero ha aprendido el arte del boxeo -ya lo practicaba en sus tiempos de mandatario del socialismo leonés, según nos revelan ahora sus biógrafos y hasta sus hagiógrafos-, ha entendido perfectamente el valor de controlar el ‘Boletín Oficial del Estado’ y de aplicar los Presupuestos y no pierde oportunidad de clavar una banderilla de fuego en los costados de sus oponentes. Eso sí, manteniendo intacta su sonrisa de hielo -¿o es gélida?-. Frente a él, un Mariano Rajoy indignado por los engaños, dolido por el ninguneo, mal asesorado o, peor, desdeñando los consejos de los asesores que le aconsejaban no centrarlo todo en ETA, aunque no dejase de hablar de ETA, y lanzar propuestas constructivas.

Si en un debate importan al menos tanto las formas como el fondo, esta vez Zapatero ganó en las formas. Estuvo menos ‘faltón’. Y sacó un conejo económico de la chistera -hay reservas para permitirse gastar mil millones de euros en pagar por los niños nuevos-, que, aunque le haya sido criticado como un gesto extemporáneo hasta por los periodistas más cercanos, no ha dejado de ilusionar a esa ciudadanía joven, que es la que decide el sentido global del voto: el de los demás ya está, dicen los expertos, más o menos consolidado.

Ganó, por tanto, pero a mí, al menos, no me convenció. Hacen falta más explicaciones sobre la negociación pretérita con ETA y sobre los planes de futuro para con la banda: hubiese bastado con hacer un llamamiento a la comisión parlamentaria de secretos oficiales y anunciar una comparecencia ante ella. Pero ZP lo sigue fiando todo a sus golpes de efecto: en un debate fue el centenario del Quijote, que nos pareció a todos una idea cuando menos excéntrica -pero que le funcionó bien- y ahora ha afinado algo más con lo de los dos mil quinientos euros como pan bajo el brazo de los recién nacidos, que ha sido una iniciativa que ha descolocado tanto a la oposición que los ‘populares’ se han lanzado a denunciarla como un plagio de una propuesta del PP en el programa electoral municipal y autonómico.

Pero es que Zapatero gobierna así. A golpes de intuición. Nada ha tenido que ver el resultado de la formación de gobierno en Cataluña con lo que él había diseñado, apoyando a Mas frente a un tripartito, pero Montilla se le opuso; ahora dicen que no apoyaba el pacto de los socialistas navarros con Nafarroa Bai, pero vaya usted a saber. Porque un conjunto de extraños compañeros de cama es igualmente el pacto en Baleares, o incluso el de Galicia. Son socios que piensan diferente. Pero, por eso mismo, te dicen -tratando de ver la botella medio llena-, puede que sea mejor tenerlos cerca que lejos del sistema. O, incluso, procurar una normalización de hechos que, simplemente, están ahí y no cabe desconocerlos o tratar de sojuzgarlos.

¿Era ese, tan peligroso pero tan atractivo, el proyecto territorial, de convivencia (e integración) con los nacionalistas, y hasta con los separatistas, que Zapatero tenía en la cabeza al llegar a La Moncloa en abril de 2004? No estoy seguro, la verdad; ya he dicho que me parece un carácter más intuitivo que reflexivo, más coyuntural que planificador. También he dicho que Mariano Rajoy hubiese sido, posiblemente, un primer ministro mejor que ZP, y nos hubiese evitado no pocos sobresaltos; en todo caso, el presidente del PP es peor jefe de la oposición que ZP. Así que puede que no estemos ante un Zapatero que remonta el vuelo, sino que ambos vuelan a ras de tierra, aunque uno menos que otro, por ahora. Pero que nadie cante victoria, porque quien se mantenga en vuelo rasante corre el riesgo de chocar con una piedra del camino.
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