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Zapatero, triunfalista: "Estamos hoy mejor que en 2004"

Zapatero, contundente, afirma que “no hay margen alguno” para el diálogo con ETA

Zapatero, contundente, afirma que “no hay margen alguno” para el diálogo con ETA

- Asume la responsabilidad del intento de negociación con la banda terrorista
- Pero exige la unidad de los demócratas para “resistir el ataque” de ETA
- Dará 2.500 euros a “cada familia legal en España” por cada hijo que tengan
“ETA ha hecho imposible un final dialogado de la violencia. No hay vía alguna para el diálogo. No hay margen alguno para intentarlo”. Mazazo de Rodríguez Zapatero en el inicio del debate sobre el estado de la Nación con el que el presidente se ha adelantado al discurso de la oposición en el tema más conflictivo de sus tres años de Gobierno. Zapatero no ha eludido el ‘espinoso asunto de ETA’, ni tampoco el del 11-M, y, aunque su discurso fue de lógico autobombo en lo cultural, económico y social, hizo el ‘mea culpa’ personal en las negociaciones con la banda, exigiendo ahora la unidad de los demócratas “para resistir el ataque terrorista”: “No entreguemos a los terroristas, ni ahora ni nunca, el premio de nuestra desunión”. Y la ‘sorpresa’ final: dará 2.500 euros a “cada familia legal en España” por cada hijo tengan.

Manuel Ángel Menéndez

Los asesores presidenciales se lo aconsejaron y Rodríguez Zapatero no lo obvió: todo, lo contrario, cogió el ‘toro de ETA’ por los cuernos, impidiendo así que sus fracasadas negociaciones con las banda terrorista le amargaran el debate sobre el Estado de la Nación. Por primera vez, de la forma más contundente posible, el presidente del Gobierno ha roto verbalmente cualquier suspicacia sobre un futuro negociador de la violencia. A partir de hoy Zapatero está preso de su palabra en el Congreso de los Diputados, porque ha dicho lo que el PP de Mariano Rajoy más quería oír: “No hay vía alguna para el diálogo” con ETA, “no hay margen alguno para intentarlo”.

    El presidente había iniciado su largo discurso de apertura del debate -75 minutos, 22 folios mecanografiados a un solo espacio- con el ‘autobombo’ en lo cultural-político-social y económico que viene siendo habitual en sus comparecencias. Pero, casi al final del mismo, llegaron las frase que más quería oír la oposición: la entonación, primero, de su ‘mea culpa’ por haber intentado el diálogo -“la responsabilidad de cuanto se ha hecho ha sido mía, y la he ejercido con firmeza y convicción”- y la afirmación más rotunda de que a los terroristas de ETA sólo les espera la derrota por la vía policial y judicial. “Pueden estar seguros Sus Señorías de que la respuesta a esa amenaza será, en nombre de todos los españoles, implacable por mi parte”, dijo el presidente, ante una oposición que respiraba un silencio de hielo.

    Probablemente, ni Rajoy ni los suyos se esperaban ese discurso presidencial, un discurso bien elaborado, excelentemente trazado, al menos en lo que se refiere al espinoso asunto de ETA, en el que Zapatero se sintió con fuerzas para exigir -ahora sí- la unidad de ‘todos’ los demócratas contra la lacra etarra. Zapatero venía respaldado por las cinco detenciones que tuvieron lugar en Francia un día antes, como una especie de prueba práctica de que sólo la cárcel espera a los etarras. Y, en ese punto, tuvo la fuerza necesaria para exigir esa unidad, especialmente al PP. “Necesitamos responder todos juntos a la amenaza”; hoy es necesaria más que nunca la unidad “para resistir el ataque terrorista”, “no entreguemos a los terroristas, ni ahora ni nunca, el premio de nuestra desunión”.

    Zapatero abordó el tema de ETA -que amenazaba con ser el eje del debate- con un razonamiento brillante y con ese cierto tono de disculpa que podría ser el que ‘ablandara’ a la oposición de Rajoy. Sus asesores le perfilaron un discurso que, si bien es verdad no aportaba más novedades que el dar por cerrados definitivamente los contactos con ETA, conllevaba una estructura basada en el ‘derecho’ del presidente del Gobierno a intentar un final dialogado como lo habían hecho sus antecesores.

    “A lo largo de esta legislatura”, vino a decir Zapatero, “la sociedad española ha alimentado una esperanza de paz”, y lo ha hecho porque su Gobierno, según él, junto a mantener vigente la lucha antiterrorista, “ha explorado las posibilidades reales de negociar la disolución de la banda terrorista ETA tras su declaración de un alto el fuego” (sic). Pero, claro, esas palabras contienen ‘trampa’: ¿Quiere eso decir que el Gobierno no ‘exploró’ con ETA antes de la famosa tregua? A ese punto es al que puede aferrarse la oposición, ya que informaciones periodísticas coinciden en señalar todo lo contrario.

    En cualquier caso, Zapatero se escudó en las encuestas para señalar que la mayor parte de los españoles apoyaban el diálogo y que, incluso, hasta los que no compartían esa estrategia -¿referencia al PP sin citarlo?- “han mantenido en el fondo de sus corazones la ilusión de ver el final de tanto horror y tanta tristeza”. Ahora bien, esa esperanza “se truncó el pasado mes de diciembre, con el brutal atentado en la Terminal 4 de Barajas”. Aunque, según ‘confesión’ presidencial, la ‘esperanza’ no se perdió definitivamente hasta el pasado 5 de junio “cuando la banda terrorista declaró concluido el alto el fuego y amenazó a todos los españoles con continuar con su actividad criminal en todos los frentes”.

    Y, dicho lo cual, las frases contundentes –y guiños- para la galería de la bancada de la oposición: “Es un compromiso siempre dirigido a derrotar definitivamente al terrorismo, a hacer inviable la imposición de una política por la vía de la violencia, a hacer intolerable la extorsión y la amenaza, a hacer vergonzoso el apoyo, la complicidad, la compresión de los terroristas, a hacer imposible su inserción social mientras no renuncien definitivamente a la violencia.

    Un buen discurso, sin duda, con la evidente intención de coger con el pie cambiado a la oposición. Una forma, en definitiva, de ‘dar la vuelta’ a la tortilla de ETA -el punto más negro de la gestión de Zapatero-, intentado conseguir que lo negativo se pueda convertir a partir de ahora en rédito electoral.

    Ahora bien, en esa misma línea de discurso, Zapatero, muy hábil, no hizo ni referencia al atentado contra los turistas españoles en Yemen, mas allá de dar el pésame a las familias. Pero no habló de Irak, ni de Afganistán, ni de Líbano, ni de Al Qaeda, no fuera que el PP pudiera darle la vuelta al discurso y vincular la muerte de siete españoles en las tierras de la Reina de Saba con nuestra presencia, no en Irak, donde no estamos, sino en Líbano y en Afganistán. Es decir, no sea que Rajoy ‘se escape’ de la Irak de Aznar y vuelva ahora el argumento contra el Gobierno socialista.

    Sólo, pues, parabienes para la posición de España en el concierto internacional: “En Naciones Unidas somos un país valedor de la paz y de la legalidad internacional, solidario con la lucha contra el hambre y la pobreza, impulsor del diálogo entre pueblos, religiones y civilizaciones”, aunque en ese compromiso “hemos perdido vidas valiosas que trabajaban con el uniforme de los Ejércitos de España. Los últimos, hace sólo diez días, en los valles del Líbano”. Y hasta ahí.

    Más crítico ha sido Zapatero, como era lógico esperar, con la matanza de Madrid de marzo de 2004, respecto a la que su Gobierno habría tenido que “aguantar en silencio la deslegitimación intolerable e interesada de la instrucción y el juicio del 11-M” y “soportar la deslegitimación intolerable e interesada de la acción de jueces y fuerzas de seguridad” desde posiciones políticas y mediáticas que propugnaban el ‘conspiracionismo’.


La ‘España feliz’ de Zapatero

Por lo demás, ha sido un discurso de setenta y cinco minutos de autobombo, de ‘España en el mundo de la maravillas’, que se puede resumir en dos frases: “Puedo decir con orgullo colectivo que España está hoy mejor que en 2004”, una, y “España se ha engrandecido en estos tres años”, dos. Así ha sido el discurso de Rodríguez Zapatero abriendo el debate del estado de la Nación –“la foto fija nos muestra una España positiva”- en el que no han tenido cabida los riesgos que corremos en Afganistán y Líbano, ni el bluff de la ‘Alianza de Civilizaciones’ cuando el terrorismo internacional ha arrebatado la vida a siete turistas españoles en Yemen. Pero, eso sí, “hoy viajamos más rápidos y en mejores carreteras” y, en definitiva, “España es también un país más digno y decente con sus propios ciudadanos… un país más justo y solidario”.

    Comenzó el presidente su discurso con las condolencias a las familias de los siete españoles asesinados en Yemen, para, seguidamente, señalar que en 2004 “concurrí con un proyecto de cambio para España”, un proyecto para construir un país “lanzado a la modernidad”. “Ofrecí diálogo social, transparencia y amplia participación social” y hoy “puedo confirmar que hemos progresado todavía más, hoy puedo garantizar que los retos que teníamos se están encauzando mejor”.

    El Zapatero ‘feliz’ nos quiere hacer creer que, gracias a él y a su gobierno, “la foto fija nos muestra una España positiva”, ya que “puedo decir con orgullo colectivo que España está hoy mejor que en 2004”. Es decir, que “España se ha engrandecido en estos tres años” y que “España es también un país más digno y decente con sus propios ciudadanos… un país más justo y solidario”. En definitiva, que “hemos demostrado una mayor integración como país” al incorporar a más de dos millones de inmigrantes extranjeros".

    En ese mismo tono triunfal, para Zapatero “España es un país más seguro hoy que en 2004: descienden los delitos y aumenta la eficacia policial más y mejor”, cuenta con voz propia en el mundo, es "impulsor del diálogo entre pueblos y religiones”, España genera hoy confianza y “resulta atractiva desde el exterior”. Es decir, que “ha prosperado el bienestar, ha avanzado la libertad, se ha fortalecido los derechos y avanzado la solidaridad”. Que los españoles “disponen hoy de mayor renta que nunca” y que tienen “más posibilidades de empleo que los nacionales de los países más ricos de Europa”. Y todo ello, simplemente, como “fruto de cumplir nuestros compromisos electorales”.

    Y suma y sigue: “La población activa supera en más de dos millones la existente tres años atrás, la población ocupada lo hace en más de 2.500.000, la población en paro disminuye en cerca de 400.000, la población ocupada femenina ha superado por primeras vez, y con claridad, los ocho millones…”. Y el boom final: “Les anuncio que el próximo mes haremos la aportación más importante de la Legislatura, una nueva aportación por valor de 4.300 millones de euros al Fondo de Reserva de la Seguridad Social”, que cuenta ya con 40.000 millones de euros, un 4,1 % del PIB.

    Éxitos sin límite, según el discurso presidencial, en el mundo de la cultura y de la educación: tenemos unos inmigrantes más integrados que nunca en nuestras costumbres, en el mercado de trabajo y hasta en la Seguridad Social; hemos “logrado hacer de lo español un símbolo de modernidad, de humanidad, de pluralidad, de apertura”… En fin, que sólo la vivienda empaña la ‘España feliz’ de Zapatero: “Sé que el acceso a la vivienda constituye una de las principales preocupaciones de los españoles. El incremento agudo de los precios ha convertido la vivienda en algo difícilmente alcanzable para muchas familias y en particular para los jóvenes”. Fue un poco de autocrítica que nunca viene mal, sobre todo si el problema tiene solución bajo el paraguas protector del Gobierno: “Nos hemos enfrentado a esa situación –debida al urbanismo descontrolado, a la corrupción, en definitiva- con la nueva Ley del Suelo”.

    Si no hubo autocrítica, sí, al menos, crítica al Gobierno anterior –o, lo que es lo mismo, ZP acudió de nuevo al recurso de ‘hacer oposición a la oposición’- “ha avanzado la pluralidad informativa” con las nuevas cadenas de televisión concedidas –La Sexta, Cuatro…- y “ha retrocedido la manipulación” con la reforma de RTVE.

    Al hablar de los nuevos estatutos se ¿olvidó? de uno: del de Galicia, comunidad gobernada en ‘bipartito’ y que no fue citada ni entre las que ya lo habían aprobado ni entre las que lo van a aprobar. Es decir, que ‘España no se rompe’ y que es más ‘habitable’ que nunca porque se han ampliado los derechos de los ciudadanos en todos los campos, según Zapatero: en la Justicia, en la Sanidad, en la Policía, en el Salvamento Marítimo y hasta “al aguantar en silencio la deslegitimación intolerable e interesada de la instrucción y el juicio del 11-M” y al “soportar la deslegitimación intolerable e interesada de la acción de jueces y fuerzas de seguridad”.
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