Urbana lectora: que jamás le toque la neurosis de los celos, de la envidia, del resentimiento, del rencor. Ni la perturbadora inocencia del abismo doméstico. O la de la oficina, la celebrante euforia y demencia de las profesionales o las pompas de la tecnología. De lo contrario su marido, su amante o sus vecinos sufrirán el infierno. Estamos hablando del fracaso, de la perplejidad, de la travesía. De aquello que paraliza, de aquello que nos quita energía. La máscara de la banalidad atada a la sensiblería. Por esta razón llamaremos a las citas de mi fiel fichero para juntar algunas de ellas y que el azar realice el resto. Y tener en cuenta que ellas son inconcebibles sin la contundencia del yo lírico que debe poner en su lectura. Una lectura, en este caso, si usted quiere, regida por la inconclusión, por las obsesiones, por el destino que ronda la gloria de lo perecedero, de lo cotidiano. Hablamos, como se imaginará, de nuestra hipocresía cordial, de nuestros puñados de verdades, de las obscenidades pirotécnicas de dudoso ingenio a través de un calvario irónico y tautológico.
Nuestro querido Héctor Tizón recordó en una oportunidad una frase de su comprovinciano Raúl Galán: “En un pequeño pueblo uno ve los siete pecados capitales caminando por la calle con nombre y apellido”. Abelardo Castillo comentaba: “Desde Sarmiento buena parte de la literatura argentina ha sido hecha por hombres del interior… En un pueblo se dan arquetipos. No sólo la gente, incluso los hechos, parecen más nítidos”. Uno de los grandes maestros del estilo (hablamos de Azorín, claro) señalaba: “Todo esta limpio; todo está colocado con esa simetría ingenua, candorosa, de las casas de los pueblos”.
Camus, sensible leedor, sostiene que “el mundo de Kafka es, en verdad, un universo indecible donde el hombre se da el lujo torturante de pescar en una bañera, sabiendo que no saldrá nada”. A veces ciertas citas, usted lo compartirá, nos aturden. Refiriéndose al autor de La metamorfosis, Borges confiesa: “Yo he escrito también algunos cuentos en los cuales traté ambiciosa e inútilmente de ser Kafka.” Una última de Barthes: “…he aquí una respuesta de Kafka a todo lo que se investiga actualmente en torno a la novela: que finalmente es la precisión de la escritura – precisión estructural desde luego, y no retórica; no se trata de escribir bien- la que compromete al escritor en el mundo”. Bueno, es para respirar y releer.
Continuado en la búsqueda de tarjetones amarillentos vamos advirtiendo que el lenguaje nos transporta siempre a otro horizonte y nos aleja de ese confín de certezas cotidianas, de ese terreno de la opacidad. Y hablando de opacidad leo que no hay ninguna foto del reciente ganador Mauricio Macri en el Colón ni en el Teatro General San Martín Si hay una cantidad inmensa en la cancha de Boca Juniors, en la platea, mejor dicho. Y hablando de temas menores: el Director de Bosques informó que en nuestro país se deforestan 34 hectáreas por hora, o sea, seis veces más que la media mundial.
Otrosí digo. Eduardo Pavlovsky escribió hace unos meses: “Hay una producción permanente de subjetividad que tiende a una estandarización global de maneras de pensar, donde surge lo que el sociólogo Pilles Lipovetsky denomina “la era del vacío”. Esta era está marcada por la perdida de solidaridad y del sentido de ciertas utopías, y por la agudización de la introspección y el narcisismo, el mirar hacia adentro olvidando siempre el afuera, por la muerte de la política militante, desplazada por los grupos de poder económico que manejan lobbies.”
¿De qué nos condolemos cuando nos condolemos? La oratoria es la oratoria y el poder está en el puño de algunos. Leamos los labios, la respiración y la mirada. Nos zambullimos, veloz lector, y regresamos en poco tiempo. Como siempre, entre el misterio y el fervor de la amistad.
Si (
No(
