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El centroizquierda europeo, la ¿última? apuesta ideológica de Maragall

En la carta fechada el 30 de mayo, Pasqual Maragall hizo un balance de lo que, hasta ahora, ha sido su presencia pública. El ex alcalde de Barcelona y ex presidente de la Generalitat de Catalunya, se reclama ahora de centroizquierda, corriente a la que presenta poco menos como la panacea universal y el bálsamo de Fierabrás para la Europa del siglo XXI.

En este repaso aparecen las obsesiones maragallianas: España plural y federal, área metropolitana de Barcelona, la región euromediterránea y Europa, lo que parece ser su último descubrimiento (ciertamente profético, tras la polacada de este fin de semana pasado en Bruselas). Hay en el texto -que reproducimos íntegro- pocos ajustes de cuentas. Sí que figura en él la fijación de Pasqual Maragall por el modelo italiano del Partito Democrático Europeo, que hace ocho meses, presentaron en Roma, Franco Rutelli (ex alcalde de la capital italiana) y el primer ministro Romano Prodi. Se trata de un centroizquierda puro y duro, si es que en tan etéreo lugar puede hablarse de consistencia, marcado por el transversalismo electoral, que es otra de las últimas obsesiones de quien, hasta hace cosa de un mes, fuera presidente -no precisamente ejerciente- del Partit dels Socialistes de Catalunya.

El conocimiento de esta carta -moderada para lo que resulta su autor- no ha merecido ningún comentario por parte de la Ejecutiva de los socialistas catalanes. En la calle Nicaragua sigue imperando la consigna de José Montilla: “Lo que diga Pasqual no se comenta”.

El texto fue dado a conocer por Carles Navales, director de la revista cuatrimestral “La Factoría”, quien retrasó casi dos meses la publicación de su número 32 para dar cabida a la carta de Pasqual Maragall.


Lea íntegra la “carta a los amigos”

Hace seis meses, comuniqué al primer secretario que después de las elecciones municipales dejaría la presidencia del Partit dels Socialistes de Catalunya. Así pues, ha llegado el momento de hacer efectiva mi renuncia.

Durante mi etapa como presidente del partido, los socialistas catalanes hemos llegado a la presidencia del Govern de Catalunya, abriendo una alternancia en el gobierno después de un largo periodo conservador.

Creo que se han cumplido los objetivos que me propuse. Quizá no todos, pero sí los más significativos.

Lo cierto es, aunque no es lo más importante, que los socialistas catalanes han sido la primera fuerza política del país y junto con los otros partidos de centroizquierda han propiciado un cambio histórico en Catalunya.

De hecho, los 15 años al frente de la alcaldía de Barcelona (18 si contamos los tres años decisivos del alcalde Serra) y los tres en la presidencia de la Generalitat serán provechosos - aunque quede mal decirlo- para Catalunya y para su capital. Pocos lo pueden negar.

Incluso se podría decir que ha tenido que ser el centroizquierda catalán el que ha completado los proyectos de los herederos de la Lliga Catalana.

Nadie se acuerda, pero las tres C del alcalde Porcioles (compilación del derecho civil, Carta Municipal y castillo de Montjuïc) justo ahora se han conseguido en su totalidad.

Y todavía falta la recuperación total del Área Metropolitana de Barcelona, en mala hora suprimida el año 1987 por las leyes territoriales del gobierno convergente - poco después de la supresión del Greater London Council por la señora Thatcher-. La supresión fue condenada en un acto donde estaban desde Norman Foster hasta la esposa de Blair. Estábamos todos.

Inmediatamente después de la victoria subsiguiente de Tony Blair, el Greater London Council de Ken Livingstone fue reinstaurado. Pero el Área Metropolitana de Barcelona aún no ha sido recuperada. El PSC no quiso hacer un gesto similar en su momento.

Quedan cosas por hacer. Creo que la nueva generación de políticos de centroizquierda tiene la responsabilidad histórica de tirar adelante nuevos proyectos. Y estoy convencido de que lo harán, ahora que las aguas bajan más tranquilas y se ha ganado en confianza y en experiencia.

Ya hace tiempo que pedí que el PSC tuviera grupo parlamentario propio en Madrid -y espero que lo acabe teniendo-. De no ser así, se producirá un cierto sentimiento de decepción. Ya hace demasiado que se suprimió con la excusa del golpe de Estado de Tejero.

Veo además con satisfacción que el primer secretario del PSC y ahora presidente de la Generalitat no se desdice de la pretensión histórica de avanzar hacia un Senado federal. Espero que los tres partidos de gobierno en Catalunya coordinarán sus fuerzas con el objetivo de conseguir un Senado de las autonomías.

Estas cosas se tienen que proponer, independientemente de que tarden mucho o poco en llegar.

La España plural es una realidad incontrovertible. El federalismo ha sido y es desde hace un siglo la única solución a los problemas de formato político en España y en Europa. Los republicanos españoles exiliados en México -como Anselmo Carretero, por ejemplo- ya teorizaron sobre ello.

Me pasé muchas horas desde finales de los ochenta y a lo largo de los noventa para convencer a los dirigentes andaluces del PSOE -sin los cuales, por cierto, difícilmente habría habido en Barcelona y Catalunya las victorias progresistas que se han dado- de que el Estado de las autonomías generalizado por Suárez y, sobre todo, por su ministro Manuel Clavero Arévalo, el del "café para todos", se tenía que federalizar de verdad -y que se tenía que diferenciar-.

El Estatut lo tocarán, pero poco. Espero que en ninguna parte sustancial. Ya he dicho en más de una ocasión que, de no ser así, más nos valdría volver a la vieja idea de la reforma del artículo 2 de la Constitución.

Todo el mundo sabe que echar atrás el Estatut después de un referéndum sería difícil de tragar no solamente por parte de los catalanes, que podrían pedir una repetición de la consulta, sino por una cantidad no banal de ciudadanos españoles.

Ahora toca Europa. Es nuestra nueva gran patria. Los italianos lo han visto los primeros. Tanto los políticos como los empresarios (véanse las fusiones Abertis-Autostrade, que promueve Salvador Alemany, y la de Endesa-Enel). Y nosotros tenemos que acompañarlos. Confío en que Prodi y Zapatero, no sin dificultades, lo conseguirán por este camino.

Como espero que conseguirán la materialización definitiva del proyecto euromediterráneo lanzado el año 1995 en Barcelona, cuando España presidía la Unión. Solana tuvo un papel decisivo. Espero que ahora también aportará su ayuda.

El Banco Euromediterráneo es la otra asignatura pendiente. El gran éxito de Europa ha sido la reunificación del Este y el Oeste a partir en buena medida de la acción del Banco del Este que presidió Jacques Attali en Londres.

Creo que Merkel y Sarkozy no han de poner trabas a ninguno de estos procesos. Como creo, sinceramente, que tienen toda la razón cuando proponen una Constitución europea menos extensa y prolija. (Quizá en este punto, por una vez, no coincidimos con Prodi.)

Y creo también que madura adecuadamente la definitiva configuración de la amistad ibérica entre España y Portugal a través de la fundación prevista en los acuerdos de la última cumbre hispano-lusa celebrada en Badajoz.

Tenemos que estar dispuestos a ayudar al avance en estos procesos. Personalmente, acompañaré, y no en solitario, el intento italiano de crear el Partido Demócrata Europeo (PDE). Son muchos los ciudadanos que me dicen que están de acuerdo en este camino.

Insisto, ahora toca Europa. Por esta razón, estuve en Roma hace seis meses en el nacimiento del PDE. Ahora los socialista europeos y Prodi, Rutelli y Bayrou están tratando de ponerse de acuerdo. También Josu Jon Imaz participa en el proyecto. Y el lehendakari Ibarretxe (que, por cierto, en Madrid lo pasó aún peor que nosotros intentando explicarse y ser entendido) también apoya el proceso.

Es cierto que las dificultades que encontrará la vía abierta hacia el Partido Demócrata son aún importantes. Y miren con qué rapidez ha reaccionado la derecha europea de Merkel y Sarkozy.

Pongámonos manos a la obra. Lo conseguiremos.

Barcelona, 30 de mayo de 2007.

 

Pasqual Maragall i Mira.
Alcalde de Barcelona de 1982 a 1997 y Presidente de la Generalitat de Catalunya de 2003 a 2006.

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