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La España de El Fary

La España de El Fary

La muerte, en el día de ayer, de José Luis Cantero, El Fary nos trae a la memoria reciente a una persona con el talante suficiente como para reconocer sus propias limitaciones de talento, y con hechuras físicas de un Chuck Norris lampiño y madrileño. Era un artesano de la copla, una persona que caía bien a todo el mundo. Y, también, una imagen (lo que un cursi sociológico denominaría icono) de una cierta España, la que no se ha subsumido en la modernidad a golpe de decreto, la de la calle, la del pueblo y la de la ciudad.

Porque la España de El Fary es la que, a la hora de votar, da y quita mayorías de Gobierno. Una España transversal, enraizada --¿anclada?—en lo de toda la vida, que sigue sin entender la existencia de otras lenguas distintas de la castellana. Una España de los arquetipos, de los tópicos que siempre reflejan casi una verdad panglosiana, la que enuncia que vivimos en la mejor de las Españas posibles. ¿Una España cateta, al uso interpretativo de los autoproclamados y autoinstalados líderes de lo moderno? Pues no. La España de El Fary es la España de ahora mismo. Una España auténtica pero, a su vez, caricatura de sí misma, donde se mezcla la modernidad desaforada con el casticismo que todo el mundo, quizá injustamente, asocia con Madrid. La España de El Fary es la España de Rodríguez Zapatero y de Mariano Rajoy; la de Rafael Moneo y la de Francisco Hernando, el Pocero de Seseña; la de los jóvenes que se envuelven en la bandera republicana y la de Jaime Marichalar y sus apetencias de dandy gratis total; la de los cardenales Rouco Varela y Cañizares y la del trío de curas de Entrevías; la del botellón sabatino y la de la caña de cerveza y gambas al ajillo; la del chiringuito playero con paella grasienta a precio de oro y la de Ferran Adrià; la del AVE y la del autobús interurbano abarrotado; la de hoteles de cinco estrellas y la de puticlub de carretera;  la de Informe semana y Salsa Rosa; la de Iñaki Gabilondo y la de Federico Jiménez Losantos; la del Reina Sofía y la del Museo del Botijo...

José Luis Cantero, El Fary, cumplió su sueño de ser artista. La copla le dio de comer, el flamenco le colmó interiormente, y primero sus casettes, luego sus cedés, de venta en gasolineras y áreas de servicio de toda la red viaria española, le auparon al taxi de la fama. De vivir hoy Manolo Vázquez Montalbán, seguro que le incluiría en una nueva versión actualizada de su “Crónica sentimental de España”. Y es que el intérprete de “Paloma que pierde el vuelo”, “El bichito del amor” y “El toro guapo” se lo merecía.

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