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Decepción en la 'corrida del milenio'

Castella y Talavante se imponen a El Juli frente a un  descastado encierro de Gargigrand

Castella y Talavante se imponen a El Juli frente a un descastado encierro de Gargigrand

Cuatro toros de GARCIGRANDE y 2º y 4º de DOMINGO HERNÁNDEZ, mal presentados en general, nobles y descastados, salvo el 2º, y flojos. EL JULI: ovación tras aviso; silencio). SEBASTIÁN CASTELLA: oreja tras dos avisos; ovación). ALEJANDRO TALAVANTE: silencio; ovación tras dos avisos. Plaza de Las Ventas. 7 de junio. Lleno de 'no hay billetes'

Tomadura de pelo y olé. Ese es el resumen fundamental de la corrida del milenio. Una corrida si toros o lo que fuera aquello, por los mulos con cuernos que eligieron la terna de figuras para su teórico enfrentamiento.  Dentro del desastre, el peor parado fue El Juli, al que derrotaron  Castella y  Talavante.
Lo malo del festejo en el que iban a salir a muerte los tres coletudos que más expectación despiertan, la terna del siglo y del milenio, no es que fuera malo. Ni siquiera que no hubiese enfrentamiento entre ellos ni competencia en quites -aunque Castella y Talavante sí apuntaron algo-. Quia.

Lo peor fue el planteamiento de la misma, aceptado por la empresa:  las figuras se trajeron sus toritos de una divisa comercial  y asquerosa, de la que poco podía esperarse: lade Garcigrande/Hernández. Una desvergúenza torera, una tomadura de pelo a la sacrosanta afición, parte de la cual se dejó muchos -demasiados- euros en la reventa, que fue la auténtica triunfadora.

De modo que, por hacer un símil futbolero, con el balón pichado el partido es un fraude. Pues eso: léase, con semejantes mulos con cuernos, justos de trapío y vacíos de casta  -salvo el segundo, que debía tener un mililitro, con lo cual estaba a años luz de sus hermanos-, tontorrones y los calificativos similares que quepa añadírsele en idéntico sentido, el festejo fue un fraude en conjunto.

Y como se sembraron vientos, se recogieron tempestades. Es decir, toreo toreo sólo hubo en pequeñas cantidades. El que alboreó con quietud inverosímil adornada de temple, ligazón y ortodoxia Castella en ese segundo, con el que el francés se inventó una bellísima sinfonía de adornos. Y que no pudo repetir con esa especie de cabra anovillada  e inválida que le correspondió después.

Tampoco es para tirar cohetes y celebrar la actuación de Talavante, inédito con el tercero, similar a este quinto pero más manso aún. El extremeño sí se justificó en el sexto, algo menos malo, al que a base de insistir y pisarle terrenos  muy comprometidos le extrajo aceptables muletazos por ambos pitones antes de marrar a espadas.

Pero el que pegó el petardo  del siglo y el milenio fue un Juli desastroso, vulgar y apático. Quizás por  ser el principal responsable -sin que su scompañeros queden exentos- de la elección de este ganado puro 'descaste' Domecq. Pero, al margen de ello, El Juli se dejó ganar la partida no sólo en sus faenas -o lo que fuera aquello-, sino en sus escasos deseos de agradar a la concurrencia intentando el toreo.
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