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Y ahora, “el crimen organizado”

El nivel al que ha descendido la vida política española recuerda aquella Italia tenebrosa de “tangentópolis”. Esto no podrá corregirse sin una previa y dolorosa catarsis. Miguel Sebastián, el sobrevenido candidato a la Alcaldía de Madrid, no se anda por las ramas. Ante el inmenso escándalo del asalto a Endesa desde la oficina económica de La Moncloa, Sebastián lo tiene claro: lo malo no es lo sucedido (esto es, la colusión), sino el error de Pedro Solbes de haber puesto al frente de la CNMV a un tipo como Manuel Conthe, que no está dispuesto a hacer la vista gorda. Así estamos. El caso de Conthe ilustra que en España hoy, como en la Italia de Bettino Craxi, la verdad es temeraria.

Claro, Miguel Sebastián hubiera querido al frente de la CNMV a su amigo, muy amigo, Carlos Arenillas. Lo ha intentado de nuevo ahora. Pero el diario económico NEGOCIO sacó a la luz lo de Intermoney, y las alegres cenas de 1.400 euros para cambiar favores, y el honrado Pedro Solbes, que ya ha pasado del purgatorio al infierno, se plantó. Mejor un nombramiento politizado que otro bajo toda sospecha, y optó por Julio Segura, fervoroso militante socialista, pero de quien no se conocen chanchullos. De todas formas, la credibilidad de la CNMV ha quedado por los suelos y la imagen internacional de España en el mundo de los negocios ya no es “bananera” como dicen los críticos superficiales, sino cada vez más siciliana.

El PP ha puesto en marcha numerosas iniciativas en torno al escándalo Endesa. Están bien, pero no es suficiente. Por lo sucedido, por las manifiestas desviaciones de poder, por el intervencionismo político sobre la vida empresarial y porque, al ser ENEL empresa pública, se pone la primera empresa energética española bajo control político extranjero, sería precisa una declaración formal del PP de que no reconoce legalidad ni legitimidad a la OPA de ENEL-Acciona y de que se compromete a intervenir Endesa en cuando regrese al poder, para devolverla a control español, así como a instar procedimiento penal contra todos los responsables de lo sucedido.

En la España de ahora mismo, la política ha pasado a moverse por derroteros perfectamente descriptibles. Ahí está, para regocijo de unos y perplejidad de otros, José Blanco, “con las manos limpias y mirando de frente”, mientras Álvaro Cuesta descubre al “crimen organizado” dedicado a la tarea de montar una conspiración para presentar como corruptos al propio Blanco y a los virginales dirigentes del PSOE ibicenco. Se superan. ¿Será también “el crimen organizado” el que lanza insidias contra Arenillas, Sebastián y los alegres socios de la oficina de influencias económicas de La Moncloa? ¿Pero los de la “teoría de la conspiración” no eran los del PP? ¡Qué país, Miquelarena! Qué paisaje, qué paisanaje, el de La Moncloa en estos raros tiempos.

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