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Niños difíciles o un problema chino

Niños difíciles o un problema chino

El penúltimo escándalo es el de una madre asturiana que pide al Principado que se haga cargo de su hija de 13 años. Mónica López y su marido, Carlos Viña —“el calvo”, como lo denomina despectivamente la niña—, han reconocido que no pueden más.

En 1991, una película de Juan José Campanella, El niño que gritó puta, contaba la historia de un adolescente sicótico que con sólo 12 años destrozaba anímicamente a su madre. ¡Bah!, se trata del caso extremo de una anormalidad, comentaron muchos críticos. Después vino el asesinato de sus padres con una katana por un chico de 16 años, o el alevoso homicidio de Klara Pölzl por dos compañeras de colegio, de 17.

Lo excepcional ha empezado a convertirse en frecuente, sin más. De repente, descubrimos la existencia generalizada del acoso escolar tras el suicidio de un angustiado Jokin Ceberio. Entonces comenzamos a preocuparnos. Hoy acabo de leer en el informe judicial de la Comunidad Valenciana que en un año han aumentado el 18,36 por ciento los casos en los juzgados de menores, llegando a 2.294. No es éste un asunto para despachar con frívola superficialidad. A la vez, veo que sólo el Ayuntamiento de Valencia hubo de ocuparse el año pasado de la evolución familiar de 3.832 alumnos con problemas de absentismo escolar. La excepción comienza a convertirse en regla, que diría Bertolt Brecht.

No hay que colegir de todo esto que la niña asturiana y otras adolescentes tan guerreras como ella sean unas “pequeñas y odiosas cerdas”, y menos hacerlo públicamente, como ha dicho de su hija el actor Alec Baldwin, demostrando que en el mejor de los casos su vástago ha salido al padre lenguaraz y vomitivo. Al menos, al alicaído actor no se le puede acusar de hipocresía.

El problema, al parecer, nos desborda. Hemos convertido la permisividad a los hijos en la única religión que practicamos con fervor o por simple comodidad. Pero lo hacemos. Si nuestros hijos saben cosas que nosotros ignorábamos, como informática, es para chatear con cualquiera o dedicarse a videojuegos violentos, xenófobos o sexistas. No estamos formando “la generación más preparada de la historia”, como presumían tanto Aznar como Zapatero. Al contrario, los hemos vueltos locos cambiándoles sus planes de estudios, permitiéndoles el absentismo y la insubordinación y, ahora, con tal de que no se rezaguen, conviniendo en que pasen de curso sin estar listos, frenando así el aprendizaje de los mejores.

Ésta es nuestra cultura occidental ¿y cristiana? Afortunadamente para ellos, los asiáticos mantienen valores como la exigencia, el esfuerzo y la disciplina que impiden que la marginación juvenil vaya en paralelo al desarrollo económico. Como detalle, acabamos de conocer que la Academia Británica de Química, impresionada por una prueba de acceso a la universidad china, ofrece 730 euros a quien sepa resolverla.

 

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