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La semana política que empieza. Los mítines de Zapatero

La semana política que empieza. Los mítines de Zapatero

Debo confesar que me decepcionan algo los mítines de Zapatero. Los sigo desde hace tiempo, y reconozco que son eficaces para su público: siempre les anuncia alguna buena nueva ‘local’ que ellos quieren oír. Por lo demás, da la impresión de aferrase a los viejos buenos tiempos -las leyes de Igualdad y Dependencia, la lucha contra la violencia de sexo, las excelentes noticias económicas- y de alejarse como de la peste de tratar los temas conflictivos. Pero ahí están esos temas: ¿podrá concurrir Batasuna a las elecciones con uno u otro disfraz? ¿Comparecerá finalmente Manuel Conthe -menudo papelón el de casi todos en este ‘affaire’ de las opas a Endesa- en el Parlamento para explicar su no consumada dimisión en la CNMV?¿Se siente aprensivo ante lo que el Tribunal Constitucional pueda decir sobre el Estatut catalán? Etcétera.

O también le podríamos preguntar al presidente qué piensa de las puñaladas disfrazadas de abrazo con redoble que se asestan estos días fraternales compañeros de partido para obtener mejores puestos en las candidaturas que concurrirán a las elecciones de mayo, ahora que estamos ante la semana en la que las listas electorales han de cerrarse porque apremian los plazos. Claro que, viendo lo que ocurre en la Comunidad Valenciana, donde ‘zaplanistas’ y ‘campsistas’ andan a tortazo limpio, esto quizá deberíamos preguntárselo más bien a Mariano Rajoy, aprovechando que concurre el jueves a ese programa televisivo en el que la gente pregunta de todo, incluyendo el precio de un cafelito. Bueno, no todo: en realidad, en ese programa, que me aseguran que Rajoy prepara con mimo y con miedo, cada cual pregunta algo así como ‘qué hay de lo mío?’, y deja en blanco la casilla de las curiosidades de mayor alcance político.

Por ejemplo, esa promesa electoral que cada programa de los partidos nos hace desde décadas atrás: el desbloqueo de las listas electorales, que evitaría bochornosos espectáculos de lucha por situarse en los primeros números ‘para salir’ en las cadidaturas. Pero, claro, esa promesa, que restaría poder a los ‘aparatos’ de los partidos, y haría imposibles espectáculos como el valenciano, jamás se ha cumplido. Y no van a ser ZP en sus mítines ni Rajoy en sus comparecencias en programas estelares de las teles quienes lo recuerden.

Esta semana que ahora comienza, ZP tiene ante sí dos oportunidades mitineras: una, en Francia, respaldando a su correligionaria, que me parece que no demasiado amiga, Segolene Royal, que parte como perdedora y a quien el estado mayor monclovita no decidió sino hasta última hora acompañar en la recta final de su campaña. Otra, el próximo domingo, en el ya clásico paseíllo triunfal en la plaza de toros de Vistalegre, conmemorando sus tres primeros años de mandato. Pero pierdan ustedes cuidado, que en ninguna de las dos ocasiones escucharemos a Zapatero algo muy distinto de lo que le hemos oído en sus últimas apariciones, como la de Huelva y la de Tenerife: mucha satisfacción por lo realizado, muy escasa –nula, más bien—autocrítica y pasar como de puntillas sobre los grandes problemas del país, que quizá, al fin y al cabo, sí generen una cierta curiosidad, digo yo, entre los españoles esperanzados, curiosos o hasta entusiastas que llenan los auditorios para ver y escuchar lo que el hombre que más poder acumula en España tenga que decirnos.
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