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Pero ¿hasta dónde llega el nivel de alerta?

Fuentes de Interior nos dicen que, de cara a este fin de semana, se han reforzado los controles en seis “provincias sensibles” del sur y el Levante ante la posibilidad de atentados del terror islamista. Un matrimonio de concejales del PP en el País Vasco, al parecer amenazados por ETA, deciden dejar la política; por cierto, que en Euskadi vuelven los escoltas. Pero el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, dice que las cosas no han llegado al punto de tener que extremar los controles, aunque otras fuentes gubernamentales dicen que sí, que hay que tomarse en serio los avisos.

Lo interesante ahora sería saber hasta dónde consideran quienes nos gobiernan que han llegado los niveles de riesgo y, por tanto, hasta dónde hay que colocar los listones de alerta para garantizar la seguridad de los ciudadanos, que es, como se sabe, la principal preocupación de los españoles, según la mayor parte de los sondeos al respecto.

Porque las declaraciones contradictorias, los silencios excesivamente prolongados, no sirven para tranquilizarnos; más bien, da la impresión de que existe una cierta descoordinación entre los responsables de los organismos encargados de defendernos. Pregunten ustedes, si no, en Ceuta, en Melilla, en el estrecho, en los puertos andaluces, en las principales ciudades del litoral mediterráneo. Eso, en cuanto al terrorismo llamado islamista, que golpea a menos de quinientos kilómetros del territorio español.

Y, por el norte, asistimos al renacer de las viejas aprensiones y miedos en lo referente al ‘otro’ terrorismo que nos afecta, el autóctono: son muchos los que creen que ETA prepara el fin de su peculiar tregua. O sea, justo lo contrario de lo que hace apenas tres meses nos decían las fuentes oficiales, que aguardaban con esperanza un comunicado salvador de ETA. No ha habido tal. Ojalá lo hubiera, pero ahora, en medio del caos informativo, ¿quién sabe?

Es una situación preocupante, aunque admito que quizá no alarmante (hay demasiada gente dispuesta a fomentar la alarma en este país nuestro). Una situación a la que la oposición tendría que estar muy atenta, en lugar de enredarse en su absurda versión sobre la autoría de la matanza del 11-m. Y no digamos ya el Gobierno y el partido que lo sustenta, empeñados en sus acusaciones contra el Partido Popular, al que ahora cuelgan la eqtiqueta de “mentirosos”. Así, en esa absurda pelea dialéctica y mediática entre las principales fuerzas democráticas, se combate muy mal el terrorismo. ETA debe de estar encantada, pensando que ha conseguido sembrar la división entre quienes aceptan vivir dentro del sistema y la legalidad. Y, por su parte, desde el rincón en el que se esconden, Bin Laden y su cuadrilla han de estar no menos felices, viendo cómo los occidentales, en general, y desde luego aquí en España, nos perdemos en disquisiciones acerca de si son galgos o podencos.

Y mientras, los ciudadanos todos sobre ascuas, al menos en nuestros corazones, porque las autoridades competentes no se ponen de acuerdo sobre hasta dónde llega el nivel de alerta.
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