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¡Que no intervenga ZetaPé!

¡Que no intervenga ZetaPé!

Era previsible, sin necesidad de recordar la sentencia de “lo que no puede ser, no puede ser y, además, es imposible”. En la Galicia lluviosa de hoy, mientras en Compostela, esta mañana, jarreaba a modo, vuelve a caer agua sobre mojado. Una ducha fría, a decir de minorías concienciadas, nos ha caído encima por el aplazamiento sine die de la reforma del Estatuto de autonomía. Nuevamente,  los maximalismos de unos (el BNG) y de otros (el PPdG) ha frustrado una esperanza.

Y aquí, el columnista, gallego como es, no puede por menos de casi autocitarse con respecto a su escrito de ayer: la cosa se veía venir, sin siquiera consultar a la bruja Lola o a Octavio Aceves. Erala crónica de un fracaso anunciado. Y de nada ha servido la equidistancia formal de Emilio Pérez Touriño que había presentado a sus otros negociadores, Anxo Quintana (BNG) y Núñez Feijóo (PP) lo que él mismo definió como “una propuesta de mínimos”.  Sus interlocutores no estaban por la labor.

Lo cierto es que Galicia, a la vista del calendario electoral, tanto el de las municipales y autonómicas en 13 de las comunidades, más el añadido de las generales de 2008, si es que se llegara a un acuerdo sobre el texto del Estatuto, no puede aspirar que en esta legislatura el Congreso de los Diputados, por obra y (des)gracia del clima de crispación existente, apruebe el texto que, hipotéticamente, pudiera salir del Parlamento autónomo.

Puestas así las cosas, será a partir del 2009 cuando se llegue a la reforma estatutaria. Y, con esta dilación, Galicia habrá perdido como medio centenar de trenes, por obra y gracia del debate identitario. Ni Quintana y sus huestes se apean de sus posiciones, ni, por supuesto, Núñez Feijóo de las suyas. Lo cierto es que, entre PSdG-PSOE y PPdG, llegado el caso, suman 62 diputados en el Parlamento gallego. La aprobación del Estatuto, por ejemplo, requiere una mayoría cualificada de los dos tercios de la cámara, o sea, medio centenar de escaños. Lo que se llamaría la Gran Coalición los supera. Esta podría ser –que no lo será porque no se puede mezclar el aceite con el vino, pongo por caso—una solución. El precio que Pérez Touriño tendría que pagar sería su abandono del Gobierno, porque buenos son los populares.

Ya de nada sirven el Plan B, que tanto Pérez Touriño y Quintana decían tener. No ha habido acuerdo. No se han franqueado los tres escollos: la definición identitaria de Galicia, el estatus jurídico de la lengua gallega y la financiación autonómica. Solamente en lo de la financiación Núñez Feijóo, no sin reticencias, se mostró levemente de acuerdo.

Y, mientras, en Madrid, José Luis Rodríguez Zapatero, haciendo un ejercicio de buenismo, muy en su línea, haciendo votos para el entendimiento y el consenso. Y eso cuarenta y ocho horas después del debate a cara de perro con Mariano Rajoy. El deseo de columnista es el de que no intervenga ZetaPé. Los polvos del Estatuto catalán traen estos lodos a  Galicia. De momento, compuestos y sin Estatuto. Otra oportunidad perdida...

[Estrambote malintencionado: a Antón Losada, alter ego de Anxo Quintana, doblado de secretario general de Igualdad  y consejero áulico, el aplazamiento del estatuto seguro que le ha amargado el día de su santo. Esta vez, San Antón estaba muy ocupado con los animales irracionales...] 
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