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Una Constitución para Europa

Una Constitución para Europa

Como parece que el diálogo con la oposición no existe, el “proceso de paz” con ETA no funciona –el último comunicado de la banda es un insulto al Gobierno, al sentido común y una desvergüenza más- y puesto que la Alianza de Civilizaciones anda peor que mal, yo recomendaría al Gobierno que se ocupe de volver a poner en marcha la Constitución europea, que es seguramente el objetivo más noble, más necesario y de mayor futuro que un Gobierno puede tratar de poner en marcha. Más aún, aprovechando que este año se cumplen los 50 del Tratado de Roma.

Una Constitución europea ratificada ya por 18 Estados –de los 25 que hasta hace poco la formaban, ahora ya 27- en los que vive la inmensa mayoría de los ciudadanos europeos y que se frenó por una mala gestión de su aprobación y porque algunos problemas internos volvieron a pesar más que la construcción de una Europa unida. Una Constitución que aportaba valores muy importantes, sembraba las bases para acabar con los localismos, que acaban siendo siempre pueblerinos, que contaba con una Carta de Derechos Fundamentales y con propuestas muy positivas en materia social, de seguridad, política exterior,  migraciones o energía.

El reto, aunque muchos no lo vean, no es Navarra o los límites de una comunidad autónoma –sean éstos geográficos, lingüísticos o políticos-; el reto es crear una comunidad europea fuerte, donde se trabaje en libertad para disminuir las diferencias sociales y se garantice a todos los ciudadanos el acceso a la educación, la justicia o la vivienda. Una Europa con libertad de circulación del capital humano, que es lo único que puede cambiar el mundo, que haga de ella una potencia capaz de competir en igualdad. Una Europa fuerte en I+D+i, que es la llave del futuro.

Desde hace sesenta años, la Europa democrática vive en paz y ha ayudado a que otros países acaben con sus conflictos. La libertad y la democracia son un valor indiscutido en Europa, cuando hace poco muchos países eran férreas dictaduras y muchos de sus ciudadanos no habían pasado de súbditos. La gran mayoría de los ciudadanos europeos viven mejor que nunca y hay cola de países para ingresar en el club. Nadie se imaginaba en 1957, cuando se firmó el Tratado de Roma, que Europa, que aún no es la mitad de lo que debe ser, iba a ser mucho más que el sueño de unos políticos de enorme altura. Lamentablemente, los líderes europeos de hoy no son los Adenauer, Spaak, Monet, etc. que se creyeron la idea de Europa.  Pero los que hay, desde Angela Merkel a Zapatero, tienen la obligación moral de hacer una Europa de todos, con una Constitución para el futuro.
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