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Análisis tras la ruptura de la tregua de ETA

Crónica interna de diez días que estremecieron a España

Y después, ¿qué? Esta es una crónica 'interna', realizada por un equipo de periodistas de investigación, de lo que pasó entre los días 29 de diciembre y 9 de enero. Unos sucesos, que en parte no se conocían, y que tendrán indudables consecuencias: el Gobierno ya ha puesto en marcha su 'plan B', parece.
Y ahora, ¿qué? Todos esperan a la comparecencia parlamentaria de Zapatero para explicar qué falló en su aproximación a ETA para comenzar a negociar la paz. Ha habido una enorme tormenta política en las pasadas fiestas navideñas. El tránsito de 2006 a 2007 no pudo resultar peor. Sobre todo, claro, para los fam iliares de las víctimas de Barajas...y para el presidente del Gobierno, que prepara, dicen, su 'plan B'. Pero ¿hay 'plan B'?.

Los SMS recibidos por los periodistas que habitualmente siguen la información del Gobierno indicaban que el viernes, 29, a las 12,30 horas, se celebraría una conferencia de prensa del presidente Zapatero en la sala habitual del portavoz, en el palacio de La Moncloa. Se cumplía así, decían portavoces monclovitas, la promesa de Zapatero, en el sentido de que daría una rueda de prensa al final de cada período político (es decir, de sesiones). Una promesa que ni sus más acérrimos partidarios podrían considerar escrupulosamente cumplida, porque no es lo mismo una comparecencia ante los medios como la del 29-D que otras, con preguntas limitadas o en compañía de algún mandatario extranjero.

Y es que a Zapatero no le entusiasma la fórmula de las ruedas de prensa, las preguntas de los periodistas le parecen insulsas, reiterativas, y su opinión sobre los profesionales de la información ha variado bastante desde que jugaba con algunos de ellos al mus en las tardes de aburrimiento parlamentario.

Además, el presidente no entiende de líos semánticos; aún no se ha acostumbrado a que, cuando el jefe del Gobierno es quien habla, su voz adquiere una autoridad y un alcance que no tiene lo que diga un particular. Tal vez por eso, se dejó escapar, en su aparición estelar del día 29, un 'el año que viene estaremos mejor', refiriéndose a la actividad de ETA. Desde hace meses, La Moncloa venía dando la impresión de que la banda estaba prácticamente controlada, bajo mínimos, trufada de espías policiales y entregada a la negociación con el Gobierno.

Los periódicos, en general, y pese a las advertencias no pocas veces interesadas de ciertos líderes de la oposición, le creían. Le creían con cierta reticencia, pero le creían. Por eso, en la mañana del sábado 30 los titulares recogían esta promesa de mejora en el año 2007, que llamaba a la puerta. Y también por eso, la estupefacción fue mayor cuando, poco después de las nueve de la mañana del sábado 30 de diciembre, con la prensa conteniendo la rueda de prensa triunfalista del presidente ni había casi empezado a venderse, cuando los editores se desesperaban porque no habían llegado a alcanzar la noticia de la ejecución de Sadam Hussein a las cuatro de la madrugada, estallaron la bomba y la noticia: una explosión en el módulo D del aparcamiento de la terminal 4 de Barajas había destruído el edificio del 'parking', sepultando a centenares de coches y dejando un número de heridos leves cuyo número fue ascendiendo según pasaban las horas. Luego, la dolorosa nueva completaría el desconcierto y la ira: dos jóvenes, ecuatorianos y sin nada que ver entre ellos, permanecían presumiblemente aplastados bajo los escombros.

Fue un sábado de total caos, y no sólo circulatorio por los alrededores de una terminal que no pudo reanudar parcialmente sus vuelos hasta pasadas seis horas, provocando la deseperación de más de veinte mil pasajeros, la mayor parte de los cuales iniciaba una semana de vacaciones. Zapatero regresó apresuradamente del coto de Doñana, donde pensaba pasar la Nochevieja, para protagonizar una conferencia de prensa que obviamente resultaba impensable para él cuando, veinticuatro horas antes, se enfrentó a los periodistas: estuvo duro, pero dijo que se 'suspendía' el proceso de conversaciones con ETA, no que ese proceso quedaba 'roto', lo que iba a serle reprochado, obviamente, en los doloridos y estupefactos comentarios del día siguiente en los periódicos. Y, desde luego, por un PP que no estaba por la labor de colaborar en aquellos momentos, precisamente.

Allí quedaban reflejadas las imágenes del horror sembrado por la autoría inequívoca --desde el primer momento inequívoca-- de ETA. Cuatro pisos hundidos, medio millar de automóviles reducidos a chatarra, los trabajos de rescate de los cuerpos de los dos ciudadanos ecuatorianos, las familias consoladas por el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, único miembro del Gobierno que estuvo a la altura de las circunstancias, porque, por increíble que parezca, Zapatero se volvió a Doñana aquella misma tarde de sábado, dicen que abrumado por los hechos y por sus escasas dotes proféticas, y la ministra de Fomento regresaba igualmente a una estancia privada en París. Estuvieron en la 'zona cero', sí, el alcalde Ruiz Gallardón y la presidenta Aguirre; pero ni Zapatero --tardaría cuatro días y medio en personarse en la zona siniestrada, donde los bomberos seguían luchando a brazo partido para recuperar el segundo cadáver aplastado--, ni Rajoy --que apareció dando su versión de los hechos... en Pontevedra, y tardó apenas unas horas menos que ZP en personarse en Barajas-- ni los ministros, ni el candidato socialista a la alcaldía, ni el Rey, ni el Príncipe o cualquier otro miembro de la familia real, aparecieron por allí en las primeras setenta y dos horas.

Luego, La Zarzuela explicaría que la familia real no quiso inmiscuirse en lo que se presentaba como una batalla política. Y lo fue, de hecho. La marea de la indignación popular creció ese domingo, 31 de diciembre, mientras las televisiones y las radios se esforzaban vanamente por ofrecer una visión normalizada de un año más ante la Nochevieja. La manifestación convocada para la mañana de ese domingo en Madrid por la Federación de Municipios y Provincias se quedó con apenas los concejales socialistas y de Izquierda Unida, arropados por algunas decenas de personas, mientras la Asociación de Víctimas del Terrorismo, con el ubicuo Alcaraz al frente, aprovechaba para convocar 'su' propia manifestación, que más pareció dirigirse contra el Gobierno socialista que contra ETA: hubo conatos de encontronazos, insultos sin cuento contra Zapatero y hasta un intento de 'marchar' sobre la sede del PSOE en Ferraz, fuertemente custodiada por la policía y que, pese a todo, recibió bastantes impactos de huevos. El alcalde Ruiz Gallardón, que tan constante presencia tuvo en Barajas, aprovechó para estar en ambas manifestaciones: la de la FEMP, que abandonó pronto, y la de la AVT, donde fue recibido con división de opiniones gritadas.

El día 2, la AVT, que no pierde ocasión para meter su dedo en el ojo del Gobierno, convocó manifestaciones en todos los ayuntamientos, pero el seguimiento, una vez que no contaba con el apoyo táctico del PP, fue pobre, como bastante pobre --unos centenares de personas, algunas muy exaltadas-- había sido la concentración en la Puerta del Sol del domingo, donde incluso se pretendió agredir a medios de prensa considerados 'gubernamentales'. Mientras, la polémica había ido creciendo en todo el país: ¿por qué la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega, tradicionalmente la 'sonrisa buena' del Ejecutivo, no había ido a Barajas?¿Era cierto que Zapatero estaba tentado de presentar su dimisión, tan desalentado que incluso había cometido el tremendo error de regresar a Doñana, de donde no regresó hasta el miércoles 3 de enero? Los SMS de los teléfonos móviles echaban humo con bromas de dudoso gusto: 'Zapatero entró por Atocha y salió por Barajas'.

Los colaboradores más cercanos del presidente no acababan de definir una línea de actuación en imagen: Sólo así se explica que el secretario de Organización del PSOE, José Blanco, reconociese la existencia de 'errores' en el proceso hacia la paz con ETA, y que, al día siguiente, como veremos, el propio Zapatero le desautorizase. O que Rubalcaba tuviese que acudir a puntualizar a Zapatero, enfatizando que el proceso estaba 'roto', y no meramente suspendido, como el presidente había dicho en la rueda de prensa del día 30. El gabinete de crisis no iba a reunirse en Moncloa, en pleno, hasta el día 5, víspera de una Pascua Militar en la que se anunciaba, por un lado, un importante discurso del Rey ante los jefes militares, y, por otro, una comparecencia 'informal' de Zapatero ante los periodistas, en el propio palacio de Oriente; una comparecencia que, por cierto, fue objeto de una tensa negociación entre la Casa Real y los representantes del gobierno, que querían aprovechar el momento como una nueva oportunidad para que el presidente puntualizase algunas cosas a los medios. Así que se evitaron los 'corrillos', pero se propició un encuentro de zapatero con los periodistas que obviamente habían acudido masivamente a escuchar sus nuevas puntualizaciones.

La verdad es que el discurso del Rey no iba a aportar gran cosa excepto un inequívoco llamamiento a la 'unidad' entre las fuerzas políticas. El Monarca, a quien los informes llegados desde el Gobierno, desde el Centro Nacional de Inteligencia y desde Interior le aportaban más tranquilidad que inquietud en lo referente a la marcha de los encuentros 'secretos' con ETA, se mostró reservado y en ningún momento quiso hablar con los periodistas, en los 'corrillos' informales en el palacio, de lo ocurrido a raíz del atentado de ETA. Algo más enjundia tuvo la comparecencia 'informal' de Zapatero, en la sala de alabarderos del palacio de Oriente y bajo un cuadro de Lucas Jordán titulado, curiosamente, 'Salomón, recibiendo la inspiración divina'. En tres ocasiones, Zapatero enfatizó que ETA había 'roto' el proceso, aniquilando así especulaciones acerca de las razones que una semana antes le habían llevado a declarar meramente 'suspendido' este proceso. Y, por primera vez, reconoció la existencia de conversaciones con ETA (desde junio), exploratorias de la voluntad real de la banda de iniciar una negociación leal.

Si el presidente se había sentido en algún momento tentado de dimitir, la verdad es que no lo demostraba. Estaba firme y su comparecencia fue considerada por los periodistas asistentes como 'positiva', si se exceptúa el hecho, ya comentado, de que rechazó haber cometido cualquier error en el proceso de camino hacia la paz en el País Vasco. Fue ETA la que se equivocó, repitió, ajeno, como siempre, a cualquier autocrítica.

Es evidente que, pese a la seguridad aparente de Zapatero, una cierta procesión iba por dentro: no escondieron algunos 'fontaneros' de Moncloa su enfado con algunos periodistas que, a su juicio, no les habían acompañado suficientemente con su 'simpatía' en la crisis provocada por el atentado de ETA del pasado día 30 de diciembre. Algunos 'monclovitas' reprocharon a periodistas a los que consideraban 'amigos' que se hubiesen explayado en las críticas hacia la conducta de Zapatero. Lo cual, parece, era producto de un debate interno en el mundillo de los dirigentes socialistas: desde el partido se admitieron 'errores'; desde La Moncloa, de ninguna manera se 'cayó' en la autocrítica. Es decir, más de lo mismo. Pero lo cierto es que solamente ese desánimo presidencial puede explicar que, en las peores circunstancias, Zapatero decidiese regresar a Doñana, que era lo más perjudicial para su imagen.

Esos 'fontaneros' también señalaban que ahora se pondrá en marcha un 'Plan B'. Mano dura con el mundo etarra, vuelta a la ley de partidos --demasiado olvidada, a juicio de la oposición--, reforzamiento de una información que, al menos el director de la policía y la Guardia Civil, Joan Mesquida, creía (bastante erróneamente, por cierto) que era la mejor posible...¿Y alguna medida, algún cese, algún 'mea culpa'? La verdad es que no parece. Ya lo dijo Zapatero, contra bastantes evidencias: errores, ninguno. Y el futuro, pese a todo, vbuelve a llamarse negociación. Pero ¿para cuándo y después de que ocurra qué?

¿Qué sabe el Gobierno sobre ETA?

Zapatero sigue anclado a su teoría de que en ETA no hay divisiones internas. 'Especulaciones'; así definió las hipótesis que hablan de que una parte de ETA, la representada por Josu Ternera, quiere negociar, mientras otra, encarnada por 'Txeroki' sería contraria. Sin embargo, la mayor parte de los observadores más cualificados sobre la trayectoria de la banda terrorista apuestan por el hecho de que esta división está, al menos, latente. Noticias periodísticas aparecidas en medios que suelen estar bien informados sobre ETA indicaban que la banda retiró a Josu Ternera sus 'poderes negociadores', una vez que comprobaron que el Gobierno español no hacía tantas cesiones como ellos pretendían. ¿Habrá finalmente explicaciones sobre esto en sede parlamentaria? Y, por otra parte, ¿cómo reaccionará Batasuna ante lo que ha sido un golpe indudable para sus expectativas de presentarse a las elecciones municipales?
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