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La semana política que empieza. En defensa de Zapatero

La semana política que empieza. En defensa de Zapatero

Resulta muy arriesgado, y hasta algunos pueden pensar que provocador, salir ahora a defender a José Luis Rodríguez Zapatero, con la que está cayendo. Las encuestas lo crucifican, las tertulias lo machacan, los editoriales lo condenan, en sus apariciones públicas lo abuchean, los foros de Internet arremeten contra él de manera inmisericorde. Y, sin embargo, es posiblemente la persona que con mejor voluntad, con mayor riesgo y con menor fortuna --¡él, que se cree tocado por la vara de los dioses!-- ha acometido el combate contra el mayor problema que tenemos los españoles desde hace casi cuarenta años. Es decir, el terror que nos impone ETA, y contra el que sucesivos gobiernos han litigado de las más diversas formas, desde las más sucias a las más caballerosas, valga la expresión, y espero que se me entienda.
 
A Zapatero, estos días, se le combate desde el insulto puro y duro en las manifestaciones que convoca alguien que no quiere la negociación, y está en su derecho, ni tampoco la unidad frente al terror, y aquí comete un desmán. Y se le combate también desde la prepotencia de quienes creen que ellos sí podrían acabar con la banda del terror; este mismo domingo se podían leer expresiones como "ingenua criatura" , dirigidas a ZP, y escritas por algún colega polémico al que personalmente respeto no poco, pero que aquí se ha lanzado a la demasía.
 
Sí, Zapatero ha sido un ingenuo, y aún lo es cuando, en medio de un corro de periodistas en el Palacio de Oriente, en la Pascua Militar, sigue negando haber cometido errores. Lo peor es que él cree que es así, que todos los errores los ha cometido ETA. Como si a la banda se le pudiese tratar con los cánaones de racionalidad convencionales. ETA parece encantada de poner y deponer presidentes del Gobierno, de dirigir desde las tinieblas la política de un país, de decidir cuándo y casi cómo aparecerán los titulares periodísticos.
 
A cambio, el monstruo devorador está dispuesto a enviar a sus militantes a la cárcel --porque todos acaban en la cárcel--, para que allí malgasten lo mejor de su juventud. Eso es, claro, puro fanatismo, y a los fanáticos hay que tratarlos de modo diferente al resto de la gente 'normal'. El fanático gana siempre a corto plazo, porque llega más allá de los límites racionales y hasta humanos, máxime cuando esos límites incluyen bombas o pistolas. Pierden siempre a medio y largo plazo, porque, como ocurrió la pasada semana en un pequeño pueblo madrileño, los habitantes se cansan del matón y se reúnen todos, al margen de ideologías, para ir a su casa a lincharlo.
 
Me temo que los españoles podemos haber perdido, hasta cierto punto, el miedo al matón ETA, pero nuestra clase política no ha perdido el miedo a la derrota electoral y no acude, por tanto, a linchar en masa al matón. Y, así, se cruzan acusaciones inverosímiles, se achacan al Gobierno intenciones que nadie puede demostrar que haya barajado --la "entrega" de Navarra, la inconstitucional amnistía a los presos más sanguinarios--, mientras, del otro lado, se acusa sin fundamento al principal partido de la oposición, dirigido por un hombre honrado aunque demasiado timorato quizá, de no querer, en el fondo, que se alcance la paz, porque ello daría votos a quien actualmente está en el poder.
 
 Curioso, por cierto, el espectáculo de dos políticos básicamente honestos, con muchos más valores que defectos, tirándose a la cabeza un pasado que ninguno de ellos construyó, olvidando que de la Historia se aprende, pero que no sirve como arma arrojadiza, a menos que se quiera hacer estéril el presente...y el futuro. Ya digo: Rajoy es demasiado timorato, y Zapatero, excesivamente osado. Entre ambos darían la media perfecta de equilibrio. Y así tendrá que ser en algún momento, cuando dejen de sacudirse palos con  las arenas movedizas llegándoles hasta la rodilla, como en el cuadro, tremendo, de Goya.
 
Por lo demás, el presidente ha hecho lo que tenía que hacer: aprovechar cualquier resquicio para llegar a la paz. Y había indicios de que el 'otro lado', los 'malos', también lo querían. Luego, quizá se les hizo, a los malos, demasiado caso, quizá demasiadas concesiones, quizá no hubo acuerdo entre ellos, quién sabe. Puede que Zapatero quisiera oír los cantos de sirena, y no los aullidos del lobo, que de todo pàrece haber habido en el seno de la banda del horror. Puede que se relajasen los controles y los métodos, que se incrementase demasiado la permisividad y el mirar hacia otro lado, que se desatendiese al otro sector de 'los buenos', que pensaba de manera diferente a la hora de enfrentarse a ETA.
 
Todo eso es posible (y hasta probable), pero no coloca a Zapatero en la historia de la infamia, como algunos pretenden, ni en el bando de los tontos, como otros, interesadamente, quisieran, una vez que el misterio neblinoso que rodeaba la figura del quien primero fue Bambi, luego ZaRpatero, se ha ido disipando gracias a la inexperiencia del propio interesado. No, a ZP ya no le favorece la neblina; los rayos del sol muestran al rey medio desnudo, como a la mayoría de los mortales, por otro lado. Era conmovedor escucharle, bajo un cuadro de Lucas Jordán titulado "Salomón recibe la inspiración divina", decir a los periodistas en el palacio real que èl piensa agotarse, dar la cara siempre, al servicio de la paz. Lo que ocurre es que ignora que la preparación de la paz, como la venganza, es plato que se sirve frío.
 
A ZP hay que darle aún un margen de confianza; porque es el presidente del Gobierno, mientras las urnas no digan lo contrario, y  porque en el futuro, cuando ETA, que es quien tiene todas las culpas, pague --y muy caro-- lo que ha hecho, habrá que volver a negociar. Qué remedio. Puede que, en el fondo, como ocurre en todas las guerras, siempre haya habido alguien hablando con alguien, alimentando la llama, que no quisiera yo considerar imposible, de la esperanza. Y, entonces, ahí estará ETA, confiemos en que aún más debilitada, aún más dividida --y, por tanto, aún más peligrosa-- y ahí estarán Zapatero, y Rajoy, y todos nosotros, que no deberemos desaprovechar la oportunidad.

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