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ETA no está en Wonderland

Hay muchos momentos fascinantes en las aventuras de Alicia, de manera especial en las inquietantes páginas “Through The Looking Glass”. En la Casa del Espejo, explica Alicia a Kitty, “I can see all of it (…) all but the bit just behind the fire-place (…) I do so wish I could see that bit! I want so much to know whether they’ve a fire in the winter: you never can tell, you know, unless our fire smokes, and then smoke comes up in that room too – but that may be only pretence, just to make it look as if they had a fire”. Ésta inquietante percepción, debida a la pluma genial de Lewis Carroll, es posible que, si ZP es hombre leído, como antes se decía, pasara el sábado por su cabeza al ser informado de la reaparición de ETA en la nueva terminal del aeropuerto de Madrid-Barajas. Eso sí, al menos, las cosas claras, es ETA y no el Gobierno del Estado la que controla el llamado “proceso”, marca los tiempos y pone las condiciones. Alicia ha cruzado el espejo y ha salido del País de las Maravillas al infierno de la condición humana.

Los independentistas vascos saben que van a influir poco, casi nada, en las elecciones autonómicas y locales del próximo mayo. De ahí que su advertencia o toque de atención haya sido suave, aunque tan jugoso de subyacentes. Por ejemplo, la simbología del lugar escogido, el punto más emblemático de todo el sistema de transportes de la capital. Por ejemplo también, el potencial estremecedor de su eventual “escalada”, ya que los pocos heridos leves podrían haber sido decenas de muertos sin esfuerzo añadido alguno. Y desde luego, por la obscena exhibición de que, los mismos que hace poco más de dos años estaban derrotados y acorralados, tienen ahora al Gobierno del Estado cogido por la parte más dolorosa de la anatomía. ETA advierte a Zapatero de que sólo le queda algo más de un año, hasta las elecciones generales de 2008, para darles satisfacción o

En esta partida de póker del “alto el fuego permanente” todos juegan con las cartas marcadas, pero con pocos naipes escondidos en la manga, si es que tienen alguno. El análisis más primario señala que, si ETA vuelve por su fueros, Zapatero no podrá sobrevivir electoralmente a la apuesta de “todo o nada” que ha hecho por el acuerdo entre el PSOE y los nacionalismos periféricos. En el mismo nivel primario de análisis, Zapatero es posible que crea que ETA no romperá del todo la baraja, porque los terroristas saben que su fracaso electoral supondría la vuelta de un Gobierno dispuesto a luchar frontalmente contra el terrorismo, sin embridar la acción policial y judicial.

¿Pero cuál es la lógica de ETA en esa parte que no vemos a través del espejo de Alicia y que nos impide tener la certeza de que el humo salga del fuego? ¿Y si los dirigentes de ETA llegan a la conclusión de que no les conviene perder el control de los tiempos de la partida y que por tanto no pueden permitirse conceder a Zapatero la reelección sin que previamente se hayan producido pasos irreversibles en el “proceso”? Mantener la apariencia de humo sin fuego les resultaría entonces menos rentable que volver al fuego, esto es, a la terrible lógica que es propia del terrorismo, “cuanto peor, mejor”. En la T4 del aeropuerto de Madrid-Barajas, los etarras han enseñado a ZP esta patita del conejo, para que no olvide que el “proceso” no es una mesa abierta de juego, sino una proposición de ETA a la que se entra o no con todas las consecuencias.

De momento, en menos de 24 horas nada quedó del alegre paseo por Wonderland que el viernes, al término del Consejo de Ministros, se marcó el presidente Rodríguez Zapatero. Nada de la voluntarista presunción de que la situación, con relación a ETA, era mejor que hace un año. Nada del frívolo anuncio de que dentro de un año será mejor que ahora. La realidad es el único imperio al que conviene someterse. Para que nadie se llame a engaño, ETA ha demostrado en el aeropuerto de Barajas que su capacidad de matar ha vuelto a los temibles niveles de antes del pacto por las libertades y contra el terrorismo. La imagen del otro lado del espejo nos ha devuelto bruscamente a la realidad. Y es una fea realidad. Como advertía a sus conciudadanos el presidente John F. Kennedy, la libertad no es gratuita y debe ser poderosamente defendida, porque “cualquiera que intenta cabalgar sobre el lomo del tigre acaba inevitablemente devorado por él”.

Claro que es tiempo no para el resentimiento ni para pasar factura, sino para la generosidad. Si el presidente Rodríguez Zapatero tuviera el coraje de reconocer su error y la terrible factura que supone para el país la estéril negociación política con la organización terrorista, y mostrara disposición a volver a la lucha contra ETA y por tanto al pacto por las libertades y contra el terrorismo, seguro que Mariano Rajoy no dudaría en tender la mano para recomponer la unidad de acción democrática. Después de ayer, la actitud contraria –el encastillamiento en el Wonderland que nunca existió– ya no podría ser disculpada como una equivocación.
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