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Hipócrates e hipócritas

Termina el año la presidenta de la Comunidad de Madrid con un nuevo tropezón, esta vez no en forma de libro sino de ayuda humanitaria. Aguirre dice ahora que la Comunidad autorizó la visita del doctor José Luís García Sabrido a Fidel Castro por tratarse de una ayuda humanitaria. Más bien parece que la presidenta (que lleva enviando medicinas a Cuba desde hace tiempo), se ha tenido que retractar al darse cuenta de que el lobby cubano de Miami, al que fue de visita oficial, se le podría mosquear severamente.

Aprovechar la enfermedad de Castro para criticar el nivel sanitario de la isla y de paso la falta de garantías jurídicas es un despropósito. Si estamos por Hipócrates, por el juramento, no lo estaremos por los hipócritas. Uno entiende la crítica feroz al régimen de Castro, los argumentos ideológicos e incluso las intervenciones más duras, pero no estas palabras tan fuera de lugar.

Algunos libertadores de salón, sin duda que afectados por el síndrome del neoliberal que lo ve todo de color de rosa, callan cuando hay que hablar de la inexistente sanidad en otros lugares del Caribe, (Jamaica, Bahamas, República Dominicana o Haití), y sin embargo atizan a los cubanos con la menor de la ocasiones. No estaría mal que se preguntaran qué aportaciones éticas, clínicas y hasta intelectuales ha tenido la revolución en aquella isla que aún hoy mantiene vivo su cariño hacia España. No estaría mal que le preguntaran al presidente de honor de su partido, Manuel Fraga, qué opina de Castro y de Cuba. Y por qué la revolución se ha mantenido a lo largo de estos años a pesar de los intentos de invasión y bloqueo que se han dado de manera continua.

La primera acción, la de enviar al médico del “Gregorio Marañón” fue una medida espectacular que hubiera sido de ejemplo de tolerancia para el resto del mundo, entre ellos los Estados Unidos que por matar a Castro permiten que enferme todo un pueblo. Sin embargo la presidenta tuvo una segunda reacción, esta vez quizá motivada por un mandato superior de “acabemos con los rojos”. Sólo le ha faltado decir que en realidad se equivocó y que había dicho que enviaran al doctor Montes para que le hiciera una sedación a Fidel.

Dice Julio Anguita que “hasta para insultar hay que tener clase. Prefiero los comentarios que hacían las vecinas de mi calle del Pozo, la Collado y la López, a los exabruptos de Esperanza Aguirre”. Como me ha autorizado a publicarlo, aquí queda.

 
 
www.rafaelmartinezsimancas.com

 

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