La economía española cerrará este año con un crecimiento superior al previsto por el Gobierno. Y al 3,8% de aumento del PIB que se espera, el equipo de Solbes añade ahora una previsión de crecimiento del 3,4%, dos décimas más de las que se venían barajando. Son datos oficiales y que por tanto llegarán a la Comisión Europea, desde donde se controla la estabilidad necesaria para mantener el euro. A tan buenas noticias se suma una fuerte creación de empleo, la caída de la deuda pública y el superávit de las administraciones públicas, aunque en este caso las cifras están maquilladas, ya que no se cuentan los números rojos de entes como RTVE o Renfe. Y con un cuadro así incluso será posible ajustar las tarifas del IRPF.
Siendo todo ello cierto, no lo es menos que la economía española tiene serios problemas. Su modelo de crecimiento está excesivamente ligado al ladrillo y al turismo, lo que denota escasa imaginación y una baja inversión en investigación y desarrollo, mientras la inflación sigue desbocada, el déficit comercial sube como la espuma y refleja, en definitiva, la pérdida de competitividad de las empresas españolas, cuya productividad sigue siendo baja para los niveles medios de la Unión Europea.
Con la llegada del nuevo año, se cumplirá el quinto aniversario de la implantación del euro, lo cual también explica parte del llamado milagro español. Con tanto crecimiento nos hemos hecho más ricos en euros, partiendo de pesetas. De no haber sido por el euro, seguramente ahora estaríamos con tipos de interés al 7 ó al 8% y la peseta ya se habría tenido que devaluar al menos dos veces. Lejos, por tanto, de un modelo económico sano, las celebraciones de un buen año no deberían permitir echar la casa por la ventana.
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