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Espíritu de Navidad

Espíritu de Navidad

Algunos intentan  convencernos de que la Navidad, hoy, es un conjunto de costumbres, tradiciones, excesos consumistas, gastos supérfluos, fiestas con escaso sentido... Y muchos cristianos contribuimos a hacer real esa apariencia externa. Pero la Navidad es mucho más que un tiempo en el que hay una paga extraordinaria, vacaciones, comidas de empresa, encuentro de amigos... La Navidad ha impregnado durante siglos el recuerdo de un Dios padre, de un Dios espíritu santo y, sobre todo de un Dios hijo, que se hizo niño entre los niños, que dio su vida en la cruz y que resucitó después. Esa fe mueve y ha movido a millones y millones de hombres en todos los rincones del mundo a lo largo de veinte siglos y lo va a seguiir haciendo. Esa fe está en la esencia de nuestra cultura: en las iglesias y catedrales, en los museos, en algunas de las obras más importantes de la literatura universal, en los conciertos de los más grandes compositores, en misioneros que han dad u siva por los demás... Todo lo que es Europa, todo lo que es España tiene sus raíces en el cristianismo. Y toda la cultura europea hunde sus raíces en la fe cristiana. Quien intente paganizar la Navidad, empequeñecerla, tendrá que romper con la historia que ha hecho posible lo que es hoy y empezar de nuevo. ¿Hacia dónde?

Algunos, lo acaba de decir Benedicto XVI, y hace poco también lo pusieron de manifiesto los obispos españoles, qiuieren arrinconar los símbolos cristianos en todas partes, reducir la religión al ámbito privado. Lo que no se ve, no existe. La Iglesia molesta, la religión es peligrosa. El discurso laicista de exclusión de la religión se abre paso entre el empeño de los excluyentes y la apatía de muchos cristianos. Entre la fuerza de los medios de propaganda y el escaso entendimiento y aprecio que la Iglesia, especialmente la Iglesia española de las últimas décadas, ha tenido por la comunicación de masas, por la presencia activa en la sociedad de las comunicaciones. Es un contrasentido que los mejores comunicadores de todos los tiempos -los apóstoles del Evangelio- lo hagan tan mal ahora. La Iglesia vive uno de los momentos más importantes de los últimos siglos: o sabe llevar el mensaje a todos de una forma moderna, inteligente y atractiva o los otros "apóstoles" -los que intentan regular la vida ciudadana, deciden dónde y cuándo se puede fumar, cómo ocupar nuestro ocio, qué se tiene que enseñar y cómo educar a la ciudadanía, qué podemos y no podemos comer, etc.- ganarán esta batalla.

La Navidad es un mensaje de esperanza, un espíritu de paz y concordia. Los valores de la Navidad son valores sólidos porque están en la mejor esencia del hombre solidario, del hombre libre, del hombre que se desprende de lo accesorio para buscar lo fundamental. Del diálogo del hombre con Dios.
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