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Fernando Jáuregui

¿Es Venezuela una democracia?

¿Es Venezuela una democracia?

Qué duda cabe de la limpieza de las elecciones del pasado domingo en Venezuela; tratar de sembrar sospechas acerca de la idoneidad del proceso es, cuando menos, tramposo. La victoria de Hugo Chávez ha sido justa, porque lo han votado. Criticable, porque quizá los venezolanos tengan tiempo de arrepentirse de la opción tomada. Puede que no la hubiese mejor, puede que una parte sustancial del pueblo venezolano, la que menos tiene, acaso una mayoría, se sienta representada por este caudillo que, la verdad, de demócrata tiene poco, aunque sean las urnas las que ahora lo legitiman.

Porque no se está en plena democracia por el mero hecho de votar cada cuatro años. La democracia se construye día a día, en un proceso de diálogo entre representantes y representados y escuchando y atendiendo a la voz de estos últimos. No se construye con bravatas, con salidas de tono, con emulaciones de payaso que muestran bien poco respeto hacia la ciudadanía y hacia quien las practica y profiere. La democracia, en fin, es cosa demasiado seria como para dejarla en unas solas manos, y menos aún si esas manos resultan cuestionables en su trayectoria.

Está claro que algunos países de América Latina sienten una tentación populista, impulsados por las injusticias que se viven en el interior. Resulta también claro que una historia de dominio económico desde los Estados Unidos, que convirtieron a sus vecinos del sur en una especie de protectorado a la más antigua usanza, ha dejado profundas grietas en el alma de muchas naciones iberoamericanos, lo que, por cierto, resulta una lección que algunos estados, muy concretamente España, debería y deberá tener muy presente.

Aunque no le falten razones ahora al Gobierno español para sentirse irritado por la decisión del caudillo bolivariano –ay, si Bolívar levantara la cabeza…-- de evitar la repatriación de cuatro terroristas etarras; es urgente que la diplomacia de Madrid explique cuanto antes a algunos Estados iberoamericanos, contumaces en el error de pensar que se trata de un movimiento de liberación oprimido, la verdadera naturaleza de ETA.

De acuerdo: tanto las superpotencias, ocasionalmente, como sus propios gobernantes, habitualmente, se han aprovechado de los pueblos iberoamericanos. Pero nada de esto hace que quienes creemos en una democracia representativa, plural, de confrontación de ideas y no de puños, nos sintamos alineados con una victoria como la de Chavez, favorecida también por una larga historia de corrupción entre los políticos ‘profesionales’ y por la inepcia de los partidos tradicionales para organizarse, entenderse y ofrecer a su pueblo un programa atractivo y creíble.

Chavez, que quiere ser el heredero del castrismo utilizando a Simón Bolívar como icono, acabará por traer la desdicha a su pueblo, por mucho que esa desdicha venga lavada en petróleo. Sinceramente, a mí la noticia de la victoria de Hugo Chávez no por esperada deja de parecer una mala noticia. Y eso nada tiene que ver con la confrontación entre las izquierdas y las derechas: un análisis desde ese punto de vista resultaría demasiado simple. ¿O no?
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