Por
Ismael Álvarez de Toledo
lunes 25 de mayo de 2015, 09:11h
Acaba de finalizar el
escrutinio de votos de las elecciones municipales y autonómicas en la mayor
parte de España, exceptuando Andalucía, País Vasco, Galicia y Cataluña, y los
resultados no arrojan mayor sorpresa de lo que ya venían anunciando las
distintas encuestas a lo largo de toda la campaña electoral. Una vez más, la
madurez democrática de los españoles ha sido determinante para otorgar las
distintas cuotas de poder, en el amplio abanico de la gobernabilidad en
ayuntamientos y comunidades autónomas.
Los innumerables casos de
corrupción, la gestión de la crisis económica y el distanciamiento con los
ciudadanos, han sido los tres argumentos válidos sobre los que se asienta una
victoria pírrica, en la batalla electoral, sin precedentes en la historia de
España, poniendo al frente de las instituciones públicas, en algún caso, a
partidos surgidos de la desesperación ciudadana y el compromiso con la honradez
y la cercanía como forma de gobierno, y en otros, a los dos partidos
mayoritarios; PP y PSOE, pero sujetos al mecanismo de pactos, previsto en la
Ley Electoral.
Con los gobiernos del
Partido Popular, ostentando la mayoría absoluta en casi todas las comunidades
autónomas y ayuntamientos, hemos asistido al mayor distanciamiento jamás producido
entre los ciudadanos y sus representantes. La soberbia y la prepotencia que
otorgan las mayorías absolutas hacen al mediocre sentirse superior sobre el
resto de la gente, algo que no es patrimonio exclusivo de la "derecha", sino
que sucede en todas las organizaciones y estamentos desde donde se ejerce el
poder. Pero en el caso de los representantes públicos, es más sangrante, al
tener la responsabilidad, adquirida en las urnas, de gobernar para todos y con
la humildad que debe tener un servidor de lo público.
A partir de este momento,
los partidos políticos de corte tradicional; PP y PSOE, que están llamados a
recuperar la calle en tiempos venideros, deben
someterse a un exhaustivo examen de conciencia, despertar a los nuevos
tiempos, corregir y colegir actitudes, poner en sintonía los programas
políticos, cuando los haya, con las verdaderas demandas sociales, ya que muy
probablemente, muchos de los votos acaparados por los partidos y plataformas de
izquierda tengan que ver con las clausulas suelo, con la permisividad ante los
desahucios, y la fractura social entre las grandes compañías de servicios,
amparadas por el gobierno, y las lógicas demandas de los ciudadanos para
tiempos de crisis.
En estos últimos cuatro años
de gobierno del Partido Popular, los bancos y las eléctricas han actuado en
España con un salvajismo desproporcionado, sin freno a su codicia, sin tener en
cuenta la situación real de las empresas y de las familias, y el resultado de
todo ello, se ha visto traducido en la respuesta ciudadana en las urnas. Sin
embargo, la sabia y contundente reacción democrática, también ha servido para
reconocer el esfuerzo realizado por el Partido Popular y su gestión de la
crisis, o mejor dicho, la manera menos sangrante que ha utilizado para sacarnos
de ella, aunque según de la forma que se mire, así ha afectado más a unos que a
otros.
Tras el descalabro de unos y
el quiero y no puedo de otros, ahora llega el momento de los pactos, con una
enorme responsabilidad para los partidos emergentes, ya que no es lo mismo
pactar con el que gana que con el que pierde, para obtener una mayoría que le
permita gobernar, a pesar de no ser la lista más votada. Cientos de
ayuntamientos cambiarán de manos, merced a los acuerdos entre diversas fuerzas
políticas, y se iniciará una nueva batalla, donde los distintos colores
llamados a gobernar en el territorio, ya sea Comunidad Autónoma o
Ayuntamientos, enfrentarán a unos y otros, y el perdedor de la contienda será,
como siempre, el ciudadano que sufrirá las consecuencias de la incoherencia de
una Ley que divide a los electores, y permite el gobierno de las minorías si
pactan entre ellos.
Sea como fuere, nuestros
políticos están resignados a acatar las decisiones del pueblo, en este antesala
de unas elecciones generales, que pueden cambiar el rumbo de la historia de
España, aunque sea con victorias pírricas, que generen controversia y
desasosiego en los ciudadanos, y la pérdida de las huestes que se quedan en el
campo de batalla de la democracia.
Ismael Álvarez de Toledo
periodista y escritor
http://www.ismaelalvarezdetoledo.com