Por
Pascual Hernández del Moral.
viernes 01 de mayo de 2015, 16:34h
Cuando yo era un zangalitrón y comenzaba a arrancarles
a mis padres poco a poco briznas de libertad, mi madre, muy mirada ella, me
decía:
-
¡Niño,
a ver con quién te juntas!
Desde el 82, cuando se liquidó UCD, y el CS ya no
representaba a nadie, el PSOE gobernó con mayoría absoluta hasta el 96; catorce
años mandando con mayoría absoluta, sin tener que "juntarse" con nadie (ni con
comunistas, ni con nacionalistas) para pilotar "este país". Era la PASADA POR
LA IZQUIERDA, que se dijo entonces, y que, desde mi modesta percepción, fue
necesaria para la consolidación de la democracia. En los debates que, a la
sazón, se producían, era proverbial la arrogancia del jefe, la "simpatía" del
canijo, los chistes de y sobre Moran, la gallardía de Serra y su piano... en fin,
las características de los diferentes protagonistas de los catorce años de
gobiernos socialistas.
Después, llegó la letanía del "¡Váyase, señor González!", que, combinado
con el cansancio de la gente y con no pocos escándalos de carácter económico,
determinó un cambio de orientación del gobierno. Aznar duró ocho años; en los
primeros cuatro tuvo que usar las muletas, "juntarse" con los nacionalistas
catalanes (recuérdese que "hablaba catalán en la intimidad) y así pudo "aprobar
el examen" de investidura con los votos
de los suyos y los de CiU. Se tragó muchos sapos (el chapapote, la guerra de
Irak, el recrudecimiento de los atentados de ETA...) y duraron sus gobiernos
hasta el malhadado 11M, en que comenzó a gobernarnos, de nuevo, el PSOE de
Zapatero, el de la dulce sonrisa y la progresía social.
Nunca, excepto en el 96, hubo que hacer
acuerdos de investidura con otros partidos. Y desde luego, en Andalucía menos
que en ningún otro lugar: el 15 de junio del 77 comenzó mandando el PSOE, y
hasta hoy: en el último gobierno, socialistas y comunistas se conjuraron para
evitar que gobernara el PP de Arenas; en total, 38 años de nada.
Ahora las cosas han cambiado. Susana Díaz,
hasta ahora, no tiene garantizada la investidura, y está pidiendo "juntarse"
con cualquiera (excepto con el PP, enemigo público número uno); y parece que no
ha convencido ni a tirios ni a troyanos. Con los comunistas, visto lo visto, ni
se hablan. Así que, tras casi 40 años, como decía, el terremoto andaluz puede
ser síntoma de lo que sucederá en las municipales y en las generales que
vienen: al menos cuatro grandes partidos, ninguna mayoría absoluta como las de
UCD, PSOE o PP hasta ahora, y todos contra el PP, cueste lo que cueste, como un
nuevo Pacto del Tinell.
Mucha gente dice que la "negociación" es
garantía de progreso y salud democráticos. No lo veo yo así, y me remito a cómo
acabó el tripartito en Cataluña, o el matrimonio socialistas - comunistas en
Andalucía, por ejemplo. Una vez formados los gobierno y satisfechos los deseos
de poder, de unos y otros, la convivencia se rompe, como en los matrimonios de
conveniencia.
La ley electoral no se puede cambiar de un día
para otro, pero a lo mejor sería bueno que comenzara un proceso de renovación
legal, que permitiera una segunda vuelta para que el votante, una vez que no se
hubieran producido mayorías absolutas, se inclinara por un partido de los dos
más votados.
Mientras se arregla la ley electoral,
convendría que cada partido le dijera a sus votantes CON QUIÉN SE IBAN A JUNTAR,
como me decía mi madre; pudiera ser que el deseo de "moqueta" fuera superior a
las ideas básicas de sus formaciones políticas, y viéramos "matrimonios"
absurdos, de los que se puede predecir su "próxima separación".
Como votantes, en las campañas electorales
podíamos exigir a los distintos partidos, en lugar de con quién no, CON QUIÉN
SÍ SE IBAN A JUNTAR, para ver si convenía o no al elector medio esas "juntas",
y así evitar estos episodios chuscos de negociaciones entre dispares. A veces,
las amistades son muy peligrosas...
O sea, que mi madre, como siempre, tenía razón:
"¡Niño, a ver con quién te juntas!"