Política, o el arte de gobernar a los pueblos
Por
Ismael Álvarez de Toledo
martes 31 de marzo de 2015, 13:41h
El concepto que se aplica a
la política tiene que ver con las ideas e ideología con que se expresan los
ciudadanos, que se reúnen, entre si, para alcanzar unos determinados objetivos.
Este es uno de los muchos conceptos que acuñó Aristóteles, en su obra titulada,
precisamente, "Política". Pero también, la forma de entender y hacer política,
tiene que ver con dotar al pueblo de los mecanismos necesarios para resolver
los problemas que surgen en una sociedad civilizada, y que tiene que ver con la
esencia misma de la organización social de los pueblos y sus ciudadanos, desde
tiempos ancestrales.
La política es tan vieja
como la propia humanidad. Los individuos, desde antiguo, han sentido la
necesidad de organizarse en un sistema jerarquizado, que ha permitido que unos
sobresalieran por encima de otros, de acuerdo a sus cualidades de liderazgo.
Pero mientras que ese tipo de sociedad elegía a sus lideres de acuerdo a
cuestiones de fortaleza física o inteligencia para resolver las cuestiones
cotidianas, en la actualidad, el uso de la política se emplea como un baluarte
de poder unipersonal, en muchas ocasiones; y en otras, para hacer prevalecer
las ideas de unos pocos, frente al interés de muchos.
La política debe entenderse,
siempre, desde una perspectiva de servicio a la comunidad. Pero sucede con
harta frecuencia, que la política se convierte en una herramienta para ejercer
poder frente a nuestros semejantes, sin importar la resolución de los
conflictos o el bienestar que debemos garantizar a los miembros de esa
comunidad. Los individuos que forman parte de la política, bien como líderes de
un grupo o como representantes directos de los ciudadanos, tienen la
responsabilidad de gestionar, en nombre de estos, los recursos comunitarios de
una forma adecuada, sostenible y responsable.
Independientemente de que
existan múltiples vertientes de las teorías e ideológicas políticas, tanto de
izquierdas, como de derechas, resumiendo conceptos como los que proclaman una
igualdad social; en la izquierda, y el libre mercado y la propiedad privada; en
la derecha, a la hora de hacer práctico el comportamiento político, poco o
nada, tienen que ver estas proclamas ideológicas, frente al poder que
representa la imposición de criterios económicos externos, que vulneran
gravemente el desarrollo político de una sociedad, y margina a los ciudadanos,
de acuerdo a la capacidad económica que individualmente representan.
Es el poder de la banca y
los sistemas financieros, los que alteran y corrompen, con demasiada
frecuencia, la actividad política que desarrolla una sociedad, haciendo
dependientes de un sistema egoísta y degenerado a las clases más desfavorecidas
socialmente, y en rehenes, a los partidos políticos y a sus representantes, que
ven mermadas sus capacidades de actuación en favor de los ciudadanos que
representan, y permitiendo una sociedad gobernada por un sistema cuyo interés es
el económico-corporativo.
Tras las recientes
elecciones, en Andalucía, comprobamos que la intencionalidad de los pactos para
apoyar la gobernabilidad del partido más votado, no tiene tanto que ver con la
vocación de servicio a los ciudadanos, y la resolución de los acuciantes
problemas que tiene la sociedad, en el momento actual. Por el contrario, lo que
se trata de obtener, son cotas de poder para frenar doctrinas y proclamas de
otros partidos, con el claro objetivo de aplicar el poder de las urnas, en un
sólo sentido: actuar arbitrariamente, sin la necesidad de un consenso, para
ejercer el poder de forma unitaria. De igual manera, sucede, que los partidos
que han obtenido, minoritariamente, participación en el gobierno, mediante
escaños, tratan de imponer sus tesis a la mayoría para hacer valer cuestiones
de poder, sin actuar en favor de las necesidades que puedan beneficiar a los
ciudadanos de esa comunidad.
No es de extrañar, por
tanto, que los partidos que han obtenido peores resultados, se enfrenten
internamente a una cuestión de credibilidad de sus líderes o portavoces,
abriendo con ello una brecha, que lejos de beneficiar a los ciudadanos que han apostado por esa
formación política, impliquen la ruptura total dentro del partido y, con ello,
la desaparición de personas válidas para gestionar los recursos de todos. Pero
al fin y al cabo, errónea o acertadamente, siempre es oportuno el planteamiento
de la actividad política, si se hace desde el consenso que permite la
democracia.
Ismael Álvarez de Toledo
periodista y escritor
http://www.ismaelalvarezdetoledo.com