Las dos cataluñas

Resulta una lástima que la inauguración de una convención tan importante como el Mobile World Congress, que coloca a Cataluña a la vanguardia tecnológica del mundo, coincida, en la misma jornada, con la comparecencia de varios miembros de la familia Pujol ante la comisión que investiga, si es que realmente lo hace, sus presuntas trapisondas económicas. Dos cataluñas se miran frente a frente: la que es capaz de organizar, año tras año, el congreso más vistoso y quizá trascendente de cuantos se celebran, dando una muestra de buena organización y de capacidad, y la Cataluña de la corrupción semioficial, la de una clase política atenta solamente a sus intereses y a sus banderías. Dos imágenes que el visitante al congreso de telefonía móvil, que es acaso el producto que más afecta al ocio y al trabajo de los humanos, tendrá que compaginar: el paisaje corrupto que afecta a nada menos que un honorable president de la Generalitat frente a esa Barcelona, a esa Cataluña, próspera, moderna, cosmopolita, tecnificada.

El Rey Felipe VI resumió la situación desde el lado positivo: Barcelona es "referente del mejor empuje español" y ejemplo de emprendedores. No olvidó el jefe del Estado hablar del 'empuje español', porque sería poco realista pensar que este congreso mundial pueda atribuirse, como realización, exclusivamente al esfuerzo de la Generalitat, de sus instituciones y a la empresa privada catalana. Si hay una muestra tangible de las bondades de la cooperación entre instituciones y empresas catalanas con las del resto de España es este congreso y acontecimientos similares. Como lo fueron los Juegos Olímpicos. Como tantas otras cosas.

Siempre he tenido para mí que lo primero que habría de hacer el president Artur Mas, antes de envolverse en la bandera estelada, sería mostrar una decidida voluntad de luchar contra la corrupción que enfanga la vida política catalana, que lamentablemente es algo mucho más amplio que la mera familia Pujol. Es obvio que los visitantes extranjeros del Mobile World Congress no se enterarán -tampoco es fácil-de la movida política planteada en Cataluña ante las previstas elecciones autonómicas del 27 de septiembre; pero, a poco que lean los periódicos, sí que serán conscientes de la que hay montada en torno a la corrupción de una familia tan representativa como la de Jordi Pujol, que hizo y deshizo a placer durante dos décadas. Ya digo: una pena que una cosa pueda deslucir a la otra. Y mayor pena aún que haya quien considere que la 'otra Cataluña', la del tres por ciento, la de las trapisondas, la del abuso, carece de importancia: acabará devorando a la mejor Cataluña.